martes, 30 de enero de 2018

Álvaro Espinosa, músico; “Al final un disco, un libro o una conversación, es todo lo mismo: comunicación”



*Esta entrevista se publicó en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/al-final-disco-libro-una-conversacion-lo-comunicacion/


Nuestra Galería de Cronopios recibe a Álvaro Espinosa. Es la guitarra, la voz y el líder del grupo Pink Tones, y hablamos con él un dia antes del último concierto del grupo en Madrid, con el que cierran la gira de 2017, esa que lleva por título The Return Of The Son Of Nothing Tour. Pink Tones son una de las mejores bandas, de entre las muchas que existen, dedicadas a interpretar canciones de los legendarios Pink Floyd, por no decir que, acaso, sean los mejores. Además de charlar sobre la actividad de Pink Tones, también atenderemos a la carrera en solitario de Álvaro Espinosa en un proyecto paralelo que tiene por nombre The Sleeping Philosophers, y que acaba de presentar nuevo disco: Zenda.

Puedes encontrar la crónica que hicimos en Achtung! del concierto de Pink Tones en este enlace:


También, una reseña del disco Zenda, de The Sleeping Philosophers, que realicé para el sitio web Mi Nueva Edad, en donde fue el disco del mes de noviembre:


Y, como no, un minucioso análisis de Zenda llevado acabo aquí, en Achtung!:


Revista Achtung!: ¿Por qué la guitarra y por qué la guitarra de Pink Floyd?
Álvaro Espinosa: Estas cosas vienen de niño. Ya con tres años, mi padre me ponía un montón de música. Estaba hipnotizado durante horas mirando el tocadiscos. Mucho antes de tener cualquier contacto con un instrumento, mi padre ya me ponía a los Beatles, a Pink Floyd y, sobre todo, a Adriano Cellentano. Toda esta música forma parte de los recuerdos de mi infancia y, en concreto, en el caso de Pink Floyd, la intro de Shine On You Crazy Diamond me fascinaba porque era un sonido alucinante. Sin embargo, que me decidiera por la guitarra fue algo posterior. Creo que, de verdad, el momento en el que elegí que quería tocar la guitarra fue cuando escuche la intro de Money For Nothing de Dire Straits. Era pequeño, y cuando escuchas una cosa así te llega de una forma tremenda, y ahí es donde lo decidí. Así que a la guitarra llegué por Knopfler, pero a la música lo hice con Cellentano, Beatles y Pink Floyd.
Revista Achtung!: ¿Después de un tiempo tocando canciones de Pink Floyd cómo se afronta el momento de tener algo propio que decir musicalmente hablando? ¿Tomar distancia con Pink Floyd es una obligación o una necesidad?
Álvaro Espinosa: Bueno, es algo natural. Yo no soy Pink Floyd, y no quiero serlo. Toco música de Pink Floyd, pero ya está. Y me parecería muy poco creativo, además, hacer algo que ya ha hecho otra persona. Por eso mi música va totalmente en otra dirección. Grupos como Pink Floyd, lo que sí que te inspiran, es a seguir tu propio camino, tal y como hicieron ellos, que compusieron una música muy diferente al resto.
Revista Achtung!: Siempre he entendido la literatura como una conversación de unos autores con otros, de unos libros con otros. Creo que The Sleeping Philosophers aglutinan influencias de la misma forma, entablan una conversación con los grandes del rock, ¿con quienes conversan y por qué?
Álvaro Espinosa: Pues sí, todo se te queda en el subconsciente, y todo lo reciclas. Soy muy fan de Queen, y la forma en que aparece Queen en mis canciones es, sobre todo, con el estilo cabaret de Freddy Mercury; esas canciones que tienen Queen al estilo de jazz, algo que me enlaza con la música de Nueva Orleans de los años 20 y ese jazz muy, muy antiguo, que es el que me gusta.
Revista Achtung!: En el disco Zenda, de The Sleeping Philosophers, inspeccionas estilos de diferentes músicas del mundo, como por ejemplo, influencias árabes o balcánicas.
Álvaro Espinosa: Hay una influencia balcánica muy clara. Y música árabe, por supuesto. Estas mezclas son el sello de The Sleeping Philosophers. En otros discos he hecho guiños al Este, pero es que en este disco me he ido totalmente al Este. No es que yo haya escuchado mucha música balcánica, pero en los últimos tres años sí que he asistido a algunos conciertos de este estilo. Realmente, todo esto viene de que yo soy muy fan, pero muchísimo, de Sisters Of A Down. Esta es una de las grandes influencias, sin las guitarras heavies, es cierto, pero su espíritu está detrás del disco. Las raíces de las canciones de Sisters of A Down son armenias, porque aunque ellos son californianos, son de ascendientes armenios. Y a mí me llama mucho la atención este espíritu de la música del Este.
Revista Achtung!: Volviendo a Pink Tones, ¿te resulta sorprendente que un grupo que interpreta canciones de otro grupo aglutine tantos seguidores y tan fieles?
Álvaro Espinosa: Pues sí. Es algo curioso, sobre todo porque yo tengo esa disociación entre que yo hago mi música y que a la vez soy la cara visible, por decirlo de alguna forma, de Pink Tones. Me siento muy contento, porque es una forma de mantener viva esa tipo de música, la música de Pink Floyd. Y modestamente, creo que nosotros le aportamos un granito de nuestra personalidad, que siempre enriquece. Luego te podrá gustar más o menos, pero ese matiz es importante. Lo que pasa es que a la música original no se le da la misma oportunidad, por lo que tengo aquí un pequeño conflicto. Y no se le da una oportunidad a la música nueva porque yo creo que hay demasiada producción y al final solo sale a la luz, al mercado, lo que se paga.
Revista Achtung!: ¿Es España uno de los peores países para que destaque el talento en algo creativo o, simplemente, esto es algo inherente a la crisis de valores del humanismo y es igual en todos los sitios? ¿El arte y la cultura han dejado de importar? ¿Lo crees así?
Alvaro Espinosa: No me atrevo a hablar de otros países porque no los conozco tan a fondo. La cosa está bastante mal aquí. Y es posible que en otros sitios si no es igual, será parecido. Es un problema de lo que llega a la masa; cuando dicen que ya no se hace música como se hacía antes no es verdad. Se está haciendo un montón de música increíble. Lo que ocurre es que esa música no llega a ningún lado. Mira, tengo amigos, conozco grupos, he visto conciertos en los que sólo estábamos diez personas y que eran increíbles. Luego veo documentales y conciertos de músicos de otros países y los de aquí se los comen con patatas. Con lo cual, es más un problema de cómo está hecho el mundo ahora, y eso no solo ocurre con la música, ocurre con todo. Cada uno trabaja para su personaje y su interés, la red social es su pequeño escenario, y hay ya tanto que es muy complicado llegar a las masas. Hace muchos años, cuando solo existía un canal de televisión, si salías ahí te conocía todo el mundo, pero ahora está todo ultra fragmentado. Incluso apareciendo en algún gran medio como un periódico, llegas muy poquito, e incluso para llegar tan poquito, tiene que ser pagando. Es la única forma, con lo que todo lo que oyes ya no es lo bueno, sino lo que se ha pagado.
Revista Achtung!: Entonces, ¿con este panorama se puede ser un músico profesional en España? Y si eso es imposible…, ¿de qué puede vivir un músico profesional?
Álvaro Espinosa: Pues un músico profesional debería vivir de hacer música. Yo conozco alguno, un amigo mío toca en la banda de Buenafuente, y supongo que los que acompañan en las giras a David Bisbal también viven de la música… Lo que ocurre es que en España ya no existen músicos profesionales. Estos ejemplos que te menciono son la excepción a la regla. Así que necesitamos tener otro trabajo que nada tiene que ver con la música, como en mi caso. Y me siento afortunado porque tengo un trabajo que no interfiere en mi vida artística.
Revista Achtung!: ¿Qué espinita tienes clavada, musicalmente hablando?
Álvaro Espinosa: Cuando haces una canción es como si tienes un hijo. Que no tenga éxito, o no sea conocida, en realidad no te da rabia por ti, sino por ella, por la canción, que ves que nadie le hace ni caso. Así que no es por ningún afán de gloria ni nada parecido, es porque te da pena que eso que tú crees que está bien y merece la pena, y sabes que hay gente a la que le gustaría, no les va a llegar nunca.

