domingo, 31 de diciembre de 2017

2017: Historia de un año de libros, lecturas y emociones

*Esta crónica apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/2017-historia-ano-libros-lecturas-emociones/


Este 2017 que termina ha sido un año marcado por las excelentes lecturas de las que he podido disfrutar. Hubo muchas novedades interesantes, algunas, incluso han sido obras maestras de esas que no ya nunca podré olvidar, junto a felicísimos descubrimientos de rarezas literarias, algún que otro reencuentro con los clásicos de toda la vida y muy sabrosas relecturas. A continuación, en este penúltimo Odradek del año, voy a comentaros algunos de esos libros que han pasado por mis manos y mis ojos en este 2017 agonizante.

En efecto, llevo un listado en donde anoto con precisión y devoción cada libro leído. Supongo que en eso no me diferencio del cazador que coloca las cabezas de sus piezas en la pared. Así, desde 2007 consigno, primero a mano en una Moleskine, y después en un documento de Word con el nombre de Recuento (hay que modernizarse) los libros de cada año. El volumen de lecturas anual suele ser más o menos el mismo, aunque hay algunos años disparatados y otros algo más enflaquecidos, siempre a causa de quehaceres profesionales o personales que tanto influyen en mis ritmos de lecturas.

Poesía
El año 2017 empezó con algo tan complejo como la poesía actual, más aún si nos centramos en la poesía española, ese mar en calma en el cual parece que ya todo el mundo puede adentrarse con la mera excusa de tener algo que decir, ya sea famosillo, bloguero o presentador de televisión. En España podemos decretar por fenecido al poeta, dando paso al facepoeta o al instapoeta, cuyas principales características son un nutrido grupo de palmeros que le ríe las gracias mientras se harta de publicar mamarrachadas o pretende ser un epígono de Benedetti.

Sin embargo, como el escaso lince en España, aún queda un puñado de versificadores salvajes que parecen vivir en las agrestes montañas de la literatura, fieles a su voz propia y original, que no se casan con nadie y que son inasequibles al desencanto. Por eso, arranqué el año con poesía, con poesía española, con poesía española de la buena: en efecto, he sido capaz de colocar juntas las tres palabras y que no parezca una aberración. El mérito radica en que, después, añado el nombre de un fanático de la lírica que se empeña, cada día que pasa, en firmar obras de arte que son obras maestras de sensibilidad y percepción de nuestro mundo que languidece: Maximiano Revilla. El libro, Pálpitos del tren que no vuelve (Vitruvio).

Y aquí, el enlace a mi crítica literaria del libro, que publiqué en el blog de pensamiento poético Verde Luna:


Y tal vez fuera por la inercia de que cuando uno encuentra algo bueno no quiere soltarlo, pero mi segunda lectura del año saltó sobre otro poemario igualmente notable, con la salvedad de que ahora me refiero a tierras costarricenses, un lugar tan ahíto como preñado de poesía, en donde se están aproximando a un hundimiento de su lírica por agotamiento —muy parecido al agostamiento en el que estamos inmersos aquí— aunque yo creo que ellos todavía conservan muchos grandes talentos, o futuros talentos (bueno no creo que sea futuro, sino ya bien presente) como Ronald Campos.

Su poemario Respuestas de la tierra, (editorial Juglar) publicado en España, nos muestra a un poeta repleto de recursos con una forma muy peculiar de contemplar la geografía española y castellana, con ojos de trópico, en uno de sus trabajos más interesantes y originales. Un libro muy de poeta, que confirma el puesto que está llamado a ocupar en la poesía de su país.

Os dejo el enlace a mi crítica de Respuestas de la tierra, también para el blog Verde Luna:


En el mes de marzo me topé con el primer gran descubrimiento del año, tal que fuera un Kepler oteando los cielos poéticos, y me vino, sin embargo, por la nube de Internet. Mi relación facebookiana con otro poeta costarricense, esta vez Randall Roque, culminó con el honor de escribirle un prólogo para su excelente poemario Ácido, pendiente de publicación y a la búsqueda de editorial en España. Siguiendo esa fea costumbre de la autocita, reproduzco unas palabras de ese prólogo, hasta el momento clandestino:

Es la poesía de Randall Roque una sustancia peligrosa, un magma literario que debe ser manejado con cuidado, casi de contrabando, pasada de boca a oído en los callejones traseros, administrada con cuentagotas, contrabandeada, trapicheada como las sustancias estupefacientes y el alcohol que tanta presencia tienen en este poemario Ácido. Porque es una poesía que produce fuertes efectos secundarios; son versos de puño, que aturden al lector, para después espabilarlo cuando toma conciencia de la realidad que el poeta le ha mostrado a través de su escritura”.

