miércoles, 30 de abril de 2014

Muletas


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Un hombre es todos los libros que lee, todos los libros que ha leído, incluso es posible que todos los libros que le restan por leer, pero, bueno, eso es otra historia. De lo que no queda duda es que un hombre es todos los libros que ha leído y que se está leyendo, es decir, que un hombre es todos los libros que lee. 

Un hombre camina sobre los libros que lee, sobre los libros que almacena, que lo imantan por dentro: un hombre es todos los libros que lee. Y avanza con ellos como un enfermo sobre unas muletas repulsivas y herrumbrosas y deja tras de sí un rastro de moco como una babosa repulsiva y como anquilosado y como meado, vejado y viejo, soportado por un andador repulsivo repulsivo repulsivo y tres veces repulsivo. 

Un hombre es los libros que lee. Un hombre es los libros que escribe, que escribe y que ha escrito y que le restan por escribir, un hombre es todo eso: en efecto, un hombre, fundamentalmente,  es todos los libros que escribe y sobre ellos, sobre los libros que escribe, pero también sobre los libros que ha leído, y sobre los libros que está leyendo y escribiendo, sobre todos ellos, se apoya como un enfermo repulsivo como sobre unas muletas repulsivas y va dejando un rastro de enfermedad repulsiva y babas y moco repulsivo tras su paso. 

Un rastro de palabras. 

Un libro es todos los hombres que escribe, un libro es todos los hombres y todos los escritores que se apoyan sobre unas muletas de palabras que dejan un rastro de palabras repulsivas como las babas de un caracol, un rastro de moco de babosa que desemboca en una caseta de la feria del libro y el libro y el hombre dejan su rastro de miasmas y el hombre su rastro de enfermo repulsivo en todas y cada una de las palabras del libro y en todas y cada una de las palabras que pronuncia el hombre y queda la imprimación del mal y de la enfermedad repulsiva en las dedicatorias de los libros firmados al final del rastro de orina y mierda que desemboca en la caseta de la feria del libro entre sonrisas de soles de atardecer, palmaditas en los hombros y vergüenzas.