Revista Achtung!: Tanto con Pink Tones como con Sleeping Philosophers, ¿es el show business uno de los grandes enemigos de estos dos conceptos musicales?
Álvaro Espinosa: Yo creo que, como te decía antes, es más bien como está montado todo ahora. El show business… ¿Qué es el show business ahora? Yo creo que ese show business del que hablas ya solo existe a otro nivel, y no tiene nada que ver con lo que había en los años 70, 80 o 90. La democratización actual de la música ha traído cosas buenas, una gran cantidad de propuestas, pero tiene algo muy malo: todas estas propuestas no se oyen. No llegan. Antes, el filtro era la industria musical en sí. Por supuesto, no era algo perfecto, ni mucho menos, pero al menos había una gente que filtraba. Obviamente muchas cosas comerciales pasaron ese filtro y otras buenas se quedaron ahí, ¿pero ahora cómo vas a seleccionar entre los trescientos trillones de discos que hay? A mí me pasa. Me pongo en Spotify y me pregunto: ¿qué escucho? Y los pocos filtros que hay, las entrevistas, las revistas, o las recomendaciones en la radio…, pues la verdad, me parecen muy malas, y veo colegas míos muy buenos que han terminado por tirar la toalla. Y son gente que es buenísima. Son geniales haciendo música, pero no vendiéndose. Y ahora te llega el que mejor se vende, no quienes mejor música saben hacer. Una noticia de música en los medios no es una noticia: es propaganda.
Revista Achtung!: ¿El que ahora se esté experimentado un boom de bandas tributo, Queen, Genesis, Springsteen, Camel, Dire Straits, es un indicativo de la mala salud de la música actual y de que cualquier tiempo o grupo pasado fue mejor?  ¿O de que este tipo de música ya no se hace ahora y sí existe un tipo de público que la demanda?
Álvaro Espinosa: No, no lo creo. Simplemente, ese tipo de bandas tributo están ahí porque, Dire Straits, Queen o Genesis, llegaron a la gente en su momento. No se trata de la música que hicieron, o no solamente eso, sino que esos grupos adquirieron un significado una vez que empezaron a formar parte de la conciencia colectiva de la gente. Así, las canciones crecen. Esas canciones son importantes porque las hizo grandes la gente, aparte de que sean buenísimas. La gente las ha llevado hasta otro lugar. Y con lo que se hace ahora es muy difícil que eso ocurra. Entre que no encontramos, o yo personalmente no encuentro nada, porque es imposible encontrar nada que destaque entre todo este maremágnum que hay, y que las canciones actuales ya no tienen el peso que tendrían si estuvieran en la conciencia de la gente, pues me tiro a lo antiguo. Es lógico.
Revista Achtung!: ¿A la hora de hacer temas de Pink Floyd que ha pesado más, la admiración por la banda o el desafío técnico que os obliga a demostrar y demostraros que sois unos grandes músicos?
Álvaro Espinosa: No nos lo planteamos así. Lo hacemos por el puro placer de hacerlo. Al principio, puede que fuera un desafío técnico, pero ahora ya no. Hemos capturado el espíritu. Cuando se junta un grupo de músicos se establece una comunicación, una química, y una vez que se consigue el grupo ya suena. Y sea un tributo o un no tributo, eso da igual, hay que conseguir un balance.
Revista Achtung!: ¿Qué miedos te asaltan antes de salir a un concierto?
Álvaro Espinosa: Ninguno. Y te diré el motivo: porque se trata de un tributo, y yo voy con la armadura de Pink Floyd. No soy yo. Soy un músico tocando una música que sé que os va a encantar y yo no tengo ninguna responsabilidad. Otra cosa sería el salir a tocar mis canciones, entonces sí que estaría preocupado. Me gustaría poder interpretar en directo la música de The Sleeping Philosophers, pero eso de momento no es posible, tendría que formar una banda, eso lo primero; es algo tan pequeño y desconocido que no tengo mucho que ofrecer a los músicos, salvo dinero, y no soy millonario… Además, no son canciones sencillas de esas que te vas al estribillo y tiras adelante, tiene una complejidad. Y el trabajo de voces… En fin, no es sencillo.
Revista Achtung!: Háblame un poco de aquella interpretación maravillosa en el anfiteatro romano de Segóbriga. Durante el video, que he podido ver en Youtube, se desprende un ambiente realmente mágico.
Álvaro Espinosa: Es de lo que más orgullosos estamos. Salió muy bien. Además, fue nuestra oportunidad de poder aportar algo al universo Pink Floyd que va más allá de mero tributo. Intentamos llevar a otro sitio la idea de ellos del concierto en Pompeya. Por ejemplo, no hicimos Echoes, buscábamos algo diferente, Estoy muy satisfecho de lo que hicimos. Y en efecto, eso que dices de la magia, yo también lo veo.
Revista Achtung!: ¿Qué legado han dejado estas bandas del pasado como Pink Floyd, Yes, Genesis o King Crimson? Yo creo que han marcado un hito en la forma de componer o en la interpretación y ejecución de algunos instrumentos, pero eso solo lo veo desde mi óptica de crítico musical. ¿Qué opinas como músico? ¿Toda esta música se acabará perdiendo?
Álvaro Espinosa: Nada es para siempre, eso seguro. Este tipo de grupos no van a volver. No volverán a haber otros Beatles ni otros Pink Floyd, pero no me refiero a ellos específicamente, sino a ese tipo de fenómenos. Ese tipo de fenómenos se ha acabado y por eso se han quedado como algo legendario. Y cada vez más, porque de hecho, los Beatles son cada vez más grandes.
Revista Achtung!: En la literatura, algunas novelas requieren de un lector atento o inteligente, y otras pueden ser leídas por un lector más pasivo, por llamarlo de alguna forma. ¿En la música crees que es igual, hay unos grupos que necesitan de un espectador atento, o al menos más atento que otros?
Álvaro Espinosa: King Crimson tenían una espina clavada en cuanto a que no triunfaron como Pink Floyd en lo referente a celebridad. Dejando aparte las etiquetas de si un grupo es progresivo o el otro es sinfónico, porque yo no creo en las etiquetas, King Crimson son un grupazo increíble, pero no toda la música es para todo el mundo, y la música de King Crimson es más difícil que la de Pink Floyd. Pink Floyd es un grupo basado en el blues, son blues, y los músicos de Pink Floyd muy buenos músicos, pero técnicamente no eran como King Crimson y, precisamente por eso, no son para todo el mundo. Esto no hace mejores a unos o a otros, simplemente son diferentes formas de expresarse musicalmente hablando. King Crimson requieren una atención, y esa es una de las claves. Y por supuesto, la necesidad de un espectador atento es muy necesaria para cierto tipo de músicas, por ejemplo la de The Sleeping Philosophers. Los cambios, las sorpresas que contiene el disco Zenda: debes permanecer atento y no te va a llegar igual si la mantienes como música de fondo…

