jueves, 30 de junio de 2011

Tomás Bernardino, vagabundo y poeta


Tomás Bernardino, vagabundo, se llevó de regalo una paliza de la Guardia Civil, en un día que estaba sentado frente a la catedral de Salamanca y se le ocurrió decir, en alto y cuando pasaba cerca la pareja, que le oyó, que el astronauta de la fachada de la catedral era una mierda. Rápidamente, le pidieron explicaciones: argumentó que había viajado por el mundo entero y que, entre las maravillosas catedrales que había conocido, la de Utah con sus hierros herrumbrosos y retorcidos, la de Moraleja de en Medio, con su Pantocrátor arco-iris, o la de Ülm, con esos enanos bailarines tan divertidos, que ninguna, exhibía con desfachatez y desvergüenza, así lo manifestó, desvergüenza, un astronauta esculpido en piedra. Que eso era de memos y retrasados, vamos, de idiotas. ¿Un astronauta en una fachada de una catedral? ¿Donde se había visto? ¡En Salamanca, coño, joder!, le contestaron los agentes, antes de llevarlo detenido al cuartelillo.
No le molestaban los golpes, estaba acostumbrado, incluso a que lo lavaran con el chorro de una manguera que le picaba en los güevos... a todo estaba acostumbrado, porque Bernardino también era poeta, eso curte el corazón y el ánimo, y mantenía que allí, en Salamanca, había compuesto sus versos, su poema rimado, titulado El estudiante de Salamanca, que firmó con el seudónimo de José de Espronceda. ¿Y sí es tuyo, cacho bestia, por qué lo firmas con el nombre de otro? Le preguntó con aplastante lógica el cabo del cuartelillo antes de tundirlo a golpes y mellarle un diente.
Lo malo que tenía Bernardino era que, igual que te hablaba de cosas interesantes, como sus cuitas con la Guardia Civil, también podía ponerse a hablar, durante horas, sobre todo si había bebido, porque además de poeta era borracho, se atiborraba de vino barato y peroraba sobre Durand, Bourdieu, Derrida, Tomachevski, García Berrio, Eco, Bloom, Iser, Jauss, Wellek, Warren, Hamburger y la madre que los parió. Entonces, solían ser sus propios compañeros, otros vagabundos, los que le medían las costillas a patadas, y a puñadas, y se quedaban muy a gusto después de escuchar semejantes disparates constructivistas, formalistas, deconstructivistas o ciertas teorías sobre el campo literario, el colorido silábico, los actos de habla o los polos y los ámbitos, última tesis que sonaba más a película, como a gran producción de Hollywood: Los Polos y los Ámbitos, con James Dean, John Wayne y Ginger Rogers. Dirigida por Cecil B. DeMille.
Un día le dieron un palizón que casi lo matan: se le ocurrió, todo borracho, explicar la obra de Paul de Man, que algunos pensaron que era un futbolista. Acabó en comisaría, allá en Saskatchewan, de cuya veleta de la catedral, con la figurilla de una marmota, era gran admirador. El sheriff, que no estaba para bromas, entendió muy poco o nada de esos disparates de Paul de Man y otros asuntos -la estilística, algunas burradas de un tal Bajtin, que Bernardino acertaba a balbucear-, y decidió terminar la tarea ayudado de unas guías de teléfono de Saskatchewan, no muy voluminosas, pero duras y dañinas.
A Tomás Bernardino, con los golpetazos, se le desprendió una muela de oro, se le clavó en la garganta, se puso todo morado y se murió allí mismo.
Acabó en el depósito de Saskatchewan: una etiqueta con su nombre atada al dedo gordo del pie con un bonito lacito estructuralista, junto al cuerpo reposaba el ejemplar de su poemario que siempre llevaba, ese del que decía ser autor: un librito de El estudiante de Salamanca y que, para primavera, pretendía completar con una segunda parte que ya tenía pensada: A la sombra de las muchachas en flor. Pero las muchachas se marchitaron antes de que su cerebro, y sus fuerzas de vino tinto, tuvieran tiempo de ver florecer una nueva primavera que por su pueblo llamaban Indian Summer, sin importarles que summer significara verano o que, en efecto, los celebérrimos Indian Summer solieran ocurrir en el otoño de los Estados Unidos.
En eso del Indian Summer eran tan retrasados, habría pensado Bernadino, como esos otros con lo de la figurilla del astronauta.

