*Esta crónica apareció en el sitio achtungmag:
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Steve Hackett en el Jardín Botánico y el talento de la guitarra cuántica
La
ciudad de Madrid despidió el mes de
junio con el grandísimo concierto del guitarrista británico Steve Hackett, Un concierto tan
perfecto como épico, parte del Festival
de las Noches del Botánico. El despliegue de virtuosismo, maestría y saber
hacer de Hackett y toda su banda, no
merecía menos que el recinto del Real
Jardín Botánico de Alfonso XIII: un lugar que parece concebido
especialmente para que músicos con el marchamo de genios derramen las cataratas
de su talento.
La
música que brota de la guitarra de Steve
Hackett es como una catedral gótica. Las notas ascienden puras y claras
hasta los techos altos, se deslizan juguetonas por las arquivoltas y conforman
una arquitectura sonora, luminosa y colorista como las vidrieras de la catedral
de León. Durante casi dos horas y media —un ejercicio de generosidad porque
¿quién toca hoy en día dos horas y media en directo?— el guitarrista nos regaló
un show perfectamente equilibrado en dos partes.
La
primera parte del espectáculo, Hackett Old & New, reunía
algunas de sus composiciones más emblemáticas en solitario, es decir, las
acometidas tras abandonar la banda de rock progresivo Genesis, junto algunos temas de su último disco: The Night Siren. Este nuevo trabajo es un álbum brillante y repleto
de buena música, donde la hibridación de
música e instrumentos conforman una coalición que cristaliza en una obra
emocionante: sonidos de la India, Perú, Israel y Palestina, entre otros, en un
esfuerzo para que el arte aúne aquello que política y gobiernos se obstinan en
alejar.
Steve Hackett
se complementa, se empasta como una de esas piezas de Tetris con los cinco miembros de la banda. A los teclados, un
sobrio Roger King, un músico de
estudio de dilatada carrera. En la batería, realmente notable, Gary O´Toole, impartiendo una clase de
ritmos. En el saxo, la flauta, la percusión, y a los vientos en general, Rob Townsed, el fiel escudero de Hackett durante todo el concierto, un
multi instrumentista que remataba con sus filigranas las piezas de orfebrería
rock. Y al bajo, con un carisma hipnótico a medio camino entre un luchador de wrestling, Conan el Bárbaro y un chamán indio, Nick Beggs, poniendo el contrapunto espectacular ante la tranquilidad
del resto de la banda. Mención aparte merece el vocalista encargado de
interpretar las canciones de Genesis,
el californiano Nad Sylvian, con una
puesta en escena a lo Peter Gabriel,
embutido en el carácter de baladista barroco y recargado, perfecto para
mimetizarse con muchas de las historias que narran esas canciones.
Desde
el inicio de la primera parte del concierto,
Steve Hackett ya dejaba muy clara cuál sería su propuesta: música a
raudales inmersa en unas composiciones para guitarra demoledoras. Buen ejemplo
de ello fue el tema con el que se abría el show, Every Day, de su tercer álbum Spectral
Mornings, publicado allá por el año 1979. Es una de sus composiciones en
solitario que más recuerda a Genesis pero,
sobre todo, destaca con un relieve especial en directo gracias al apoyo de los
teclados que recibe la guitarra.
Muy
pronto, ya en la segunda canción, apareció un tema del último disco, de ese The Night Siren prodigioso. Se trataba
de El Niño, para, después, recordar The Steppes, una canción del año 1980 e incluida
en Defector. La composición, repleta
de arabescos, parece reivindicar el espíritu de pura sangre de la guitarra.
Algo de vital importancia si tocas en España, país que el propio Hackett calificó como “Home of guitar”. Después, en una de las
muchas charlas que intercambió con el público, intercalando palabras en
español, recordó algunos de nuestros guitarristas más importantes: Andrés Segovia, Joaquín Rodrigo y Paco de
Lucía. Siempre cercano a la audiencia, rendía así su reconocimiento a
algunas de sus mayores influencias.
Dos
nuevas canciones de su último disco llevarían el setlist a uno de los primeros momentos estelares de la noche.
Después de In the Skeleton Gallery,
interpretaron Behind the Smoke, uno
de los mejores cortes de The Night Siren.
La canción, inmersa en ese espíritu de maridaje
con otras culturas, refiere una historia de emigración. Una canción sobre los emigrantes que el propio Hackett presentó como una historia
también propia, en referencia a una parte de su familia que abandonó Polonia huyendo de los pogromos, pasó temporalmente por
Portugal, y terminó recabando en Inglaterra, donde echó, finalmente, raíces.
La
primera parte del espectáculo se cerró con Rise
Again —del disco de 1999, Darktown—
y otro momento inolvidable: la interpretación de la emblemática Shadow of Hierophant, uno de los cortes
más sobresalientes de esa obra de arte que es el primer disco en solitaro de Hackett, Voyage Of The Acolyte, alumbrado en 1975. De entre el ritmo
nervioso, casi neurótico, emergía una interpretación cavernaria de Nick Beggs, sentado en el suelo y
aporreando con los puños los pedales del bajo como esos simios golpeaban los
huesos al principio de la película 2001:
Una Odisea del Espacio. Como resultado, una ejecución contenida en un crescendo que al final se disparó en un
estallido que dejó anonadado al público ante lo que acababa de escuchar y ver.