Revista Achtung!: ¿Sabes que al concebir un tipo de música así estás eliminando a un montón de oyentes?
Álvaro Espinosa: En los 70, eliminaría a muchos menos, pero ahora, tal y como es nuestra sociedad, donde prima todo lo inmediato, en un momento y en un segundo, la gente escucha la música mientras hace mil cosas a la vez… En efecto, con un planteamiento así te quitas a casi todo el mundo como oyente…
Revista Achtung!: Ya que hemos hablado de King Crimson, en el último concierto que dieron en Madrid insistieron en que el público, además de tener absolutamente prohibidos los móviles, debía guardar silencio durante la interpretación de las canciones. Vosotros, en determinados momentos, también pedís silencio en el público.
Álvaro Espinosa: Es horrible ver a la gente con los móviles. Yo les mando guardar silencio cuando tocamos Echoes, por ejemplo. Si fuera de King Crimson, o de los propios Pink Floyd, les diría: ¡móviles fuera! Ves a la gente que está, pero no está, permanecen más atentos a sus teléfonos, Si pudiéramos hacerlo así, disfrutaríamos todos muchísimo más.
Revista Achtung!: Hablando de otros grupos, en Zenda hay una versión de Soundgarden, en concreto Mind Riot. ¿Puedes hablarme de algunos grupos o músicos que no pertenezcan a la familia sinfónica o progresiva y que, como Soundgarden, crees que merecen una versión, un reconocimiento, un tributo, o que, simplemente, te gustan?
Álvaro Espinosa: Yo fui adolescente, y me pilló de lleno la etapa del grunge, Nirvana, Soundgarden, Pearl Jam, entonces me alucinaban y ahora me siguen alucinando. En esos años se hizo una música increíble. Hay pocos genios como el que habitaba en Nirvana. Soundgarden es un grupo que siempre me han gustado un montón, pero que lo empezado a apreciar mucho más ahora. Antes era sólo de los discos Badmotorfinger y Superunknown, y ahora Down On The Upside me parece un discazo. Así, que andaba muy metido en Soundgarden cuando estaba con el disco Zenda, y un poco por casualidad salió la versión de Mind Riot. Entonces, llegó la noticia de la muerte de Chris Cornell, y cuando andas tan metido en la música de alguien y te enteras de que se ha suicidado es un palo.
Revista Achtung!: Y ya que hablamos de guitarristas talentosos, en cuanto a guitarristas, y aparte de Mark Knopfler y David Gilmour, ¿cuáles son tus preferidos? ¿Por qué?
Álvaro Espinosa: Mark Knopfler fue el que me hizo entrar en la guitarra cuando tenía 14 años. Sin embargo, David Gilmour me ha marcado más en la forma de tocar. De Knopfler, en The Sleeping Philosophers, hay más bien poco, y la influencia de Gilmour, más que una influencia en posibles frases o en la forma de tocar, en este caso es más bien de espíritu; se trata de un espíritu general de cómo afrontar las canciones, no de hacerlas con mil notas, sino creando algo que de verdad te llegue. Luego, hay muchas más influencias muy obvias en mi forma de tocar, como por ejemplo Wilko, aunque nunca aparecen en las reseñas críticas y eso que a mí me parece muy clara. El guitarrista de Wilko, Nels Cline, es increíble, me ha influido un montón en mi forma de tocar. Igual que George Harrison y Paul McCartney. El solo de Taxman de McCartney, por ejemplo, cuando toco la guitarra lo oigo por todos los lados. Obviamente, no puedo hacer lo que ya hizo Gilmour, eso ya está hecho y muy bien hecho, así que tengo que ir por otro lado. Yo busco mi camino.
Revista Achtung!: He leído en una entrevista de 2015 que no conocíais a ningún integrante de Pink Floyd. ¿Eso se ha solucionado?
Álvaro Espinosa: Pues lo más cerca que hemos estado de ellos es que Nick Mason vio lo de Segóbriga y lo compartió, y dijo que le parecía increíble, pero hasta ahí…
Revista Achtung!: ¿Y llegaste ver a Pink Floyd en directo?
Álvaro Espinosa: A Gilmour sí, lo he visto dos veces, pero a Pink Floyd nunca llegué a verlos en directo. De todas formas, a mí me hubiera gustado ver a los Pink Floyd de los 70, no tanto a los Pink Floyd de Gilmour. Los Pink Floyd de los 70 no solo porque estaba Roger Waters, sino porque el tipo de concierto del Pulse, tras la marcha de Waters, no es lo que más me llega. De hecho, eso se nota en los Pink Tones. Nosotros no tiramos a eso. A Waters lo vi haciendo The Wall, un súper espectáculo. A nivel musical me gusta más el concierto de Gilmour, pero como espectáculo tengo que elegir a Waters.
Revista Achtung!: Pero mójate, ¿Gilmour o Waters?
Álvaro Espinosa: Pues posiblemente, artísticamente hablando, Waters ha hecho mejores cosas. Sin embargo, no me pongo un disco entero de Roger Waters. Waters tiene ese toque genial que no creo que tenga Gilmour, te hablo de un toque genialísimo, pero se trata de un balance al hablar de Pink Floyd. Un balance entre las composiciones de Waters y los músicos increíbles que eran Gilmour y Wright, que sabían darle forma a esas grandes ideas de Waters.
Revista Achtung!: ¿Qué opinión te merece ese último disco extraño, de outtakes, The Endless River?
Álvaro Espinosa: Pues sinceramente, y con todo el respeto por las personas a las que le guste, me parece una jugada comercial, y estoy seguro de que ellos lo saben. Entiendo que le guste a mucha gente, y eso está bien, pero desde luego que no es su mejor disco, no es el Wish You Where Here, y eso que recoge los sobrantes de ese mismo disco. Desde luego, yo nunca lo hubiera sacado, no habría puesto el nombre de Pink Floyd ahí, la verdad es que no me gustó que hicieran eso.
Revista Achtung: ¿Qué canción de Pink Floyd que no habéis hecho todavía estáis deseando hacer?