Ver a través


Déjame ver a través tuyo, déjame hacerlo con tus ojos, con tu vida. Déjame ver a través. Déjame ver.
Déjame ver contigo, déjame ver por ti. Déjame ver.
Déjame ver contigo o enceguéceme para siempre: en la mirada de mis ojos tendrás la catarata de terciopelo, pero también el escudo de hierro en donde cobijarte.
Déjame ver a través. Déjame ver.

Mi mente en las cloacas


Es doloroso arrastrarse, cada noche, por el asco del recuerdo. Es doloroso, cada noche, ser yo, y mantener la certeza de que la cabeza, la mente, se emponzoña con su baño ritual en tus cloacas.

miércoles, 29 de junio de 2011

Marcelo Prús, ponente sobre Esténdal


Marcelo Prús hizo una ponencia sobre Esténdal en el casino de Palencia. Marcelo Prús era carnicero, y de carne entendía un rato, pero un rato largo. Y Esténdal era el primero que, con su método "del tiempo perdido", allá por el 1901, había empezado a congelar los filetes, los chuletones, por unas horas, luego unos días, los descongelaba de nuevo y se los zampaba tan ricamente.
Marcelo Prús, que era así como afectado y algo feminoide, salió anunciado en los periódicos palentinos, su actuación en el casino prometía ser un éxito sin precedentes en la localidad. Disertó largo rato sobre el método de congelación "del tiempo perdido", que ya lo hacía suyo, y se ayudaba de unos delicados y porcelanosos traguitos de agua para pasar la sed que le secaba la garganta, la sed de aquél dos de agosto sofocado e ígneo, volcánico.
De regalo, tras su charla, invitó a los presentes, que abarrotaban el casino con sus puritos y sus canotiers, a degustar unos kilos de carne de ternera pastuenca que previamente había descongelado, para demostrar sus teorías.
No sobrevivió ni uno de los asistentes. La intoxicación fue cosa muy sonada en Palencia. Algo muy pastuenco. Marcelo Prús falleció tras grandes dolores y vomitonas.
Y la noticia apareció, desde luego, en la prensa.

Ícaro (sobre mis alas)


Mi amor y tu desamor sobre mis alas, se escurre como un barro oleaginoso, un limo, cieno espeso que las enloda mientras caigo.

Historia Universal de la Literatura de Nivel 2 (H.U.L. 2)


Kadaré!, Kadaré!, Kadaré!

Principio y fin


Principio y fin de la (auto) ficción:
Austerlitz, Austerlitz, Austerlitz!
Sebald! Sebald! Sebald!

La Teoría de los Contrarios


Mientras llego a casa derrotado y bajo la persiana de mi cuarto para poder oscurecer mi inquietud y mi asco, tú: a miles de kilómetros de distancia, levantas la persiana para que la ciudad alumbre tu renovada vida; allí ha nevado y, mientras, a saltitos, deambulas por las calles resbaladizas y mi respiración disminuye a medida que me voy intoxicando de sueño.

domingo, 26 de junio de 2011

De nuevo, sobre la maldita Antorcha (Urzidil I)


Espigado de Trilogía de Praga de Johannes Urzidil:

"Crear significa encender un fuego, y no a partir de otro fuego, sino golpeando la piedra y retorciendo la leña, extraerlo de la felicidad o de la desgracia y hacerlo arder (...) Pero la mayor parte de los que escriben no saben nada de la piedra y de la leña, de la felicidad y de la desgracia".

jueves, 23 de junio de 2011

Santísima Trinidad (literaria)


Santísima Trinidad austriaca: En el centro Bernhard, a la derecha Winkler, a la izquierda Handke; desde su descenso a los infiernos los contempla Walser.
Trinidad española: Dios Padre: Cervantes. Escoltado por: a la derecha Clarín y a la izquierda Luis Martín Santos.
Triada alemana: Uno y trino: Kafka. Derecha: Sebald. Izquierda: Grass.
Trinidad italiana: Centro: Bufalino. Derecha: Boccaccio. Izquierda: D´Annunzzio.
Santísima Trinidad checa: Al centro: Hrabal. Derecha: Kapec. Izquierda: Hasek.
Amén.

