jueves, 24 de agosto de 2017

Steve Hackett en el Jardín Botánico y el talento de la guitarra cuántica


*Esta crónica apareció en el sitio achtungmag:

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Steve Hackett en el Jardín Botánico y el talento de la guitarra cuántica


La ciudad de Madrid despidió el mes de junio con el grandísimo concierto del guitarrista británico Steve Hackett, Un concierto tan perfecto como épico, parte del Festival de las Noches del Botánico. El despliegue de virtuosismo, maestría y saber hacer de Hackett y toda su banda, no merecía menos que el recinto del Real Jardín Botánico de Alfonso XIII: un lugar que parece concebido especialmente para que músicos con el marchamo de genios derramen las cataratas de su talento.

La música que brota de la guitarra de Steve Hackett es como una catedral gótica. Las notas ascienden puras y claras hasta los techos altos, se deslizan juguetonas por las arquivoltas y conforman una arquitectura sonora, luminosa y colorista como las vidrieras de la catedral de León. Durante casi dos horas y media —un ejercicio de generosidad porque ¿quién toca hoy en día dos horas y media en directo?— el guitarrista nos regaló un show perfectamente equilibrado en dos partes.

La primera parte del espectáculo, Hackett Old & New, reunía algunas de sus composiciones más emblemáticas en solitario, es decir, las acometidas tras abandonar la banda de rock progresivo Genesis, junto algunos temas de su último disco: The Night Siren.  Este nuevo trabajo es un álbum brillante y repleto de buena música, donde la hibridación de música e instrumentos conforman una coalición que cristaliza en una obra emocionante: sonidos de la India, Perú, Israel y Palestina, entre otros, en un esfuerzo para que el arte aúne aquello que política y gobiernos se obstinan en alejar.

Steve Hackett se complementa, se empasta como una de esas piezas de Tetris con los cinco miembros de la banda. A los teclados, un sobrio Roger King, un músico de estudio de dilatada carrera. En la batería, realmente notable, Gary O´Toole, impartiendo una clase de ritmos. En el saxo, la flauta, la percusión, y a los vientos en general, Rob Townsed, el fiel escudero de Hackett durante todo el concierto, un multi instrumentista que remataba con sus filigranas las piezas de orfebrería rock. Y al bajo, con un carisma hipnótico a medio camino entre un luchador de wrestling, Conan el Bárbaro y un chamán indio, Nick Beggs, poniendo el contrapunto espectacular ante la tranquilidad del resto de la banda. Mención aparte merece el vocalista encargado de interpretar las canciones de Genesis, el californiano Nad Sylvian, con una puesta en escena a lo Peter Gabriel, embutido en el carácter de baladista barroco y recargado, perfecto para mimetizarse con muchas de las historias que narran esas canciones.

Desde el inicio de la primera parte del concierto, Steve Hackett ya dejaba muy clara cuál sería su propuesta: música a raudales inmersa en unas composiciones para guitarra demoledoras. Buen ejemplo de ello fue el tema con el que se abría el show, Every Day, de su tercer álbum Spectral Mornings, publicado allá por el año 1979. Es una de sus composiciones en solitario que más recuerda a Genesis pero, sobre todo, destaca con un relieve especial en directo gracias al apoyo de los teclados que recibe la guitarra.

Muy pronto, ya en la segunda canción, apareció un tema del último disco, de ese The Night Siren prodigioso. Se trataba de El Niño, para, después, recordar The Steppes, una canción del año 1980 e incluida en Defector. La composición, repleta de arabescos, parece reivindicar el espíritu de pura sangre de la guitarra. Algo de vital importancia si tocas en España, país que el propio Hackett calificó como “Home of guitar”. Después, en una de las muchas charlas que intercambió con el público, intercalando palabras en español, recordó algunos de nuestros guitarristas más importantes: Andrés Segovia, Joaquín Rodrigo y Paco de Lucía. Siempre cercano a la audiencia, rendía así su reconocimiento a algunas de sus mayores influencias.

Dos nuevas canciones de su último disco llevarían el setlist a uno de los primeros momentos estelares de la noche. Después de In the Skeleton Gallery, interpretaron Behind the Smoke, uno de los mejores cortes de The Night Siren. La canción, inmersa en ese espíritu de maridaje con otras culturas, refiere una historia de emigración. Una canción sobre los emigrantes que el propio Hackett presentó como una historia también propia, en referencia a una parte de su familia que abandonó Polonia huyendo de los pogromos, pasó temporalmente por Portugal, y terminó recabando en Inglaterra, donde echó, finalmente, raíces.

La primera parte del espectáculo se cerró con Rise Again —del disco de 1999, Darktown— y otro momento inolvidable: la interpretación de la emblemática Shadow of Hierophant, uno de los cortes más sobresalientes de esa obra de arte que es el primer disco en solitaro de Hackett, Voyage Of The Acolyte, alumbrado en 1975. De entre el ritmo nervioso, casi neurótico, emergía una interpretación cavernaria de Nick Beggs, sentado en el suelo y aporreando con los puños los pedales del bajo como esos simios golpeaban los huesos al principio de la película 2001: Una Odisea del Espacio. Como resultado, una ejecución contenida en un crescendo que al final se disparó en un estallido que dejó anonadado al público ante lo que acababa de escuchar y ver. Y sin un momento de resuello, Hackett atacó la segunda parte del concierto: Genesis Revisited.