Álvaro Espinosa: Pues hay muchas, la verdad, pero seguro que haremos Careful With That Axe, Eugene. No la hemos hecho todavía por un problema técnico: yo tengo que tocar la guitarra y a la vez cantar lo que estoy tocando. Y otra persona tiene que hacer el grito ese, aspirado, que hacía Roger Waters. A mí me puede salir, pero estoy a otras cosas en la canción. Nuestro anterior bajista, Cefe Fernandez, no podía hacer eso, quizás ahora con el nuevo, Edu Jerez, lo intentaremos. De todas formas, es una canción que hay que hacer con mucho cuidado, porque hay gente que fuera de Another Brick In The Wall, o de las canciones de El Muro, se van a poner a hablar. Eso ya nos pasa ahora con Set The Controls For The Heart Of The Sun. Son canciones muy buenas, pero si la gente se pone a hablar… Si tocas en un teatro puedes pedir más silencio, pero si tocas en una sala… Hay que entender que un concierto no lo hacen solo los músicos, se hace entre todos, y si la gente está hablando se arruina el ambiente. Es como una especie de comunión de personas: Cuando salió The Wall fue por la frustración de Waters al haberse convertido en un grupo tan grande, cuando los conciertos de los años 70 de Pink Floyd eran como una misa, todo el mundo en silencio: eso contribuye a la música tanto como los propios músicos en sí. Pero no solo se trata de este tipo de música, sino todas, todas las músicas deben ser escuchadas con respeto. La empatía entre las personas es muy importante, y tiene que haber una empatía entre músicos y el público.
Revista Achtung!: Entonces, volvemos al tema de que el público debería guardar silencio…
Álvaro Espinosa: Afortunadamente, la mayoría parte del rato la música está lo suficientemente alta en el escenario como para que nosotros nos podamos meter en nuestra burbuja. Pero claro, Pink Floyd tiene momentos, como la intro de Echoes, una de las partes más delicadas de nuestro concierto, en donde te da un bajón si oyes a la gente hablar. Ellos han pagado una entrada y tú les debes el que lo estés dando todo y que, de verdad, lo estés sintiendo, con lo que te ves obligado a hacer un esfuerzo para desconectarte de eso. Puedes pedir silencio hasta cierto punto, claro. No te puedes poner en plan divo a exigir que se callen porque no soy Roger Waters. Aunque estoy sobre el escenario, sólo hago la música de Roger Waters. Una cosa es la música que hace el personaje y otra muy diferente el personaje, que trasciende. Y no soy el personaje. En esto he pensado mucho, porque yo le debo cierto respeto a la gente que quiere escuchar y ha pagado la entrada. Quizás por esa gente debería ponerme más en plan duro y exigir silencio. Van Morrison llega a un punto en que si quiere se marcha del escenario, o Robert Fripp, que si ve a alguien fumando, se acabó el concierto. Esto es algo que sólo pueden hacer ellos. Es una cuestión del peso que tienen como leyendas que son.
Revista Achtung!: ¿Por qué grupo, quitando a Pink Floyd, en activo o no, comprarías entradas al precio que fuera, correrías a guardar cola, y te pondrías en primera fila?
Álvaro Espinosa: A los Beatles, obviamente, pero eso ya es imposible… ¿De ahora? Pues no sé, porque en los conciertos en los que más he disfrutado y en los que más he alucinado, son conciertos pequeños, de bandas desconocidas, pero no por eso menos buenas. He llevado a gente a ver amigos míos y me han confesado que era lo mejor que habían visto en su vida. Ese es el tipo de música que me gusta. ¿Grupos grandes? Bueno, a Wilko me encanta verlos en directo, y hay otros, claro que los hay, pero no me iría a ver algo como U2, la verdad, prefiero otras cosas.
Revista Achtung!: ¿Hay algún grupo actual que se perfile como heredero de Pink Floyd, o Pink Floyd no tiene herederos?
Álvaro Espinosa: Hay que plantearse cuál es el legado de Pink Floyd. ¿Qué hicieron ellos? Ellos hicieron algo único y no creo que pudiera haber un grupo que continuara el mismo estilo. Yo creo que el legado sería hacer algo único, y hacer algo único, entonces, no tendría nada que ver con Pink Floyd.
Revista Achtung!: ¿Cuál es el futuro y el rumbo que van a tomar Pink Tones? ¿Qué podemos esperar?
Álvaro Espinosa: Pues no lo sé, la verdad. Llevamos ya unos cuantos años, y la cosa se ha estancado un poco, porque queremos salir al extranjero. A raíz de lo de Segóbriga hubo mucha gente que nos ha conoció internacionalmente, y desde entonces quieren que vayamos a Portugal, o a México, pero para eso hace falta dinero, y somos muchos en el grupo, además. Hay que intentar que suceda, necesitamos que alguien crea en una primera vez, porque hay muchos grupos tributo a Pink Floyd en el mundo, pero muchísimos, sin embargo la forma que tenemos de enfocarlo hace que seamos diferentes, incluso hay gente a la que le gustamos más que los propios Pink Floyd. Por supuesto, no nos lo creemos, sabemos que eso no es así. Evidentemente, se trata de ofrecer las cosas con un espíritu especial, con mucha pasión, y eso lo conseguimos. Seguro que hay gente a la que le gusta una forma más académica de interpretarlos. Es una cuestión de verlo de maneras diferentes. La pasión es nuestra seña de identidad.
Revista Achtung!: Imagino que serás lector, ¿qué lecturas preferidas tienes? ¿Cómo se filtra eso a tu música en The Sleeping Philosophers?
Álvaro Espinosa: Inconscientemente, desde luego que se filtra. Al acabar el disco veo las letras y me digo, claro, es que aquí estaba leyendo tal o cual libro. En este disco de The Sleeping Philosophers se nota mucho que estaba leyendo Sapiens: De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad (Debate) del israelí Yuval Noha Harari. Y el libro siguiente —se refiera a Homo Deus: Breve historia del mañana (Debate)—, que es una especie de reflexión que te hace obtener mucha perspectiva y reflexionar sobre el mundo y sobre ti mismo. Y estas reflexiones se me han colado en las canciones. Lo veo muy claro. Al final un disco, una canción, un libro o una conversación, son todo lo mismo: comunicación.