miércoles, 22 de junio de 2011

Las siete P


Y entonces, apareciste por la televisión. Ahí estabas. Lo último que necesitaba ver. La última de quien necesitaba saber. Eres como una de las siete P que un ángel dibujó, a punta de espada, en la frente de Dante, cuando se preparaba para iniciar su viaje por el Purgatorio.
Antes, ya llevé una de esas P en la frente. Mi mancha palíndroma tardó años en borrarse, incluso hay momentos en los que aún creo que no se ha borrado. Primero, era recordarla todas las horas, todos los días, después la P se fue desdibujando, hasta desaparecer. Ahora, difícilmente recuerdo al palíndromo una, o dos veces al mes, incluso pueden pasar tiradas de diez o vente días sin que lo haga.
Pero tú, tú apareciste en la televisión.
Me gustaría que fuera como en una de esas películas americanas, las de atracos y violencia, en donde una banda de encapuchados asalta una licorería o la tienda de un chino y te sorprende dentro: Hey tío que cojones estas mirando y todo eso... la boca de la escopeta que apunta al pecho, a mi pecho y zas, listo, se acabó.
Al menos saldría en la televisión, después. Como tú.
Y mientras tanto, me voy volviendo más y más loco.

miércoles, 15 de junio de 2011

De perros y lobos


Irène Némirovsky: Los perros y los lobos. Sólo cambio masculinos por femeninos y hago sus palabras mías:
"He vivido sin verte, casi sin conocerte, y eras tan mía como ahora. Yo, que temo la desgracia de forma constante, no tengo miedo a perderte. Puedes olvidarme, abandonarme, dejarme, pero siempre serás mía. Te he inventado yo, mi amor. Eres mucho más que mi amante; eres mi creación. Por eso me perteneces, casi a tu pesar".

Como decía la canción de Talk Talk:

"It's my life
Don't you forget

It's my life

It never ends
(It never ends)
".

martes, 14 de junio de 2011

Botella en el mar


¿Y si todo este blog no fuera más que una colección de mensajes dentro de una botella enviada al mar por desesperación? De mensajes que no encuentran respuesta, de botellas que se hunden y reposan, en el limo, junto a reproducciones de la Venus de Milo, ánforas de vino con especias y monedas de galeones españoles.
Sí, eso: mensajes en papel mojado.

lunes, 13 de junio de 2011

El clavo de Chéjov (principio y final para una novela)


Entró en casa abatido, arrastrando los pies. Desesperado. Miró alrededor y se preguntó, entonces sí, ya dispuesto a ello: ¿dónde está, cuando se necesita, el maldito clavo de Chéjov?

viernes, 3 de junio de 2011

Dos imbéciles en el congreso de narratología



Dos imbéciles asistieron al congreso de narratología que se celebraba en Casas de Don Fabrique: la villa de la literatura, en donde la panadera despachaba brioches y medias lunas mientras recitaba fragmentos de Hamlet y La Tempestad, en inglés, o el cartero repartía mientras citaba a Eliot, en inglés, o la peluquera lavaba, fijaba y peinaba mientras peroraba sobre la simbología victoriana en los cuadros de los prerafaelitas... en inglés.
Dos imbéciles asistieron al congreso de narratología que se celebraba en Casas de Don Fabrique: su ponencia sobre la esgrima, la ornitología y la papiroflexia en la obra de Fray Bernardino de Sahagún fue, según ellas, muy admirada. Según ellas.
Las dos imbéciles, después de su ponencia, se sentaron detrás del todo, y se dedicaron, como dos imbéciles que eran, a criticar a los demás y sus comunicaciones. Como eran imbéciles, se pasaban notitas, comentarios hirientes, pero como eran imbéciles usaban el Mac para hacerlo. Tecleaban con el ordenador sobre las rodillas:
¿Has visto que patético? (en ese momento asistían a una ponencia sobre el arenque en salazón y su relación con el canon de Bloom en la narrativa postcolonial).
El nivel de esta gente es de tercero de la ESO.
Claro tía, porque nosotras citamos a San Juan, a Teresa de Jesús...
Nosotras nos basamos en fuentes de todo respeto, cultas...
Como Derridá...
Y en el campo literario de Bourdieu.
Y no olvides el régimen nocturno, digestivo, de Durand.
Ni a Barthes...
Es que, ¿sabes tía?, nosotros somos cultas.
Somos unas INTELECTUALES, ja, ja, ja.
Ni lo dudes, es que ¡fíjate como hablan, no saben ni leer!
Si, tía, somos INTELECTUALES; estamos a otro nivel.