Y sin un momento de resuello, Hackett
atacó la segunda parte del concierto: Genesis Revisited.
La
parte dedicada a Genesis bebe,
fundamentalmente, del disco Wind &
Wuthering de 1976. Hackett confesó,
al presentarlo, que es uno de sus trabajos favoritos, en sintonía con la
opinión de muchos de los fans del grupo y del propio Tony Banks, teclista de Genesis,
aunque las discrepancias durante la grabación llevaron, poco después, a que Hackett abandonara el grupo
definitivamente. El disco se divide en dos partes: Wind (tomado del título de una de las canciones del disco que se
llamaría The House Of The Four Winds,
luego renombrada como Eleventh Earl Of
Mar) y Wuthering, en alusión a
una de las fuentes de inspiración del trabajo: la novela Cumbres Borrascosas de Emily
Brontë.
Así
que el repertorio clásico se inició con Eleventh
Earl Of Mar, primer corte del Wind
& Wuthering. Aquí apareció Nad
Sylvian, el vocalista, metido en su papel de Undécimo Conde de Mar, tal y como reza el título de la composición.
Fumando de una larga pipa y con ademanes rococós, demostró que acometería con
solvencia el difícil trabajo de suplantar la voz de Phill Collins, como después lo haría con las de Peter Gabriel.
La
segunda canción de Wind & Wuthering
también fue la segunda canción de esta parte: One From The Vine, la obra maestra del disco, que terminó con todo
el público puesto en pie agradeciendo la interpretación de esta delicada suite.
Otra canción de este disco vino a continuación, Blood On The Rooftops, con su introducción de guitarra clásica y el
batería, Gary O´Toole, enfrascado en
la dificultosa tarea de cantar
mientras tocaba, misión resuelta con sobresaliente.
Después
llegó el instrumental …In That Quiet
Earth —cuyo título hace referencia directa a la última línea de la novela
de Emiliy Brontë—, una pieza de
ritmos muy distintos, con cambios y parones que demostraron la buena conjunción
de la banda, para rematar el recorrido por Wind
& Wuthering con el lirismo de la balada más grande de la era Genesis: Afterglow.
La
combinación machacona de batería y teclados anunció la ejecución de Dance On A Volcano, del disco A Trick Of The Tail, de 1976. Después
del abandono de Peter Gabriel aquella
fue la primera grabación de Genesis
como cuarteto. Collins, Banks, Rutherford y Hackett se
encontraron ante el desafío de continuar con una banda que la crítica y los
fans daban por muerta. Sin embargo, la respuesta fue un disco tan exitoso como
apabullante. La interpretación de Dance
On A Volcano por parte de Hackett y
su banda fue de los mejores momentos de la noche, gracias, en parte, a un Nad Sylvian en un estado de gracia
histriónica.
Hackett
siguió desgranando grandes clásicos de la era Genesis, en una especie de retroceso cuántico en el tiempo que manaba de su guitarra heisenbergiana. Con cada acorde situaba a la audiencia en
una década pasada. Cada nota era un escalón en el emocionante descenso al
pasado. De esa forma, le llegó el turno a Inside
And Out, una joya oculta de la discografía de la banda, un descarte de Wind & Wuthering y que apareció en
un extraño EP del año 1977 bajo el curioso título de Spot The Pigeon. La canción, que narra en su primera parte (Inside) el lamento de un hombre tras ser
puesto en libertad tras un largo periodo de encarcelamiento, culmina con una
segunda parte instrumental (An Out)
donde la guitarra y el sintetizador emprenden un diálogo emocionante.
La
introducción de piano anunció Firth of
Fifth, primera de las canciones de la época de Peter Gabriel, correspondiente a Selling England By The Pound, de 1973. Una introducción tan
compleja que Tony Banks dejó de
interpretarla en directo con Genesis
después de cometer algunos errores. Un regalo más que Steve Hackett nos ofrendaba, y que el público supo agradecer,
junto con el solo de guitarra de esta canción, uno de los mejores que haya
interpretado.
Con
ese cuento de hadas que es la pieza The
Musical Box, llegó el final del concierto y se alcanzó el clímax del
público, que coreó enfervorecido la sección de cierre de este corte del disco Nursery Crime, de 1971. Después, Hackett ofreció todavía un bis: Los Endos, el instrumental que culmina
el disco A Trick of The Tail, y que
mezcló con uno de sus temas en solitario, Slogans,
del ya mencionado disco Defector.
El
público abandonó sus asientos con la satisfacción pintada en sus rostros, y en
muchos casos con amplias sonrisas de felicidad que reconocían lo valioso del
enorme concierto que acababa de entregarnos Steve Hackett. El músico supo, desde el mástil de sus guitarras,
detener el tiempo, moldearlo a su antojo, llevarlo de adelante hacia atrás, y
enseñarnos el embrujo de una época en donde el rock era un jardín botánico
repleto de flores líricas, de dragones épicos, de gigantes que tocaban el
corazón de la gente con la delicadeza de sus canciones y la rapidez de sus
dedos, volando sobre las cuerdas de los instrumentos como pájaros de fuego.
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