Galería de Cronopios de Achtung:
1-Juan Laborda Barceló, escritor:

domingo, 21 de enero de 2018

Johann Sebastian Bach: Brandemburg Concertos


*Esta reseña apareció en el sitio Mi Nueva Edad:

https://www.minuevaedad.com/actualidad/2018/1/17/el-disco-del-me/



Interprete: Christopher Hogwood y The Academy of Ancient Music
            Título: Johann Sebastian Bach: Brandenburg Concertos
            Discográfica: L´Oiseau-Lyre/Decca
            Género: Clásica
            Duración: 1h; 25m; 07 s.
            Número canciones: 18 (2 CD)
            Fecha de publicación: 1985.

Un Bach interestelar

En Mi Nueva Edad hemos decidido empezar el año 2018 recomendando música clásica, con el más que sobresaliente Concierto de Año Nuevo dirigido por Riccardo Muti todavía en la retina y en los oídos. Por eso, como nos gustan este tipo de tradiciones, hoy traemos un clásico entre los clásicos: Los Conciertos de Brandemburgo de Johann Sebastian Bach.
Desde luego, casi cualquier grabación de estos conciertos nos puede valer para aproximarnos a esta magna obra. Pero la que hoy proponemos posee algunas peculiaridades que la hacen especial. En primer lugar, su director, Christopher Hogwood, un excepcional clavicembalista, y fundador en 1973 de la Academy of Ancient Music. Se trata de una orquesta especializada en música barroca interpretada con instrumentos de época o, si eso no es posible, con copias exactas, y de la que Hogwood se acompaña en este disco. Esto confiere a la grabación un espíritu muy especial.
Los seis Conciertos de Brandemburgo son una de las obras más importantes y famosas de Bach. Fueron presentados y dedicados, en 1721, al margrave de Brandemburgo, Christian Ludwig —de la casa Hohenzollern—. El músico había tomado sus riegos en las composiciones, mezclando el concerto grosso con la concepción del concierto solista en unas piezas de gran originalidad que incluían un uso muy destacado de la trompa y la trompeta.
Los seis conciertos se dividen en tres movimientos cada uno: el primer movimiento de cada pieza siempre es un Allegro, y son estos Allegros, quizás, las composiciones más notables de cada concierto. De entre ellas, destaca el Allegro del concierto número cinco. Después, los segundos movimientos son una mezcla entre Adagios y Andantes, de gran sensibilidad. Como cierre a cada concierto, los terceros movimientos vuelven a retomar el Allegro o el Presto, salvo en el caso del primer concierto que presenta dos minuetos extraordinarios, con una polca final.
El conjunto general es el de una obra alegre y optimista, vibrante, amena y muy significativa, tanto que el Allegro del segundo de los conciertos fue elegido para abrir las grabaciones del llamado Disco de Oro que portaban las dos sondas espaciales Voyager, lanzadas en 1977, bajo el lema Sonidos de la Tierra, y cuyo comité de selección lo presidió el astrónomo Carl Sagan. De hecho, Bach aporta tres composiciones a este disco cuyo objeto es ser localizado, y comprendido, por civilizaciones extraterrestres. Tras 40 años de viaje, la Voyager 1 ha alcanzado el espacio interestelar, estando ya muy cerca de abandonar nuestro Sistema Solar.
Sin embargo, tras su composición y ofrecimiento al margrave de Brandemburgo —que al parecer nunca interpretó estos conciertos en su corte al carecer del número de músicos necesarios para su correcta ejecución, o lo suficientemente preparados para las exigencias técnicas de la partitura—, las piezas no fueron recuperadas hasta 1849, cuando un bibliotecario los encontró en los archivos de Brandemburgo. Bach no cobró jamás retribución alguna por estas composiciones.

Son estos seis conciertos un luminoso ejemplo de los estados de ánimo que puede llegar a provocarnos la música clásica. Bach es un regalo para el alma, y sus piezas de Brandemburgo, ya sean descubiertas ahora por quienes quieran iniciarse, o atendidas por expertos en el asunto, o en un futuro por extraterrestres, no dejan a nadie indiferente: son una experiencia de escucha total que alcanza más allá de los sentidos, y se proyectan, incluso, sobre esos planetas que las aguardan en el abismo del espacio interestelar.

martes, 16 de enero de 2018

Oro, incienso, mirra y libros de segunda mano para los Reyes Magos literarios



*Esta columna apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/oro-incienso-mirra-libros-segunda-mano-los-reyes-magos-literarios/

La llegada de nuestra arraigada festividad de los Reyes Magos puede significar toda una amenaza a la economía más boyante, así que aquellos que apenas llegamos —o ni siquiera llegamos— a fin de mes, nos encontramos con un enorme problema de presupuesto a la hora de poder comprar los regalos. Sin embargo, existe un lugar maravilloso en donde se pueden encontrar presentes para toda la familia sin exprimir el bolsillo hasta la extenuación. Estoy hablando, como no, de mis adoradas librerías de lance, es decir, de libros de segunda mano.

Porque lo primero que debemos sacarnos de la cabeza, y de los prejuicios, es que en este tipo de librerías solo nos vamos a encontrar con libros amarillentos, sobados o ajados. Los hay, desde luego, pero también hay un gran número de volúmenes que, o bien provienen de bibliotecas personales en donde han sido bien cuidados, o están nuevos porque se han vendido sin abrir ni leer.

Entre todos ellos, vamos a encontrar, y comprar, nuestros regalos de Reyes, sin dejarnos una fortuna.

Para Papa y Mama, que no tienen mucho tiempo de leer
En este apartado es en donde vamos a dar en el clavo seguro. Rara es la librería de usados que no posea una poderosa estantería repleta de Best-sellers o libros de consumo, generalmente nuevos, o prácticamente nuevos, a años luz de su precio original. Cualquiera de estos volúmenes no pasa de 5 o 6 euros, mientras su precio en una gran superficie, por ejemplo, alcanza más de 20 euros con facilidad.

Si nuestros progenitores son más bien de gustos, llamémoslo populares, podemos comprarles el último Premio Planeta por apenas 6 euros (su precio más ajustado en el mercado es de 20,80 euros), o alguno de Dan Brown, por 15 euros menos de su precio en tiendas. Tienen mal gusto, pero a unos padres se les perdona todo. Además, leen unas pocas páginas, rendidos por la jornada laboral, mientras ya cabecean en la cama. Que lean lo que quieran. Se lo han ganado.