Las dos imbéciles se fueron a la mierda, quiero decir, que no se quedaron por más rato a soportar la tortura de escuchar unos ponentes tan por debajo de sus intelectuales inteligencias, y se montaron en el coche de camino a la gran ciudad.
Un camión aceitoso se interpuso entre ellas y sus inteligencias. Ahora podrían reflexionar sobre el campo literario de Bourdieu mientras pasaban el resto de sus vidas como unos vegetales, enganchadas al respirador, o sobre la deconstrucción de Derridá mientras alguien se apiadaba de ellas y les apañaba la reconstrucción de una cara nueva con la piel sacada del culo.

miércoles, 1 de junio de 2011

Tomás Verja, traductor de Thomas Bernhard


Tomás Verja, traductor de Thomas Bernhard,vivía en Tomelloso (¡coño, joder, como Plinio, el detective) y en las angustiosas tardes de calor manchego se dedicaba a poner, en Esperanto, las novelas del austriaco Thomas Bernhard, por aquello del fresquito, seguramente, del fresquito de Austria, se entiende, porque traducir era, para él, como tener aire acondicionado, decía, si lo hacía con un autor de un país frío.
Tarde tras tarde y noche tras noche, en blanco tras blanco, ponía negro sobre blanco y negro sobre negro, en algún amanecer salteado con un tazón de ajo blanco (para refrigerarse también por dentro, decía) y, así, se le fue derritiendo el cerebelo hasta creerse que Tomelloso (¡si, joder, el de Plinio, cojones), hasta que Tomelloso le parecía la Viena imperial, un pollino mohíno el pianista Glenn Gould y Honorio, el del bar, el actor del Burgtheater.
Tomás Verja, traductor de Thomas Bernhard al Esperanto, la última noche de su vida, antes de que le reventara la sesera, se fue donde Honorio y se trasegó tres litros de vino. Cada vez que se terminaba un chato le preguntaba a Honorio sobre que tal le había ido la representación del Pato Salvaje, de Ibsen, sobre detalles de la función; Honorio, cada vez que le preguntaba, lo que hacía era servir otro chato.
Después, sentado ante el volumen de Amras, ya en su escritorio, Tomás Verja, traductor de Thomas Bernhard al Esperanto, se preparó para traducir. Como al Príncipe de Salina, del Gatopardo, algo le dolió detrás de los ojos y zas, se le diluyó el cerebro saliéndosele por las orejas.
Casi una semana después, encontraron a Tomás Verja, traductor de Thomas Bernhard al Esperanto, medio podrido sobre su escritorio (al estilo de un Petrarca machego), sobre el libro de Bernhard, Amras, del que había empezado a traducir su titulo al Esperanto: Amras, había escrito, a mano, con una letra gótico florida.

Todos mis heterónimos


Max de Max, Andreas Kartak, Francisco Manuel Cossio Bustamante, Kowa, Erdosain, Alejandro Castellano, Dan Bumbescu, Jócaro, Emilia Plater... pobrecillos, entre todos ellos no han conseguido destilar ni la menor gota de genialidad.

Héroe


Soy un héroe: rechazo el mundo del engaño. Elijo la voluntad de morir. Como Tristán soy Tantrís, como Pessoa, soy Ricardo Reis, como... y así, poquito a poco, me voy disolviendo en mis heterónimos: hasta que no me recuerdes más.

Música enferma


Esta tarde, con el pantano abierto entre el tajo de los montes, parece que la voz de Van Morrison está enferma. And in evenining in june it can get so sentimental... Todo puede ocurrir en un anochecer de junio... Todo no. Tú no, tú no puedes ocurrir en un anochecer de junio, al menos parece que no.
Ahora, cuando escucho Un´aura amorosa de Cosí fan tutte, entiendo que no es la música la que está enferma: el enfermo soy yo. Como Morholt, eternamente, y para siempre, vencido.