sábado, 29 de diciembre de 2018

Literatura: la bandera de Robinson colocada en el punto más alto de la isla



*Esta columna apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/literatura-la-bandera-de-robinson-colocada-en-el-punto-mas-alto-de-la-isla/

El pasado miércoles día 14 tuve la fortuna de poder presentar, en la librería de La Central de Madrid, mi ensayo Ismaíl Kadaré: la Gran Estratagema, publicado por Ediciones del subsuelo. Esta circunstancia, apoyada por un montón de amigos y de público en general, unida a que el pasado jueves llevé a cabo una sesión de mi taller de literatura comparada sobre La muerte en Venecia, la novela de Thomas Mann, me ha llevado a unas cuantas reflexiones que hoy quiero compartir con vosotros en esta columna de El Odradek de Achtung!

La literatura es un acto de soledad que solo si se tiene una buena dosis de suerte se convierte en un acto de generosidad. Cuando escribimos lo hacemos inmersos en una gruta oscura y maldita, nos enfrentamos a nuestro Polifemo más amargo, que nos devora y que nos desgarra, en una batalla que, a menudo, puede resultar desesperante.
Las fuerzas contrarias que chirrían en la fricción del proceso de creación hacen del escritor una especie de huérfano, que teclea y teclea palabras con la completa ignorancia de si algún día serán leídas por alguien más que sus amigos, sus padres, o el vecino que está ya harto de corregirle los manuscritos. Escribir es un acto oscuro, clandestino.
Nunca he comprendido a quienes prefieren dejar sus trabajos en el fondo de un cajón. Eso es producto de la inseguridad, supongo, porque todo escritor —insisto, todo escritor, creedme— quiere que lo lean. De una u otra forma, pero necesita ser leído para sentirse autor, para poder creer que está haciendo literatura.
La literatura es una actividad bidireccional: del autor a los lectores, pero también de los lectores hacia el autor. Sin ese circuito de ida y vuelta no se puede concebir el acto ni el hecho literario. Un libro necesita lectores para que sea un libro, para que exista. Parece una perogrullada, pero ese mismo libro, en forma de manuscrito y en el fondo de un cajón, no es un libro, es un fracaso. Aunque, claro, la literatura se alimenta de fracasos, es más, se compone de Grandes Fracasos. Tal vez, ser escritor signifique fracasar una y otra vez…
Dejemos concepciones románticas, pero no pasadas de moda, de eso nada, y vayamos a lo de la suerte. Yo la he tenido, bastante, dado que he publicado cinco novelas (en qué condiciones ya es otro asunto) y con mi ensayo se ha obrado algo que puedo calificar de pequeño milagro. Pues bien, este pequeño milagro, que se amplifica desde el instante en que el libro aparece en las librerías, es el que me ha permitido, de nuevo, poner cara, rostros, manos, piel, sonrisas y miradas, a mis lectores.

Cada vez que he publicado un libro he llevado a cabo una presentación, y siempre con bastante éxito, suerte, o llámese como se quiera, llenando el lugar de personas que gustan de mi obra, de mi literatura, que les interesa lo que tengo que decirles: esto significa ser un escritor de éxito. Futuros autores que anheláis la fama, las ventas masivas, las grandes editoriales, no os confundáis, y sé que con el tiempo os daréis cuenta, triunfar es verse rodeado de tus lectores, aunque se tratase de uno solo, cargados del verdadero interés en tu obra.
¿Por qué motivo digo esto? Porque yo también, en algunos momentos, ansiaba ese reconocimiento absurdo, esa fama estúpida, ese falso éxito que nos vende la sociedad del triunfo. No podemos engañarnos, y yo no me quiero engañar y ahora soy capaz de reconocer algunos de mis peores errores. Me miraba en unos espejos que proyectaban una imagen equivocada. Quienes pretenden ser escritores con el mercado a sus pies y sus diagramas de barras para demostrar todo el poderío de sus ventas no son los modelos a los que debemos parecernos.
Durante mucho tiempo traté de ser un escritor con algunas de esas referencias en la cabeza, y no era más que un aborto. Me estaba engañando y forzando a querer ser lo que no debía ser. Incluso me negaba a calificarme como escritor a pesar de tener varias obras publicadas… Pero un día llego la epifanía, el momento de claridad, el instante de lucidez que me recuperó para la literatura.
Yo nunca había abandonado la literatura, pero la odiaba. Aborrecía que me hiciera sufrir tanto, que me machacase y golpeara como si fuera un puching ball, un tentetieso que solo sabe encajar adversidades. Mi amigo el escritor Juan Carlos Arce, con varios consejos deslizados en algunas conversaciones, me hizo sentirme escritor de nuevo. Y desde ese instante amé aquello que antes odiaba porque me frustraba, y fui consciente: de un acto tan oscuro como escribir sale, siempre, la luz de la literatura.
La luz se encuentra en los lectores, en todos esos rostros que, mientras escribes, intuyes detrás de tu hombro y que, cuando presentas la obra, aparecen para colonizar, gozosamente, la isla desierta en la que te parapetas. Al verlos, en ese mismo instante, te sientes escritor. Porque lo has hecho por ellos.
La creación de una obra literaria, y en esto apoyo incondicionalmente la idea de Kafka, se lleva a cabo en la inmensidad de una isla desierta. Cuando uno escribe es un Robinson sin Viernes, un enteco Rocinante sin su Quijote, un soñador siempre de vigilia, incluso un obrero especializado que entra en conflicto con la herramienta del lenguaje. Después, aparece el libro, que es alzar la bandera en el punto más elevado de la isla. Y ellos, en efecto ellos, la ven y acuden.
Un momento de la presentación del ensayo
Una vez más, con el ensayo, alcé mi bandera en el lugar más elevado de mi páramo de escritor, y los que me quieren, que son muchos, acudieron sin dudarlo. Sin reparar en el Madrid de los atascos y los embotellamientos, en el Madrid de las siete de la tarde de un día laboral, en ese Madrid que te obliga a tomar una línea de metro de 40 estaciones, ese inmenso Madrid de mierda y odio.
También, sin prestar atención a las molestias de tener que dejar a los niños con alguien, ignorando el dolor de un pie roto o sobreponiéndose a la costosa recuperación de una enfermedad, superando la claustrofobia, viajando desde los pueblos del extrarradio o dejando a un lado el agotador cansancio del ocaso de la jornada laboral. Y todo: por verme, por escucharme, y por decirme: ¡Somos tus lectores!
Y así, te encuentras con ellos, con los lectores. Eres afortunado, muchos escritores nunca lo consiguen. Y entonces, te sientes un escritor de verdad.