Lo mismo sucede con la novela policiaca: algún libro de la saga de Stieg Larsson no alcanzará los 10 euros, mientras clásicos como James Ellroy y Philip Kerr se mantienen muy por debajo de sus precios de venta nuevos. Son esos libros de playa y piscina, tras los que nuestro padre se refugia bajo la sombrilla, porque no hay nada como un buen crimen sin resolver para afrontar el mes de agosto.

Ahora bien, si nuestra madre, o nuestro padre, tienen el gusto por una literatura de calidad, por libros de fondo de biblioteca, por clásicos de toda la vida, por autores legendarios, vamos, que tuvieron un profesor de literatura como Dios manda en el colegio y no un desgraciado vomita apuntes señor-de-lecturas-obligatorias, entonces, nos lo ponen bien fácil: estos libros, en muchas ocasiones, no pasan de los 3 o 4 euros. Y si son en bolsillo, podemos llegar a comprarlos por un euro, rescatados de esos enormes cajones de oferta en donde se albergan maravillas.

El Aleph de Borges, en alguna de sus muchas ediciones de bolsillo, los cuentos de Cortazar, o algunas novelas de Faulkner, Hesse, Mann, Proust o Kafka, no pasan de los 4 euros. Y qué decir de esos muebles inmensos repletos de novelistas españoles, en donde resulta abrumadora la presencia de autoras, víctimas de la sobre publicación y la pésima gestión del mercado editorial y, hay que admitirlo, del capitalismo literario. En esos anaqueles, ningún volumen, por reputado que sea la autora o el autor, alcanza las dos cifras en su precio.

Para los abuelos de batallitas y club de lectura
Ese abuelo lector devora libros, en especial si se trata de Historia, o en concreto de libros bélicos de la Segunda Guerra Mundial, o de nuestra Guerra Civil, tiene un santuario en las librerías de lance. Los aparadores de libros sobre Historia y bélicos están repletos, y los volúmenes a unos precios competitivos sin parangón, a menos de la mitad del precio original.

Aquí, encontramos algunas novedades sobre la Segunda Guerra Mundial, incluso sobre la Primera, muy de moda últimamente, cuyo precio original de 25 o 30 euros se ha reducido entre los 12 o 15. Hay que advertir que estos libros suelen ser los más caros de las librerías de segunda mano, pero aun así el ahorro es notable. Y nuestras abuelas, que leen novelas contemporáneas de autores de esos que se pueden encontrar en el Círculo de Lectores, por ejemplo, tienen en estas librerías un filón.

No podemos olvidarnos de la sección de ensayo, incluso de la poesía (los más baratos de la tienda) o del teatro. Aquí hay de todo y para todos. Incluso para los niños y adolescentes.

Para el niño y la niña, oiga, a ver si dejan un rato la play
Harry Potter o el Diario de Greg son dos fenómenos editoriales sin parangón en el mundo editorial juvenil. Por supuesto, algunos volúmenes de estos libros también pueden encontrarse de segunda mano y a muy buenos precios. Sólo se trata, como con cualquier título, de saber buscar y tener un poco de suerte. Las librerías de lance suelen tener un rincón bien surtido dedicado a este tipo de literatura, con la ventaja de que los libros no están muy castigados dado que, generalmente, han sido regalados para apartar a los muchachos de la consola, y no han conseguido su objetivo.

Si nos centramos en otras colecciones juveniles, es sorprendente la cantidad de libros de Barco de Vapor, o de los Cinco, que esperan un nuevo dueño que los trate con dignidad. Porque en España hubo un antes de Potter y de Greg en la literatura juvenil, aunque parezca mentira. De verdad, lo prometo. Así fue.

Para ese cuñado friki que es un poco “pesao
Efectivamente, él, también tiene cabida en la mágica librería de saldillos. Somos incapaces de imaginarlo sin un volumen de, al menos, 600 páginas bajo el brazo. Y gracias a él aprendimos que, en efecto, los robots sueñan con ovejas eléctricas y eso de las naves que arden más allá de Orión.

La estantería de libros de ciencia ficción suele ser notable, plagadita de volúmenes de Stanislaw Lem, Philip K. Dick, e incluso otros autores míticos de sagas intergalácticas que a los profanos en el asunto, como yo, no nos suenan de nada, pero hacen que a nuestro cuñado se le desencaje la mandíbula de lujuria literaria y gozo. Por supuesto, Tolkien tiene su hábito natural en este lugar con cualquiera de sus obras.

Batiburrillo de saldos para los más burrillos
Esa prima, o ese amigo, que anda un poco atolondrado, puede recibir nuestro presente de Paulo Coelho o Jorge Bucay, para ver si así se asientan un poco, o libros de autoayuda como el del Caballero de la Armadura Oxidada (Obelisco) de Robert Fisher, o el de ¿Quién se ha llevado mi queso? (Empresa Activa) de Spencer Johnson, entre otros muchos. Se encuentran sin dificultad. Parece que una vez que han cumplido con su gran misión fueron abandonados sin misericordia ni agradecimiento… O tal vez, puede ser, que no hayan cumplido con lo que prometían, pero esa horrorosa posibilidad no quiero ni imaginarla.

¿Y ese amigo pesadísimo que tose y tose asegurando que quiere dejar de fumar pero nunca lo hace? Pues para él también hay algunos clásicos de este tipo de manuales para dejar de ser Mr. Nicotina y convertirse en Don me cabe toda la Naturaleza en mis Pulmones.

Libros de recetas de cocina, literatura en otros idiomas (sobre todo inglés, pero también algo en francés y alemán), filosofía, religión, ciencias sociales, música, cine…, casi cualquier cosa nos espera en estos lugares fascinantes, incluso esoterismo, teosofía y hasta ciencias ocultas, pero bien a la vista en las estanterías.

Recordemos a algunos de esos autores clásicos que nunca faltan a su cita con el cajón de saldos o la librería de lance: Ángel Palomino, Gironella, Gala, Cela y Delibes, Vargas Llosa, Vicki Baum, Harold Robbins, Dan Brown, Javier Cercas y Ruíz Zafón, Sven Hassel, que es lo mismo que decir: Madrid Costa Fleming, Un millón de muertos, Grand Hotel, Los Panzers de la muerte, El código Da Vinci, La fiesta del chivo, Soldados de Salamina,…, y también otros títulos que se muestran como nieves eternas de esta latitud de los saldos: Hijos de Torremolinos, La sangre, El astrágalo, La piel, Los cipreses creen en Dios, y cualquier libro sobre Stalin y Hitler, de ellos hay volúmenes a montones, y sobre Franco, y unos de los textos estrella de toda tienda de este tipo que se precie: La historiadora (Umbriel) de Elizabeth Kostova, por toneladas, y De parte de la princesa muerta (Espasa) de Mourad Kenize, a pares.

