“La literatura sigue siendo (…) la esponja de
la vida, el mejor repositorio de los valores de nuestro paso por el mundo,
donde encontramos las mil y una caras de lo que hemos sido a lo largo de los
siglos. El componente artístico de la literatura, la riqueza verbal con que la
escribimos y la singularidad formal con que los mejores la presentan la elevan
sobre los actos de la vida cotidiana, y si está bien lograda merece ser
conservada para enseñanza de generaciones futuras”.
Germán Gullón.
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya,
Madrid, 2004, pp. 162.
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