Escribir es trabajar muy duramente, como ha trabajado toda su vida para crear una obra canónica el protagonista de La muerte en Venecia, el escritor Gustav von Aschenbach. Pero solo con eso no vale, o no basta. Von Aschenbach representa, en cierto modo, al propio autor, a Thomas Mann, cuadriculado y metódico, prisionero de la representación de ser una imagen de sí mismo.

Thomas Mann eligió, en un momento determinado, dejar de ser Mann y convertirse en el personaje Thomas Mann escritor, y desde entonces representó su vida como un actor teatral. Igual le ocurrió a Cela, que se transmutó en un personaje que mostraba al histrión de Cela, y por ese camino deambulan muchos autores de hoy en día, atragantados de ego, azuzados por sus palmeros, siendo los papeles sobreactuados de lo que han elegido representar.
La literatura es un fogonazo pasional que ilumina la gruta oscura en donde germina, estalla, y permite llevar a cabo, el ensalmo de la creación. Muchos pensaran que esto que digo son palabras de otros tiempos, tonterías, y que la literatura es un mecanismo rutinario, producto de la repetición, que cotiza en bolsa, acampa en los escaparates y es voceada por los altavoces de los supermercados.
Pero eso no es literatura. Muchos lo sabemos. Solo cuando Von Aschenbach se enamora perdidamente del niño Tadzio y se entrega a los brazos de su pasión idealizada, solo entonces, se salva y salva su obra. Es capaz, poco antes de morir, de crear unas líneas que pasarán a la posteridad como no lo ha hecho su obra anterior, una obra que incluso aparece en los libros de texto para ser estudiada en las escuelas. Unas líneas que, fruto de ese Dionisio que ha derrotado a Apolo, finalmente, anulan la obra de toda la vida de Aschenbach y, a la par, lo hacen inmortal.
La literatura debe ponernos el mundo del revés, hacernos cruzar los semáforos en rojo, tiene que permitir que nos vistamos con camisas hawaianas y que nos comamos el pollo con las manos. Únicamente, desde el impulso creativo de la libertad se puede configurar una obra coherente que gustará más o menos, pero será un ejercicio de amor a los libros, de respeto a los lectores, de honradez al fin y al cabo.
Aschenbach parece comprenderlo poco antes de morir. Thomas Mann, sin embargo, y resulta chocante, quizás no entendió a su propio personaje que le estaba advirtiendo. Mann nos dejó una obra portentosa y monolítica, pero ¿qué podría habernos legado si se hubiera arrojado en los brazos de su Tadzio personal?
No sé si he dicho lo que pretendía decir al inicio de esta columna o si he balbuceado, simplemente, una serie de ideas inconexas que son fruto de mi impresión tras la presentación del miércoles.
Cuando falta poco para que se inicie el acto algunas personas te preguntan si estás nervioso, y claro, no lo estás. Se sorprenden. ¿Pero cómo podría estarlo? Estoy con mis lectores y voy a hablarles de literatura, que es de lo único que puedo hablarle a alguien en esta vida. Es un regalo, no un motivo de nervios. Es un triunfo, nunca un motivo de amargura ni fracaso.
Que suerte tengo de haber comprendido esto hace ya tiempo, de contar con gente que, habiendo tanto como hay por leer, han preferido leer dos veces, incluso tres, alguna novela mía. Que fortuna, inmensa, de haber contado con amigos como los escritores Juan Carlos Arce Juan Laborda Barceló —que con su brillantez me arropa durante la presentación—, por tener una editora como la que tengo y por publicar en una editorial que cree en mí.
Que suerte tengo, no ya de ser escritor, sino de sentirme escritor.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Pink Tones en el Nuevo Apolo: cuando Pierre Menard interpretó Pink Floyd


*Esta crónica apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/pink-tones-en-el-nuevo-apolo-cuando-pierre-menard-interpreto-pink-floyd/

Pink Tones en el Nuevo Apolo: cuando Pierre Menard interpretó Pink Floyd

El pasado 16 de octubre pude al fin darme el gusto de ver a Pink Tones sobre las tablas de un teatro, en concreto en el Nuevo Apolo de Madrid. Pude presenciar un concierto mayúsculo, en la línea de la excelencia a la que la banda nos tiene acostumbrados y que, además, ofreció algunas sorpresas que me resultaron emocionantes. La banda de Alvaro Espinosa, con 15 años ya sobre los escenarios, es una máquina de hacer música, de extasiar a su público, en un ejemplo de generosidad sonora que aúna respeto por los maestros y libertad creativa en las interpretaciones.