Hace ya un tiempo escribí una columna aquí en Achtung! sobre librerías lance y los libros más habituales que en ellas podemos encontrar. Si quieres puede svolver a consultarla en este enlace:


Y siempre nos aguardan En brazos de la mujer madura de Stephen Vizinczey y El perfume de Patrick Süskind —ambas en Seix Barral—, como tampoco faltan a su cita con la rebaja L.A. Confidencial —el clásico de Ellroy en cualquiera de sus ediciones—y esos Juegos de la edad tardía (Tusquets) landerianos. En fin, toda una fauna literaria entre la que podemos realizar nuestra compra de Reyes sin soportar grandes daños económicos. A continuación, os dejo la lista de mis adquisiciones y el dinero que me he gastado. A ver qué os parece:

Para padres y madres:
El código Da Vinci (Umbriel), Dan Brown, asignatura pendiente de nuestras madres, espoleada el ansia por leerlo después de ver la película y parecerles Tom Hanks tan majo, 7 euros.
La historiadora, ¡necesito algo más sobre vampiros y este no lo he leído aún!, para ese padre que se fascinó con el Drácula de Coppola y que desde entonces no se quita los colmillos, 5 euros.
Matadero Cinco (Anagrama), Kurt Vonnegut, para lectores exigentes con ganas de leer algo original y divertido, 6 euros.
Para los abuelos:
El móvil (Tusquets), Javier Cercas, porque al abuelo le llegó al corazón Soldados de Salamina (también en Tusquets), 4 euros.
Marina (Booket), Ruíz Zafón… ¿Pero este chico tiene alguna novela más además de esa del edificio lleno de libros? Sí, abuela, sí que las tiene… 4 euros.
En el dia de hoy (Planeta), Jesús Torbado, para ese abuelo que se alegra de que los republicanos hayan ganado la guerra civil, aunque sólo sea en una ucronía, 2 euros.
Para niños, jóvenes y adolescentes:
Harry Potter y la piedra filosofal (Salamandra), J. K. Rowling, como iniciación a la saga, porque se tienen que iniciar en algo más que no sea el Call Of Duty, 5 euros.
El castillo de los Cárpatos (Bruguera), Julio Verne, una mezcla de terror científico light que igual le roba unas horas a la play, 2 euros.
Las aventuras del barón de Munchausen (Bruguera), G. A. Bürger, un clásico de los de toda la vida, y divertido un rato, 1 euro.
Para algún amigo friki, y otras compañías:
Drácula (Debolsillo), Bram Stocker, uno que nunca falla, 5 euros.
Frankenstein (Anaya), Mary Shelley, para tener la parejita junto con Drácula, solo me faltan la Momia y el Hombre Lobo, 6 euros.
Dune (Debolsillo), Frank Herbert, el primero, el bueno, el de toda la vida, un clásico pendiente, 5 euros.
El fin de la eternidad (Hyspamérica), Isaac Asimov, uno de mis libros favoritos sobre viajes en el tiempo, 1 euro.
Y del cajón de todo a 1 euro:
La Hora 25 (ediciones G.P, colección Reno), Constantin Virgil Gheorghiu.

En total, una compra por 54 euros. Si os apetece, calculad el precio de nuevos en cualquier gran librería, contando con que muchos de ellos ni los podríais encontrar, víctimas de la absurda ley del mercado de novedades.

Recordad, si fuisteis buenos, los Reyes os traerán mucha y buena literatura, pero si habéis sido malos os traerán la nueva novela de…


¡Feliz 2018 y felices lecturas, achtungers! Nosotros os prometemos un año repleto de libros, reseñas y críticas. 

lunes, 15 de enero de 2018

Ara Malikian en Madrid: Mucho más que las aventuras de un violín




*Esta crónica apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/ara-malikian-madrid-mucho-mas-las-aventuras-violin/

Llevo suficientes años dedicándome a la crítica musical, presenciando conciertos, para reconocer a un genio en el mismo momento de verlo evolucionar sobre el escenario. Ara Malikian no deja ningún lugar a la duda: en cuanto aparece ante el público emana una luz que sólo está destinada a los grandes talentos. Porque este violinista genial, además, es un showman de primera y un entretenedor como he visto pocos. Su concierto en Madrid, el pasado día 29 de diciembre, demostró que Malikian es una bestia de las tablas, un devorador de audiencias, un encandilador moderno. Un artista que enlaza a su virtuosismo la humanidad y la calidez de los elegidos.

No es por casualidad que antes del concierto, en las pantallas de video y sobre el telón que oculta el escenario, pudiera leerse Corral de comedias portátil de Ara Malikian, y a los lados unas telas con un dibujo que imitaba a una corrala. Este detalle, el del corral de comedias, que muy bien puede pasar desapercibido para el público, es el leitmotiv del violinista, el hilo conductor que va a empastar todo el espectáculo, la forma con la que Malikian desgranará su música.

Los corrales de comedias tenían mucho de fiesta popular ambulante durante el Siglo de Oro español, producto de una tradición teatral en donde la obra de entretenimiento (es decir, la comedia) era la pieza más importante. Por supuesto, una buena comedia debía hacer reír, pero también emocionar y hasta provocar algún que otro llanto, además de llamar a la reflexión mediante el humor y presentar una visión crítica y deformada de la realidad con cuya hipérbole se ponía acento en algún aspecto esencial de la sociedad del momento.

No hubo mayor lugar de comedias que España, y parece que eso lo sabe muy bien Ara Malikian al instalarse en esa tradición, pero es que, pronto, su espectáculo se convierte también en comedia, siguiendo los cánones de entretener, emocionar, y mostrar espacios para la reivindicación y la reflexión. Todo ello, salpimentado de humor, trayendo así, al frente del escenario, la impecable interpretación de toda una banda de virtuosos —batería, guitarra, viola, violonchelo, contrabajo y percusiones africanas— con su Gran Entretenedor a la cabeza.

Es Malikian un Shakespeare en The Globe, o un Lope en Almagro, es un actor, un comediante, un feriante, un chisgarabís con seso y mesura, un zascandil juicioso y un hombre mágico. Un encantador. Su violín es una varita mágica. Su violín es un flautín con el que atonta a las cobras que serpentean en el interior de un cesto de mimbre. El pabellón, abarrotado, guarda silencio cuando habla, guarda silencio cuando toca el violín, guarda silencio incluso cuando aplaude rendido.

Es un chamán, un titiritero balcánico vestido con muchas pieles que se engolfa en sus danzas armenias, en los sonidos libaneses, en los ritmos de las czardas romanís, en el crujido de la música proveniente de los banatos, convirtiendo su violín en guzlas y rabeles. Sus melodías son canciones que hablan de hombres, hablan de alegrías y de tristezas, hablan de niños y mujeres, encandilan con una llamarada porque cada vez que el arco roza las cuerdas del violín es como si frotase una lamparilla mágica que reventara en colores.

