lunes, 28 de octubre de 2013

Vaderiana


Sentado a mi lado vio el principio de la peli, las dos naves planetarias e interestelares y todas esas capulladas, que pasan como por encima de la cámara, o de la pantalla, o como por encima de nosotros. Sí, muy logrado para la época en que se hizo, no se ven los hilos a las maquetas, vale. Él estaba allí, con esos ojos oscuros como de besugo, debajo de aquel casco atroz que muchos murmuraban que llevaba para disimular el mal aliento aunque lo que apestaba era el betún o la cera que le había dado para que brillara con lustre. Los ronquidos como estertores de su respiración me atacaban los nervios, con esa especie de vocoder en la boca, ¿para qué lo llevaba?, ¿acaso iba a cantar alguna canción de talk box al estilo de Peter Frampton o la de Livin´ on a Prayer de Bon Jovi? Con ese cacharro yo siempre estaba a la espera de que se arrancara con un wa-wa-wa a lo Kraftwerk o algo de sonido chicloso tipo las Chipmunks… y allí seguimos horas y horas, y su indignación iba en aumento, que si la Estrella de la Muerte, que si yo jamás he construido eso, que lo que organicé fue una ONG para los africanos y de eso no dicen nada, que si la Ciudad de las Nubes y ese tal Lando Calrissian, que si el Halcón Milenario y los meteoritos… Señalando hacia la pantalla con el dedo metido en esos guantes largos y negros bramó algo así como qué cojones era aquello de Chewbacca, que de dónde se habían sacado ESO… y le pregunté que si no se le arrugaban las yemas de los dedos como cuando uno pasa mucho rato metido en el agua, ya sabes, por estar todo el día con las manos sudadas en el interior de esos guantes, y me repuso que lo que se le arrugaba era otra cosa, que igual eran los huevos. En fin, el cabreo era de varios tonelajes, mantenía, con los puños ya crispados y el ronroneo de su respirador convertido en rugido, que esos hijos de puta, en especial el tal Lucas de los cojones, se iban a encontrar con la mayor demanda de sus vidas: eso sí que será algo espacial, una demanda galáctica, me dijo incorporándose en la butaca. Tuve que sujetarlo para que se serenara un poco, pero cuando ya no pude controlarlo fue al ver aparecer ese Darth Maul de las narices, ahí se encabronó de verdad, que le habían buscado sustituto en un payaso que parecía la bandera del Japón, que claro, como a él lo habían matado antes, en esa escena imbécil de los rayos con aquel otro memo, el Emperador de las ojeras de estreñido… pues él se cagaba en todos ellos, y quedaba claro que tenía tanta fuerza y presencia que habían tenido que inventarle esa copia de Darth Maul, que tenía narices la cosa, si hasta en el nombre se parecían, y que él nunca había sido así, quería decir así de malvado como lo sacaban, y venga con que la demanda sería de las que hacen época y que se iban a enterar todos de quién era él y al terminar la sexta peli se levantó, con las luces de la sala ya encendidas dedicó un sonoro corte de mangas a la pantalla que proyectaba, aún, los títulos de crédito, y sonó como un zas y luego se bajó los pantalones, se levantó esa capa ridícula que llevaba manchada de barro en los bajos porque antes de entrar al cine llovía y había pisado dos o tres charcos con esas botazas que todo lo salpicaban, y enseñó sus rotundas posaderas espaciales en señal de protesta. Indignado, nos miró, y fue cuando tú ibas a decirle algo, pero yo te contuve y él, furibundo, nos taladró con esos ojos de berza, y nos amenazó con que nos íbamos a enterar todos de quién era él, Darth Vader, y se marchó del cine dando un portazo y dejando tras él esa pestilencia, esa abominación como a sebo, como si se abrillantara el casco con toneladas de aceite en el que se hubiera frito beicon, o mierda directamente, a ver si va a ser cierto eso de que, al final, le canta la boca como olía el vertedero aquel de paredes retráctiles, si hombre, el de la gilipollez de que en el fondo del vertedero ese vivía un bicho con el tentáculo-ojo. Y entonces, fue cuando te dije: déjalo en paz, ya se le pasará, el problema no es que se enfade o que se haga mala sangre, ya sabes… el problema está en que jamás soportó esto de ser un personaje de ficción y se ofende por todo. Como nosotros, me dijiste, bueno, chisporroteaste… que también somos de ficción. Sí, como nosotros, en efecto, te respondí, pero tú y yo, insolente cabezudo, solo somos dos robots, yo un imbécil dorado y envarado y tú, al menos, a bordo de la X-Wing has tenido tus momentos de gloria con Luke y toda esa mierda, pero piensa: ¿qué le queda a él para sentirse realmente orgulloso, aparte de aparecer en un cargador de caramelos PEZ con su casco de motorista sideral y su cara de besugo del futuro?


sábado, 5 de octubre de 2013

Esponja de vida



“La literatura sigue siendo (…) la esponja de la vida, el mejor repositorio de los valores de nuestro paso por el mundo, donde encontramos las mil y una caras de lo que hemos sido a lo largo de los siglos. El componente artístico de la literatura, la riqueza verbal con que la escribimos y la singularidad formal con que los mejores la presentan la elevan sobre los actos de la vida cotidiana, y si está bien lograda merece ser conservada para enseñanza de generaciones futuras”.

Germán Gullón.         
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya, Madrid, 2004, pp. 162.