Ya lo he dicho hasta la saciedad: Pink Tones no es una banda tributo, es una orquesta de rock que interpreta la música de Pink Floyd como una gran filarmónica lo haría con las partituras de HaydnMahler o Beethoven, por ejemplo. ¿Qué significa eso? Que le imprimen a estas composiciones legendarias un sello propio que convierte sus actuaciones en una aventura para los sentidos.
En efecto, Pink Tones despliega una música sentimental, es decir, un sonido sinestésico, que se percibe no solo por el oído, también por la vista y por el tacto que produce en la piel, que suele ponerse de gallina con mucha facilidad en los conciertos de esta banda. Pero la música de Pink Tones alcanza, todavía, más allá. ¿Más allá? Sí.
Fue el escritor argentino Jorge Luis Borges quien creó a un notable personaje: Pierre Menard. Este gris escritor francés protagoniza uno de los relatos más celebrados del argentino, el titulado Pierre Menard, autor del Quijote, de su libro Ficciones del año 1944. En unas pocas páginas, se nos cuenta la biografía y la bibliografía de Menard que, como principal mérito literario, había conseguido escribir los capítulos noveno y trigésimo octavo de El Quijote cervantino, así como un fragmento del capítulo veintidós.

¿Los copió?, os preguntaréis. En absoluto. El mérito consiste en eso: Menard logró reproducir esos capítulos línea a línea, palabra a palabra, letra a letra, convirtiéndose en un Cervantes fuera de su tiempo. Menard intentó:
 “saber el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918”.
Solo de esa forma podía aproximarse a la perfección cervantina.
Al final, semejante esfuerzo desembocó en los fragmentos escritos a los que me refería antes, pero nunca a la obra completa que, sin embargo, y como afirma Borges en el relato:
A pesar de los obstáculos, el fragmentario Quijote de Menard es más sutil e infinitamente más rico que el de Cervantes”.
¿Por qué semejante afirmación? Pues porque los capítulos escritos en el siglo XX se han cargado de otros significados (insisto, a pesar de ser iguales, con las mismas palabras, puntos y comas) a la luz del momento en que fueron creados. Las reflexiones y aventuras de Sancho y su Quijote se revisten de una trascendencia muy distinta como producto espontáneo de otra época, tal y como consiguió Menard.
Borges y su siempre peculiar interpretación del mundo.
En cierto modo, Pink Tones encarnan el espíritu borgiano de este Pierre Menard porque siguen algunos de sus pasos creativos. No han intentado convertirse en Pink Floyd como Menard lo intentó con Cervantes, pero tal y como ellos afirman en su página web, y con muy buen tino:
Sin caricaturas, sin caer en lo fácil. Estudiando palmo a palmo la extensa obra de los Floyd, sus paisajes sonoros, su técnica, su filosofía de vida, los entresijos de sus espectáculos… Pink Tones no es una banda al uso y su actitud sobre el escenario dista mucho de los llamados grupos covers o tributos”.
Sin duda, en esto radica el éxito de estos Pierre Menard musicales, en que reproducen de forma espontánea esta música, cargándola así con nuevos significados. ¿O acaso el tema Money del año 1973 no puede ahora entenderse de otra forma desde nuestra perspectiva consumista desaforada del siglo XXI? ¿Y qué podemos decir de Time, también del 73, cuando ahora nuestras agendas se encuentran a rebosar y sin un minuto para nada? Estas canciones, interpretadas ahora, son demoledores alegatos contra nuestra sociedad egoísta y alienante.
Esta recarga de significados inserta la obra de Pink Floyd emanada en una tradición cultural, la de los años 70, en otra tradición cultural completamente diferente, la del siglo XXI, y por ello la dota de un nuevo mensaje totalmente distinto, aunque la estructura, la melodía, las notas y las canciones, sean exactamente las mismas.
Pero el asunto no termina aquí, todo lo contrario. El trabajo operativo que ejerce Pink Tones sobre la música de Pink Floyd significa que hay tantos grupos de Pink Floyd como intérpretes y receptores de la música de Pink Floyd. Así, se produce un trasvase personalísimo de la música del grupo, que es decodificada por cada oyente de una forma diferente en función de su propio momento existencial…
Y, además, está siendo interpretada de diferentes formas en función de los estados de ánimo de los músicos de la banda, del lugar en donde tocan, y de miles de variantes que inciden sobre esa música como el rayo de luz sobre el prisma de la portada de The Dark Side Of The Moon, con el resultado de una miríada arcoíris de nuevos tintes, sabores, texturas y matices distintos en cada actuación.