Los tonos amaderados de su música son un bebedizo fuerte como el raki, emanan de su violín aromas de cafés y Anatolia, dulces de baklavas, y resultan contundentes como la humareda densa y amanzanada de un narguile.

Una guitarra eléctrica distorsionada inaugura la sesión del corralillo. Está sonando rock en un concierto de un violinista, y no es cualquier cosa, es Vodoo Child, el tema popularizado por Hendrix, toda una advertencia: vamos a presenciar eso que los críticos denominan como Crossover clásico, o tal vez no, tal vez vayamos a ver una comedia de casi tres horas sobre la biografía musical de Ara Malikian; y empieza a golpe de rock duro.

De momento, la definición de Crossover es impecable, dado que a la intensa y llamativa versión de Vodoo Child al violín, que se acompañada de forma contundente por la banda, le sigue una fusión bien curiosa con el Réquiem de Mozart. Pero eso esto es mucho más, dejarlo congelado en la definición de un concierto de Crossover Clásico sería hacerle un flaco favor. Es un espectáculo de violines, un recital de músicas del mundo, un regalo de sensibilidad, un ofrecimiento de paz, armonía y tranquilidad.

En efecto, tranquilidad, una calma represada que se contiene en la versión de Life On Mars de Bowie, que hunde a los asistentes en una melancolía lenta y en una trascendencia vital. La música debe conseguir eso, la catarsis en los asistentes, algo así como la función del teatro aristotélico propuesto en su Poética (Alianza) de hace 25 siglos, y Malikian nos redime con sus cuerdas, hace que nos sintamos todos más ligeros, incluso contentos por estar viviendo ese día.

Durante toda la actuación hay tiempo para el humor. Ya sea en el discurso del violinista dirigiéndose al público, convirtiendo el concierto en un concierto biográfico, ya sea en alguna de las piezas interpretadas (La Campanella de Paganini, por ejemplo). Y tras una vibrante Misirlou que es como un terremoto en el Peloponeso, llega 1915 y se abren los corazones.

¿Qué ocurrió en 1915 que merece un tema tan desgarrador? Es el año en que se desencadenó el genocidio armenio, alcanzando las matanzas hasta 1923. Arrojó casi dos millones de muertos a manos del Imperio Otomano y el gobierno de los Jóvenes Turcos, el nombre por el que se conocía al partido nacionalista de Enver Pasha, en el poder de Turquía. Se toma, oficialmente, el 24 de abril de 1915 como fecha para conmemorar la masacre, el día en que el gobierno turco empezó con las detenciones de armenios en Estambul.

Por supuesto, y en un tono serio que no ha empleado en todo el concierto, Ara Malikian se encarga de explicar todo eso al público como introducción a la pieza. Este drama, que junto con la Shoah está considerado como uno de los mayores genocidios del siglo XX, fue magistralmente retratado en la novela Los cuarenta días del Musa Dagh (Losada) del praguense Franz Werfell. Si os interesa una crítica que realicé hace un tiempo, os dejo este enlace:


Se trata de un tema terrible: el exterminio sistemático de una porción de la población por motivos étnicos. Desde Auschwitz, aunque también podríamos decir que desde el genocidio armenio, como sostuvo Theodor Adorno, no parece ya que sea posible escribir poesía. Evidentemente, estas palabras no significan literalmente lo que dicen, sino algo mucho peor.

Con la perpetración del genocidio el hombre ha perdido la inocencia, el candor necesario para fascinarse ante la belleza. Se ha embarrado. Y precisamente la poesía, y por supuesto la música, solo se puede componer desde esa inocencia, desde el estado de eterna perplejidad y asombro infantil que posee al espíritu del creador. Las matanzas nos han despojado de la belleza. Y por eso la poesía y la música son difíciles de admitir tras los crímenes.

Así lo entiende, también, Malikian en su tema 1915. Por eso, una gran parte de la interpretación se produce pellizcando el violín con los dedos. La poesía de la música de la que el hombre ya no es merecedor se obtiene con la caricia del arco sobre las cuerdas. Ante el drama y el asesinato masivo, hay que arrancarle a golpes la música al instrumento, con las manos, de una forma humana y trabajosa que nos pone en contacto directo con el barro de las fosas comunes.

Será gracias al poder regenerador de la composición de Malikian, que nos trae de vuelta a las víctimas para honrarlas, cuando se pueda acariciar de nuevo el violín, pero siempre con una larga flema de dolor que anega toda la composición. Aunque libanés de nacimiento, es de ascendencia armenia; por todo eso es un Wadji Mouawad de la música clásica.

Afortunadamente, el concierto está repleto de momentos en los que el corazón galopa de gozo y no se empequeñece de congoja como con 1915. Ahí está la épica interpretación del clásico de Led Zeppelin, un Kashmir antológico. No se me ocurre un mejor tema para el violín moderno de Malikian. El pesado ritmo de la composición permite el relieve del fraseo del instrumento, que hace las veces de la voz de Robert Plant. Los aires marroquís de kasbas y medinas son perfectos para aromatizarnos desde el violín del Gran Entretenedor.

También, Broken Eggs, el Requiem por un loco —compuesto para despedirse de su violín que se le había roto— o la magistral El vals de Kairo —creada poco antes del nacimiento de su hijo—, desencadenan admiración y entusiasmo entre los asistentes, que muchas veces no saben si guardar silencio o romper a ovacionar.

Exactamente eso ocurre con el último tema del concierto, de Johann Sebastian Bach. A la belleza insostenible de la pieza, se le suma una interpretación emocionante, cuando, de pronto, Malikian se baja del escenario mientras continúa tocando, y se mezcla entre un público que asiste a su paseo de una forma reverencial, extática, solemne.

En mitad de la muchedumbre, el violinista derrama su medicina. Ilumina el rostro de las personas ante las que pasa, erguido, imbuido del espíritu de todos aquellos músicos que, antes que él, tocaron el instrumento, y a cuyo legado debe su arte. No se trata sólo de Malikian caminando entre su público, es una oferta: es la posibilidad de curarnos con el sanador multitudinario, con el hacedor de milagros, con el hombre que ha venido a contar su historia en el centro del patio del corral de comedias y se ha transmutado en un actor del método, en un divo de la ópera, en un humilde servidor de sueños.


Así es el violín de Ara Malikian. Porque es ese violín, cuando lo acaricia, es el que le hace ser como es, sin bebedizos ni pócimas mágicas. Únicamente con música. Y a nosotros nos convierte en sus feligreses. Solo podemos exclamar: ¡La curación ha comenzado!