Seguimos buscando editorial. De momento, ustedes se pierden a este gran poeta de Cartago.

Siguiendo con este arranque tan poético de 2017, cayó en mis manos uno de los poemarios llamados a revolucionar una parte de mi percepción lírica, más aún cuando vino cargado de serendipia y casualidad. Me explico: llevo un tiempo dedicado al estudio de la literatura cuántica, y en los últimos tiempos a la poesía cuántica. Entonces, apareció La flor de la vida (Lastura), poemario de Heberto de Sysmo, y se convirtió en uno de los textos fundamentales para llevar a cabo mis estudios.
Pensemos en una cosa: nuestras huellas dactilares reproducen las constelaciones. Nos encontramos, así, ante una geometría sagrada de la creación, algo maravilloso que entronca con la micro cuántica y la macro cuántica, circunstancias sobre las que me explayo en el siguiente enlace del blog Verde Luna:


Heberto de Sysmo, junto a otro gran poeta valenciano, Gregorio Muelas, firmaron uno de los libros más bellos del año, no sólo por su contenido repleto de unos haikus que son como pequeñas conchas encontradas en la arena, sino por la edición artesanal y primorosa llevada a cabo por Ultramarina Cartonera. El delicioso manjar lleva por título La soledad encendida, y en el blog Verde Luna os hablé en profundidad de los tesoros que alberga en su interior:


Con evidentes toques de poesía cuántica y un planteamiento ciertamente original, llegó a mi puerta Poesía en obras (Lastura) de Emilio J. Ocampos, otro de esos poemarios que hay que tener en cuenta. En primer lugar, por su sencillez aparente. En segundo lugar, por lo que propone: una escisión entre el yo poeta y el yo que debe desgastarse en un trabajo alimenticio (porque, desde luego, las tareas de poeta no lo son), y en cómo afecta todo eso a la percepción lírica del día a día. Muy recomendable. Si os animáis a echarle un vistazo, os dejo el enlace mi crítica:







Acabo este año, excepcionalmente bueno en mi cata de poemarios —pero que no hay que confundir con el volumen de poesía insulsa, anodina y despreciable que se ha publicado en España, de la que afortunadamente no he tenido que hablar, ni padecer son su lectura, en uno de los pequeños privilegios de mi independencia literaria—, con Un cuántico aleteo en la boca, de Maximiano Revilla, y por aquello de cerrar el círculo de la buena poesía española.

Con su interesante deriva hacia lo social, en este segundo libro que publica en el mismo año (lo cual es heroicidad, y al ser de poesía ya es algo rayano en la locura), Maximiano nos ofrece algunos de sus poemas más originales, en un trabajo herido de la hiper percepción de una realidad dolorosa: la forma en cómo nos estamos agostando y angustiando.

Y el link, para los curiosos, con mi análisis en profundidad:


Novela
He de reconocer el severo deterioro en mi relación literaria y lector con Antonio Orejudo. Yo entré en lo peculiar de su mundo narrativo por ese artefacto desternillante que es Ventajas de viajar en tren. Desde ahí obtuve la misma satisfacción con la que era su primera novela, Fabulosas narraciones por historias, y donde ya me rindió por completo fue con Reconstrucción —todas sus obras, incluso las que mencionaré más adelante, editadas en Tusquets— uno de los mejores libros que se han escrito en España hasta la fecha.

Valga esta crítica en mi blog La ficción gramatical para sostener tal afirmación:


La avaricia rompe el saco lector, claro, y mis deseos de toparme con más genialidades del escritor madrileño se han quedado en ayunas. Leí con más buena voluntad y disposición que espíritu crítico Un momento de descanso, y terminé de desfondarme con Los cinco y yo. Algo me decía que, tras varios años de espera, iba a toparme con el autor genial que recordaba, pero de eso nada. Mi forma de ejercer la crítica literaria, muchos ya lo sabéis y os habréis dado cuenta, consiste en no mencionar aquello que, simplemente, es bazofia literaria.