Esto es lo que diferencia a Pink Tones del resto de las bandas tributo. O por eso Pink Tones no es una banda tributo. No es lo mismo verlos en la sala de La Riviera que en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid, son un conjunto de intérpretes que desleen la partitura de Pink Floyd, nunca de dos formas iguales. Las bandas tributo, epígonos, además de buscar un grotesco parecido con la referencia que imitan, interpretan maquinalmente, una y otra vez de la misma forma, los temas aprendidos de la banda.
Simplemente hay que insertar las canciones de Pink Floyd en el discurso político y social del momento en el que vivimos para que la apoteósica interpretación de One Of These Days nos ponga los pelos de punta insertada en la marea posmoderna de violencia y crispación que soportamos (por cierto, uno de los temas donde la banda raya a mayor altura y que en un ejercicio menardiano han convertido en plenamente suyo).
Nos ocurre lo mismo con el resto de las canciones, desde Another Brick In The Wall, revestida como ninguna de una nueva significación, Wish You Where Here o Shine On Your Crazy Diamond… Pink Tonesreformula la visión del mundo contenida en los temas de Pink Floyd y de esa forma nos ofrece un concierto gilmourianomenardiano y pinktoniano. Y en esa Santísima Trinidad (sin olvidar lo watersiano, por supuesto) radica el éxito de este descomunal ejercicio de inteligencia musical.

Y no cabe duda: el estado natural de Pink Tones es sobre la tarima de un teatro, con la tramoya a las espaldas y la cuarta pared brechtiana enfrente mientras las melodías floydianas corretean entre bambalinas. Es ahí donde deben estar. Son animales de teatro, porque este hábitat les permite dotar a su música de un relieve especial, casi reverencial e intimista, tal y como exigen muchas de las piezas de Gilmour y Waters.
¿Nos tomaríamos un valiosísimo coñac en un vaso de tubo? Evidentemente no: para eso está la copa de balón, que recoge mejor las fragancias y el buqué. Pues ocurre lo mismo a la hora de degustar a esta banda. Entiendo que las salas de rock y los pabellones sean tal vez más populares, pero los matices, los aromas, las maderas, la riqueza de la música que ejecutan, necesita de un entorno teatral para que podamos saborearla en todo su esplendor.
En el repertorio, como dije antes, algunas sorpresas emocionantes. Un Empty Spaces seguido de un Young Lust descomunal entregados para empezar y esa interpretación de Nobody Home en el primer bis. Esta canción me resultó especialmente notable. Primero, por que la considero una de las mejores composiciones del disco de The Wall, aparece dentro de su aparente sencillez entre el maravilloso barroquismo conceptual de la obra, y después porque me alegró que Pink Tones la recuperaran demostrando así que es un temazo; y además porque Álvaro Espinosa la interpretó al mejor estilo Waters: con el butacón y la lampara, tal y como lo hace en sus giras.
La suite de Dogs, del disco Animals, un Brain Damage/Eclipse tomado de The Dark Side Of The Moon o la interpretación íntegra del álbum Wish You Where Here (algo que cada vez que lo hacen me sigue admirando y maravillando), viene a demostrar sobre qué conceptos musicales ancla sus firmes raíces Pink Tones.
Aunque siempre incluyen varios temas del disco The Wall, el grupo nada, aletea y respira en el repertorio de tres discos que resultan fundamentales para la historia de la música rock: The Dark Side Of The MoonWish You Where Here y Animals; un abanico temporal que encierra desde 1973 a 1977. Saben que, dejando aparte The Wall, son los momentos de mayor explosión y riqueza creativa, y que las canciones de esa época se adaptan a la perfección para la naturaleza interpretativa del grupo.


Esta es una opinión producto de haberlos visto ya varias veces: es en la gélida y hermosa Shine On Your Crazy Diamond, en la fervorosa Have A Cigar? y en la demoledora Welcome To The Machine, además de en la monumental interpretación que hacen de TimeMoneyThe Great Gig In The Sky, Us & Them, Brain Damage y, especialmente, en ese sobresaliente y estremecedor final con Eclipse, en donde Pink Tonesdemuestran toda su solidez, la garra y lo enorme de su valía.
Por supuesto, uno siempre echa de menos alguna que otra canción dentro de un repertorio de casi tres horas de música. Esta vez no tocaron Run Like Hell, algo que personalmente no me importa mucho, no soy muy partidario de esta canción. Terminaron con Confortably Numb, como no puede ser de otra forma, pero me hubiera gustado escuchar en el teatro High Hopes (quizás la última gran canción de verdad de Pink Floyd) y cómo no, mi eterna reivindicación: que algún día suene On The Turning Away.
Pero por encima de estas pequeñas manía personales, producto de querer reivindicar algo a un espectáculo que ya de por sí es perfecto, un concierto de Pink Tones es una obra de música clásica, puesto que clásico es el grupo al que interpretan, clásicas sus canciones, y maestros los intérpretes que, una y otra vez, nos las aproximan a nuestros días.
Puedes comparar esta crónica del concierto en el Teatro Nuevo Apolo con aquella que hicimos en Achtung! del concierto en La Riviera de noviembre de 2017:
Y si deseas saber algo más de la personalidad de Álvaro Espinosa, no dejes de leer esta entrevista que le realizamos para nuestra Galería de Cronopios:

sábado, 15 de diciembre de 2018

Cuando recomendar libros es un arte: cuentas del Instagram literario



*Esta columna apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/cuando-recomendar-libros-es-un-arte-cuentas-del-instagram-literario/