La parte dedicada a Genesis bebe, fundamentalmente, del disco Wind & Wuthering de 1976. Hackett confesó, al presentarlo, que es uno de sus trabajos favoritos, en sintonía con la opinión de muchos de los fans del grupo y del propio Tony Banks, teclista de Genesis, aunque las discrepancias durante la grabación llevaron, poco después, a que Hackett abandonara el grupo definitivamente. El disco se divide en dos partes: Wind (tomado del título de una de las canciones del disco que se llamaría The House Of The Four Winds, luego renombrada como Eleventh Earl Of Mar) y Wuthering, en alusión a una de las fuentes de inspiración del trabajo: la novela Cumbres Borrascosas de Emily Brontë.

Así que el repertorio clásico se inició con Eleventh Earl Of Mar, primer corte del Wind & Wuthering. Aquí apareció Nad Sylvian, el vocalista, metido en su papel de Undécimo Conde de Mar, tal y como reza el título de la composición. Fumando de una larga pipa y con ademanes rococós, demostró que acometería con solvencia el difícil trabajo de suplantar la voz de Phill Collins, como después lo haría con las de Peter Gabriel.

La segunda canción de Wind & Wuthering también fue la segunda canción de esta parte: One From The Vine, la obra maestra del disco, que terminó con todo el público puesto en pie agradeciendo la interpretación de esta delicada suite. Otra canción de este disco vino a continuación, Blood On The Rooftops, con su introducción de guitarra clásica y el batería, Gary O´Toole, enfrascado en la dificultosa tarea de cantar mientras tocaba, misión resuelta con sobresaliente.

Después llegó el instrumental …In That Quiet Earth —cuyo título hace referencia directa a la última línea de la novela de Emiliy Brontë—, una pieza de ritmos muy distintos, con cambios y parones que demostraron la buena conjunción de la banda, para rematar el recorrido por Wind & Wuthering con el lirismo de la balada más grande de la era Genesis: Afterglow.

La combinación machacona de batería y teclados anunció la ejecución de Dance On A Volcano, del disco A Trick Of The Tail, de 1976. Después del abandono de Peter Gabriel aquella fue la primera grabación de Genesis como cuarteto. Collins, Banks, Rutherford y Hackett se encontraron ante el desafío de continuar con una banda que la crítica y los fans daban por muerta. Sin embargo, la respuesta fue un disco tan exitoso como apabullante. La interpretación de Dance On A Volcano por parte de Hackett y su banda fue de los mejores momentos de la noche, gracias, en parte, a un Nad Sylvian en un estado de gracia histriónica.

Hackett siguió desgranando grandes clásicos de la era Genesis, en una especie de retroceso cuántico en el tiempo que manaba de su guitarra heisenbergiana. Con cada acorde situaba a la audiencia en una década pasada. Cada nota era un escalón en el emocionante descenso al pasado. De esa forma, le llegó el turno a Inside And Out, una joya oculta de la discografía de la banda, un descarte de Wind & Wuthering y que apareció en un extraño EP del año 1977 bajo el curioso título de Spot The Pigeon. La canción, que narra en su primera parte (Inside) el lamento de un hombre tras ser puesto en libertad tras un largo periodo de encarcelamiento, culmina con una segunda parte instrumental (An Out) donde la guitarra y el sintetizador emprenden un diálogo emocionante.

La introducción de piano anunció Firth of Fifth, primera de las canciones de la época de Peter Gabriel, correspondiente a Selling England By The Pound, de 1973. Una introducción tan compleja que Tony Banks dejó de interpretarla en directo con Genesis después de cometer algunos errores. Un regalo más que Steve Hackett nos ofrendaba, y que el público supo agradecer, junto con el solo de guitarra de esta canción, uno de los mejores que haya interpretado.

Con ese cuento de hadas que es la pieza The Musical Box, llegó el final del concierto y se alcanzó el clímax del público, que coreó enfervorecido la sección de cierre de este corte del disco Nursery Crime, de 1971. Después, Hackett ofreció todavía un bis: Los Endos, el instrumental que culmina el disco A Trick of The Tail, y que mezcló con uno de sus temas en solitario, Slogans, del ya mencionado disco Defector.


El público abandonó sus asientos con la satisfacción pintada en sus rostros, y en muchos casos con amplias sonrisas de felicidad que reconocían lo valioso del enorme concierto que acababa de entregarnos Steve Hackett. El músico supo, desde el mástil de sus guitarras, detener el tiempo, moldearlo a su antojo, llevarlo de adelante hacia atrás, y enseñarnos el embrujo de una época en donde el rock era un jardín botánico repleto de flores líricas, de dragones épicos, de gigantes que tocaban el corazón de la gente con la delicadeza de sus canciones y la rapidez de sus dedos, volando sobre las cuerdas de los instrumentos como pájaros de fuego.

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