Esta semana me he llevado una enorme alegría al aparecer en la serie de fotografías que una cuenta de Instagram, @emotionalbooks, hace recomendando libros. No son unas fotografías normales, siguen un riguroso criterio artístico poniendo en escena algo significativo del libro, al que acompaña una nutrida reseña crítica. Por eso, ver escenificada la que hasta la fecha es mi última novela, Casillero del diablo, me ha hecho sentirme orgulloso y agradecido, porque se ha insertado en una serie en donde han aparecido Kafka, Eurípides (ojito a la serie de clásicos grecorromanos que es espectacular), Gil de Biedma, Cummings, Sender, Bolaño y un larguísimo etcétera.  Cuentas como esta hacen que me sienta optimista en Instagram, una red social que, no obstante, presenta otros problemas ya comentados y de sobra conocidos. Por eso, hoy, voy a hablaros en este Odradek de algunas cuentas de IG que recomiendan libros de formas que merecen mucho la pena.

Empecemos por el principio. Tras la monumental sorpresa que me llevé al ver el trabajo que de Casillero del diablo hizo @emotionalbooks, no pude menos que indagar un poco en la forma en que se gestó esa idea. Ya os he puesto aquí el identificador de la cuenta para que os podáis sorprender con su manera de aconsejarnos lecturas. No dejéis de visitarlos.
El propio Joan y Marina (sra_bibliotecaria) poniendo en imagen mi novela Casillero del diablo para @emotionalbooks (foto cortesía de @emotionalbooks).
Detrás de Emotional Books (también podéis buscarlos en Facebook) se esconde Joan, que subió la primera foto a la cuenta un 13 de enero de 2016 para recomendarnos uno de mis libros favoritos, de todo un Premio Nobel, Alexander SolzhenitsynUn día en la vida de Ivan Denisovich. Después, empezaron a caer fotografías de otros textos, cada vez más cuidadas, más trabajadas, hasta producir series temáticas, temporadas —creo que van por la número 12—, para generar un proyecto artístico que aúna fotografía y literatura apoyado en una desbordante imaginación para plasmar en una imagen el espíritu de un libro.
Más de cien personas han participado o colaborado en la fotos de Joan, que es fiel a una máxima y a una cita. La máxima que guía a Emotional Books, como anuncia en el encabezado de su cuenta, es que “leer es sexy”, y lo refrenda con las palabras del cineasta John Waters:
Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles”.
Creo que no hay mucho más que añadir a esta perspectiva literaria con la que me muestro completamente de acuerdo.
En el caso de la foto de Casillero del diablo parece que las cosas fueron algo improvisadas, y a veces esa es la mejor forma de hacer las cosas. En este caso, con ayuda de la conocida en Instagram como @sra_bibliotecaria, plasmaron en imagen la representación de mi novela. Acertadísimamente. El resultado ha sido emocionante para mí, cumpliendo la cuenta con lo que promete: ser Emotional Books.
No os perdáis las fotos de Tristana de GaldósCien años de soledad de Márquez,  A sangre fría de CapoteCinco horas con Mario de Delibes, buenísima es la de La ciudad y los perros de Vargas Llosao la de El proceso de Kafka; divertidas son, además, las de Frankenstein de Mery ShellySostiene Pereira de TabucchiLa muerte en Venecia de Mann, o la gran puesta en escena para It de Stephen King.
Genial puesta en escena de El proceso de Kafka (foto por cortesía de @emotionalbooks).

Puesta en escena de Nunca me abandones, del Premio Nobel Ishiguro (foto cortesía de @emotionalbooks).
Tremenda recreación de La semilla del diablo, de Ira Levin (foto por cortesía de @emotionalbooks).
En cualquier caso, entrad en la cuenta y corred por sus fotos porque viajaréis por un montón de libros inolvidables, recomendados y reseñados de una forma original, novedosa y no exenta de humor; todo un arte. Solo me queda el deseo de, algún día, poder colaborar en alguna serie, protagonizando una mis lecturas favoritas. Espero que eso ocurra.
Otra cuenta para tener muy presente es @cunaliteraria, tras la que se encuentra Macarena Berjano. Empezó un 4 de septiembre de 2015 subiendo un mosaico de fotos que componían un cuadro del pintor ruso Vasili Perov, el de Troika, que representa a tres niños junto a un perro mientras tiran de un carro que lleva un depósito de agua en mitad de una helada  (y en efecto, Perov es el autor del inolvidable retrato de Dostoyevski).
El pintor Perov y el inmortal retrato del escritor Dostoyevski:

¿Por qué este pintor ruso para iniciar esta cuenta literaria? Pues porque @cunaliteraria es una cuenta que hará las delicias de los amantes de la literatura rusa, y de la literatura y la cultura eslava en general, dado que se especializa en este campo. Cuadros, fotos, pinturas, citas y todo tipo de referencias a ChéjovGógolPasternakTólstoiBulgakov, etcétera, para rendir homenaje a una literatura tan fascinante y rica como el país que la produce.
El cuadro Troika, de Perov.
Además, Macarena Berjano complementa la cuenta con The Russian Club, un club literario que se reúne en Madrid y en donde se busca el aproximamiento a las grandes obras rusas desde el espíritu crítico y de análisis. Una iniciativa interesantísima de la que me gustaría participar asistiendo a alguna de sus sesiones.
Por su parte, @sr.palido presenta fotos de portadas de libros, acompañadas de citas entresacadas de las obras y alguna reflexión personal. Nada más. En esta cuenta, que se inició con una foto de La hermanade Sándor Márai, no caben otras historias que no sean los libros, sus portadas y su contenido.
La cuenta aún no tiene muchas publicaciones, anda por 61, pero el sobrio trabajo informativo de este Señor Pálido nos trae a Vonnegut, Celan, mi admirado Von RezzoriSalingerBarojaJoseph RothHölderlin o Foster Wallace. Una cuenta con vocación muy informativa y a la que hay que ir siguiendo de cerca, a ver cómo evoluciona.
Otra cosa bien diferente es @indiebooks01, que empezó un 14 de julio de 2017 con una divertida foto del director de cine Alfred Hitchcock mordiendo un libro. Porque de eso trata el contenido de esta cuenta, de publicar fotos de personajes de la cultura, a ser posible escritores, pero también tienen cabida políticos, cineastas, cantantes, etcétera, mostrándonos su relación con los libros.
Aquí podemos contemplar leyendo, como unos fisgones culturales, a Marilyn Monroe, a Dalí con un libro sobre Dalí entre sus manos, una muy curiosa de Boris Karloff sin su maquillaje frankensteiniano y con un ejemplar de El Grinch que robó la Navidad, a Bukowski besando su máquina de escribir (¡cómo te comprendo Hank!), a Dee Dee Ramone (sí, lo habéis leído bien, Dee Dee Ramone leyendo), un elegantísimo David Bowie (savoir faire hasta leyendo, en lo que parece la sala de espera de un aeropuerto), FaulknerEinsteinJoyce e, incluso, Sylvester Stallone o el presidente Kennedy.
@indiebooks01 es una de las cuentas más curiosas por el tipo de fotografías que ofrece. Daos una vuelta por ella. Además, tiene la capacidad de poner de buen humor tras su visita.
De @soseki_and_company os diré, y ya se infiere por el propio nombre, que es la cuenta de una mujer que adora los libros y la cultura oriental, tal y como se define en el perfil. Sin embargo, por aquello de que la literatura son vasos comunicantes, inauguró la cuenta con una foto del Clarissa de Stefan Zweig, allá por marzo de 2017.
Después, un montón de buenas fotos, no necesariamente de libros de autores orientales, en las que la oferta cultural es un tutti frutti de escritores necesarios. La cuenta se completa con la redirección, si así lo deseas, a un blog del mismo nombre en donde puedes ahondar en la personalidad y gustos de esta lectora. Lleva poco, y por ello aún no posee muchas publicaciones —en ningún caso he seleccionado estas cuentas porque sean seguidas masivamente, sino por las recomendaciones que me han hecho para que las visitara y por lo interesante de sus contenidos—, pero es una referencia que hay que seguir.
Por último @thepapertracks: esta cuenta es increíblemente original, toda una demostración de ingenio. Utilizando portadas de discos, se llevan a cabo cubiertas de los grandes clásicos de la literatura y del pensamiento universal. Lo entenderéis mejor viendo la que fue su primera publicación, El contrato social de Rousseau conformado con la portada del disco Wish You Where Here de Pink Floyd. ¿Se puede ser más ingenioso?


Pues sí que se puede, desde luego, y la cuenta lo demuestra con cada publicación. La portada del Transformer de Lou Reed para Frankenstein (¿cuántos no hemos pensado en esta asociación alguna vez?), o la de un disco de Marilyn Mason para el Drácula de Stoker; la del Quadrophenia de The Whocomo portada del Club de lucha de Palahniuk o la del primer disco de King Crimson para La naranja mecánica de Anthony Burgess y el Flashpoint de The Rolling Stones para Fahrenheit 451 de Bradbury. Absolutamente genial.




No os digo mucho más, entrad y descubrid El proceso de Kafka (con la portada de un disco de The Cranberries), El nombre de la rosa de Umberto Eco con los Red Hot Chili PeppersEl capital de Marx con la portada del Animals de Pink Floyd… Cada una mejor que la anterior. Es de mis cuentas favoritas.
Además de todos estos sitos de Instagram de los que os he hablado, y perdonadme la inmodestia, está @literatura_instantanea, mi cuenta, donde desde hace dos años vengo ofreciendo 59 segundos de críticas, recomendaciones y análisis de libros. Si os interesa saber más, pasad a verla, yo creo que os sorprenderá.
Así que todas estas cuentas que he recomendado se caracterizan por algo muy importante: la generosidad a la hora de compartir contenidos, lecturas y conocimientos literarios sin obtener nada a cambio (o tanto como la satisfacción personal de hacer bien las cosas). Ninguna de estas cuentas realiza unboxings histéricos (esa práctica consistente en abrir cajas y más cajas repletas de libros que les han enviado las editoriales y que en ningún caso podrán leer, y que reseñaran con descuido), ni reciben gran cosa por hablar de ellos. Vamos, que lo hacen por amor al arte, a la literatura, y en eso radica la fuerza de sus críticas y sus recomendaciones. En la sinceridad.
Por eso, si todavía no estás en Instagram porque te parece una bobada y una pérdida de tiempo, piensa que existen otros mundos por descubrir, y el Instagram literario generoso y bien entendido existe (no el de la poesía patética basada en miles de seguidores o el del famoseo artificial). Es más, me atrevo a decir que el Instagram literario sorprenderá a más de uno que ni se imagina que en esta plataforma se pueda estar dando semejante movimiento cultural.
Para muestra, la calidad de las cuentas que os he traído hoy a El Odradek de Achtung!. Si amáis la lectura, los libros, y no estáis en este Instagram literario, no formáis parte de él, de verdad que no sé a qué estáis esperando. Decidme, ¿a qué esperáis?

sábado, 3 de noviembre de 2018

La utopía de la biblioteca ideal: esos libros que hay que leer antes de morir



*Esta columna apareció en achtungmag.com:


Una vez más, una de las asistentes a mi taller de literatura comparada me formuló una pregunta compleja: ¿Cuáles son los libros que uno debería leer con seguridad antes de morir? Y después, amplió el desafío: ¿Qué libros hay que leer para considerarse con una educación humanista? ¿Qué libros deben figurar en una biblioteca ideal? No son preguntas que se deban responder a la ligera. El universo de Internet anda repleto de listas, de recomendaciones y de prescripciones sobre los libros que se consideran fundamentales, clasificaciones subjetivas que obedecen a criterios de gustos y disgustos. Hoy, en este Odradek, me toca a mí reflexionar sobre estos asuntos que, de vez en vez, atormentan a los bibliófilos y a los lectores.

Hace tiempo, la editorial Grijalbo publicó un volumen con el interesante título de 1001 libros que hay que leer antes de morir. Abramos esta caja de Pandora cultural y echemos un vistazo, somero, a su interior.
El libro se nos ofrece como:
la recopilación definitiva de los libros que todo el mundo debería leer”.
Como imprescindibles aparecen Las mil y una noches, varios textos de Kafka, pero no entre ellos La transformación; se incluyen relatos —de Poe, por ejemplo—, pero falla en las obras clásicas de Greciay Roma. Una selección discutible.

De la consulta de esta lista, y de algunas otras, acabamos consiguiendo mayor despiste y perplejidad de las que ya teníamos. No sabemos muy bien a qué atenernos. ¿Qué motivos llevan a unos compiladores a opinar que La transformación no reúne méritos que la capaciten para figurar en el corpus de un libro que recomienda lo que hay que leer antes de morir y, sin embargo, incluye como obligatoria La historia de Genji, de Murasaki Shibiku? ¿Tan crucial resultará para nuestras vidas haberse leído Historia de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo? Incomprensible.
Pese a todo, la lista presenta grandes aciertos inesperados: La parranda del gallego Blanco AmorAusterlitz de Sebald, o el propio Kadaré, junto a disparates monumentales, obras que, desde luego, se encuentran a años luz de ser tan imprescindibles como para hacerles  un hueco entre esas 1001Julia NavarroZafón o Almudena Grandes.
Visto lo visto, después de consultar otros compendios que exhiben en sus solapas las promesas de orientarnos en la confección de una biblioteca ideal, o el polémico, inexacto y poco satisfactorio, Canonde Harold Bloom (en donde además ridiculiza y humilla a la literatura española), se puede llegar a una conclusión: hay tantas bibliotecas ideales como lectores, tantos libros imprescindibles como gustos, y las preguntas son preguntas sin solución… ¿O tal vez no?
Me aventuro a asegurar que puedo responder satisfactoriamente. Primero, necesito determinar que cualidades hacen a un libro tan necesario, tanto, como para que lo tengamos que leer antes de morir. ¿Respondemos a criterios de calidad, de estilo, de recepción, de favores de la crítica, de legiones de lectores? No, ninguno de ellos sería un criterio serio, ni valido, ni sincero.
El libro imprescindible, ese que hay que leer al menos una vez antes de morir, es aquél que nos transforma. Somos una persona antes de leerlo, y otra bien diferente una vez terminada la lectura. El texto ha obrado una metamorfosis en nosotros, nos ha cambiado; lo hemos incorporado a nuestro interior y ya no nos abandonará nunca. Forma parte de nuestras células, de nuestro ADN, de nuestro torrente sanguíneo, y nos altera la sustancia, nos ha hecho diferentes.
Esto, evidentemente, presenta un problema: no sabemos que un libro actuará así sobre nosotros hasta que lo hayamos leído. No sirven las recomendaciones, porque un efecto similar en el prójimo no significa que vaya a suceder en nosotros. Así que, leeremos montones de libros que no operen ese resultado, y que serán del todo prescindibles. Pero, entonces, aparecerá un volumen que obre el cataclismo. Ya lo podemos colocar en nuestra biblioteca ideal. Acabamos de inaugurarla.
Obviamente, uno se puede guiar por gustos y críticas para intentar orientarse, y elegir algunos de esos libros que han tenido ese efecto, o parecido, en otros lectores. Conformar la biblioteca ideal es una labor de acierto y error, y solo descartando lo que no nos emociona, encontraremos lo que nos entusiasma. Por ello, construir la biblioteca ideal es una tarea de toda una vida, al igual que nos moriremos sin haber leído todos los libros imprescindibles que hay que leer antes de morir simplemente porque, esos libros, los iremos descubriendo a medida que los leamos.
Aún así, muchos queréis pautas, títulos, nombres. Os advierto que los títulos que citaré a continuación me han removido por dentro, han sido esa gran bola de demolición para mi espíritu, pero ello no significa que tengan que ser cargas de dinamita para vosotros.
En una biblioteca ideal es imprescindible tener algunas de las obras clásicas de Grecia y Roma, obras que han conformado las tradiciones literarias, los mitos, los símbolos y los géneros que han venido después. Así que de esta literatura germinal considero imprescindibles la Ilíada y la Odisea, ambas de Homero, pero no así la Eneida de Virgilio, desvirtuada por su carácter de propaganda política. El asno de Oro de Apuleyo y las Metamorfosis de Ovidio; también las tragedias de Esquilo y la poesía de Catulo.
Como creadores de la novela moderna considero imprescindibles Las Confesiones de San Agustín, el Lazarillo de Tormes y el Quijote, pero veo menos valor en la Celestina o el Buscón, aunque añado el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán en lo referente a picaresca. Por supuesto, no dejo de lado a Shakespeare, pero no todo Shakespeare, con tan solo HamletJulio César y La tempestad, nos bastará. Además, añadiremos las Novelas ejemplares de Cervantes.
A vuela pluma, y sin ser muy juiciosos, dejándonos llevar únicamente por las emociones que desencadenaron en nuestro interior, jamás dejaría a un lado la Divina Comedia de Dante, el Decamerón de Boccaccio y no obviaría el Werther de Goethe —por encima de cualquiera otra obra de Goethe—, ni el Cándido de Voltaire. Además de Frankenstein de Mary Shelley y el Drácula de Stoker, junto a Los novios de ManzoniRojo y negro de Stendhal (pero no así La cartuja de Parma), los relatos de PoeLa muerte de Ivan Ilich, de Tolstoi y Crimen y Castigo de Dostoievski.
Por supuesto, por supuesto, también La regenta de Clarín Madame Bovary de Flaubert…, pero no me parece tan imprescindible Proust… Y si nos metemos en harina del siglo XX ya la lista se desboca de forma imparable. Tanto, que me limito a dar nombres en lugar de títulos: MannBöllGrassHesseBufalinoLampedusaKunderaUpdikeKadaréFoster WallaceKafkaJoyce, ZweigRoth…, y etcétera, etcétera, etcétera. Y Miller, y Bernhard, y Kerouac. Y luego los hispanoamericanos. Y los de literaturas escritas en lenguas “no dominantes”, como africanos, checos, búlgaros, polacos, albaneses…
Conformar una biblioteca ideal es una tarea utópica. Solo podemos ir añadiendo a ella libros a medida que los leamos. De igual modo, realizar un recorrido intelectual para obtener una formación humanista o en humanidades, se antoja casi imposible. Siempre habrá títulos que nos sobren y títulos que nos falten. A tal efecto, me pregunto si resulta de verdad necesario leer El discurso del método de Descartes o El príncipe de Maquiavelo desde nuestra perspectiva actual. Habrá quién opine que si y quién sostenga lo contrario.
Estrechemos el cerco: ¿Es necesaria la lectura de alguno de estos libros, impuesta como elemento inamovible de un acervo cultural que debemos adquirir? Sinceramente: no. Los libros imprescindibles son aquellos que nos resultan imprescindibles a nosotros, esos que nos han salvado la vida en alguna ocasión. Es más, nuestra biblioteca debería estar conformada solo por este tipo de libros.
En este enlace puedes leer una reflexión sobre lo que son y significan esos libros que pueden salvarnos, o de hecho nos han salvado, la vida:
Y ahora me pongo serio, porque hay quién opinará que no me he mojado lo suficiente, y voy a ofrecer dos listas distintas de diez libros cada una.

Diez libros que hay que leer antes de morir (da igual el orden):
La broma infinitaDavid Foster Wallace
El malogradoThomas Bernhard
Windows On The WorldFrédéric Beigbeder
El tambor de hojalataGünter Grass
El Palacio de los SueñosIsmaíl Kadaré
Las mentiras de la nocheGesualdo Bufalino
Solenoide-Mircea Cӑrtӑrescu
La transformaciónFranz Kafka
Matadero CincoKurt Vonnegut
AusterlitzSebald

Diez libros que hay que tener en una biblioteca ideal:
Berlín AlexanderplatzAlfred Döblin
Una soledad demasiado ruidosaBohumil Hrabal
Los versos satánicosSalman Rushdie
La insoportable levedad del serMilan Kundera
Si una noche de invierno un viajeroItalo Calvino
ReconstrucciónAntonio Orejudo
AméricaJames Ellroy
Los cuarenta días del Musa DaghFranz Werfel
Momentos estelares de la humanidadStefan Zweig
El miedo del portero al penaltiPeter Handke

Y de regalo, diez libros que, por uno u otro motivo, me cambiaron la vida:
SpiritusIsmaíl Kadaré
Bella del SeñorAlbert Cohen
El rodaballoGünter Grass
Ampliación del campo de batallaMichel Houellebecq
La vida nuevaDante Alighieri
El libro del desasosiegoFernando Pessoa
El oficio de vivirCesare Pavese
El AlephJorge Luis Borges
De sobremesaJosé Asunción Silva
Natura Morta-Josef Winkler

Recordad que cada vez que empezáis un libro es posible que estéis añadiendo un nuevo volumen a vuestra biblioteca ideal. Eso significa que en cada lectura, en cada texto, puede encontrarse el instante de la epifanía, ese momento irrepetible que puede hacernos mejores. Y eso solo lo consigue la buena literatura. La Gran Literatura.