Se trata de no destrozar la obra de nadie, eso no tiene sentido: ellos solos la destruyen con sus actos y, lo más importante, con lo que escriben y cómo lo escriben. Sin embargo, creo que hay un grupo de autores, por apoyos editoriales, posición ganada con los críticos, prestigio y proyección, de quienes creo necesario señalar que han escrito una obra que no es que sea mala, pero que no se encuentra a la altura de sus trabajos anteriores. Esto explica mi reseña de Los cinco y yo para esta misma revista, y que puedes consultar aquí:


Para enjuagar un sabor de boca algo amargo tras la última entrega de Orejudo, releí Ventajas de viajar en tren, y una vez reconciliado con la genialidad de este autor lo recomendé como libro del mes al público de la página web de Mi Nueva Edad. Puedes leer mi recomendación aquí:


Ya metido en el mes de mayo, le tocó el turno a un agradable libro, me atrevería a decir que por ocasiones delicioso, que prepara una trama de novela negra con raigambre en lo cinematográfico: Gilda en los Andes (editorial Berenice) de Fernando Marañón. La novela, que sabe mantener un interés que lleva a devorarla de forma obsesiva, juguetea con la sabiduría de su autor en el ámbito cinematográfico, a la par que se cubre de guiños al género negro, todo ello mezclado con un grupo de antihéroes a la española, de esos que son soñadores de cubalibre y ración de aceitunas.

La recomendé como libro del mes en Mi Nueva Edad, y aquí os dejo enlace a los motivos que me llevaron a esa decisión:


Sin embargo, aún tengo una deuda con este texto, y espero dedicarle en breve un análisis más profundo aquí en Achtung!, todo es cuestión de tiempo, porque creo que es esta novela de Fernando Marañón no debe pasar desapercibida, o devorada entre la morralla de tanta mediocridad editorial.

Casi de la mano de Gilda en los andes, me llegó Paraíso Imperfecto (editorial Alrevés) de Juan Laborda Barceló, otra novela escrita por un cinéfilo empedernido que, sin embargo, prefirió para su obra un estudio de los resortes de la violencia como forma de ahogar todo intento de buen gobierno o gobierno utópico, convirtiendo el texto en una narración amarga, de esas que al final te dejan la mirada perdida y la cabeza llena de preguntas. Os reseñé esta novela para Achtung!, aquí os dejo el enlace:


Y Juan Laborda nos demostró que es un gran conversador, ya sea sobre literatura, historia, política o lo que se tercie, como se puede apreciar en la primera entrega de la serie de entrevistas que en Achtung! hemos bautizado con el nombre de Galería de Cronopios. Y sí, en efecto, os prometemos muchos más Cronopios en breve. La entrevista con Juan Barceló, aquí:


El verano me trajo de la mano un gran hallazgo narrativo, La caricia del verdugo (Universo de letras) de Alejandro Feito, otra de esas interesantísimas cosechas realizadas gracias a todo lo bueno que tienen las redes sociales y que, a veces, para quienes las estamos usando con fines literarios, nos dan más alegrías que tristezas, la verdad.

La caricia del verdugo es un libro de novela negra a la marsellesa escrita con gusto, ganas, tiempo y esfuerzo. Es un puñetazo narrativo pleno de arrojo que deja al lector sin aire en los pulmones. Los dos asesinos, protagonistas del libro, están caracterizados con gran inteligencia y cuidado, tal y como os explico en la crítica para Achtung!:


He cerrado el año con tres libros que hacen que me sienta afortunado de poder leer, a veces, trabajos tan deslumbrantes, buenos y originales. En primer lugar, la novela compleja y profunda, con un marcado carácter filosófico, del albanés Bashkim Shehu, titulada Angelus Novus (Siruela). Toda una reflexión sobre las maldades del poder totalitario, la búsqueda de la libertad y el universo que se alberga en la cabeza de los grandes pensadores:


Después, y de la mano de Navona, uno de los libros del año, una descomunal novela albergada en un texto breve que corta el aliento y encoge el corazón: El nadador en el mar secreto, de William Kotzwinkle, en donde el autor nos habla, de una manera cercana y sincera, llena de lirismo, pero sobre todo repleta de humanidad y miedo, del dolor ante el nacimiento de su primogénito muerto. Un libro que no hay que perdérselo:


Por último, La acusación (Libros del Asteroide) de Bandi, un autor que bajo ese seudónimo ha conseguido sacar de Corea del Norte un volumen de cuentos prohibidos que denuncian el régimen criminal y sanguinario de aquel país. Un libro sobre la infamia, sobre una de las vergüenzas de nuestro mundo actual. Espeluznante:


En el tiempo de relecturas, o de lecturas de libros que no eran novedad este año, por encima de todos saldé mi deuda pendiente con lo que ya es un clásico moderno, Limónov (Anagrama) de Emmanuel Cárrere. Una obra de profundo análisis, con grandes dosis de autoficción, pero realizada al modo del gran reportaje periodístico, que bebe de las fuentes de Capote o Kapuściński. Mi entusiasmo queda patente aquí:

Mención aparte se merecieron las reediciones de dos grandes clásicos como La transformación de Kafka y El corazón de las tinieblas de Conrad, acometidas con mucho gusto y mejor saber por la editorial Navona:


Biografía y ensayos literario-biográficos
Uno de los acontecimientos literarios del año en cuanto a biografía se trata, fue la monumental edición acometida por El acantilado del Kafka de Reiner Stach, que recoge en dos tomos épicos los tres volúmenes biográficos sobre el escritor checo: Los primeros años, Los años de las decisiones y Los años del conocimiento. Hasta el momento, la que considero la obra definitiva sobre la vida de Kafka y la imbricación de esta vida con su obra.

Un par de ensayos literarios extraordinarios, por su forma de estar escritos y porque atienden a personalidades de escritores, se han llevado la palma en este 2017. Me refiero al trabajo de Jorge Freire sobre Arthur Koestler, titulado Arthur Koestler: Nuestro hombre en España (Alrevés) y al estudio sobre algunos de los escritores más influyentes del siglo XX, sus amistades y su forma de vivir la literatura, realizado por Toni Montesinos en Escribir. Leer. Vivir. Goethe. Tolstói. Mann. Zweig y Kafka (Ediciones del Subsuelo). Os hablé detenidamente de ellos aquí, en Achtung!:

Del libro de Jorge Freire:


Y del libro de Toni Montesinos:


La editorial Pasado & Presente además, me dejó entusiasmado con su Historia de los libros perdidos, de Giorgio Van Straten, un recorrido por aquellos textos que se han perdido, que sus autores destruyeron por algún motivo o que, simplemente, extraviaron por no cuidarlos con el debido celo. Un texto delicioso, pero frustrante, al comprobar como actos inexplicables nos han privado de obras, posiblemente, inolvidables:


Un libro de viajes y un libro de historia
Un emocionante libro de viajes sobre Budapest llegó a mis manos tan hambrientas como están, desde hace mucho tiempo, de Centroeuropa. Gracias, de nuevo, a la era digital, pude seguir por Instagram parte del viaje que realizó Sergi Bellver, y que cristalizó en sus Variaciones sobre Budapest (La línea del horizonte ediciones). Un libro que me emocionó por la forma en que el autor percibe los muchos discursos de la vieja ciudad austrohúngara, la manera en que conversa con sus calles, sus aceras, sus parques, encontrando en la reflexión serena y reposada la vía para recuperarse a sí mismo y regresar del viaje completamente cambiado. Un libro repleto, pleno y calmado, que rezuma el saber emanado desde la luz de los candelabros de Sándor Márai:


De nuevo, la editorial Pasado & Presente, entregó uno de los mejores libros de historia del pasado 2017, con la edición del amenísimo, pero también perturbador (por los hechos que relata) trabajo de Nicholas Best, titulado Cinco días que estremecieron al mundo:

http://www.achtungmag.com/la-carne-la-historia-cinco-dias-estremecieron-al-mundo-nicholas-best/

Y además…
Pero 2017 no se ha quedado ahí, que ha dado para mucho más. Encontré una curiosa novela del escritor en lengua albanesa Luan Starova, publicada hace tiempo por Libros del Asteroide con el curioso nombre de El tiempo de las cabras, sobre una sorprendente manera de oponerse en Macedonia al régimen comunista dictatorial de la Yugoslavia de Tito.

Me topé con La hierba amarga (también en los Libros del asteroide), un fugaz textito, pero no por ello menos estremecedor, de Marga Minco, en donde nos cuenta su propia historia, que es la historia de cómo se llevó a cabo el holocausto en Holanda.

Fue, también, el año del debut literario de Sofía Gonzalez Gómez en forma de unos cuentos titulados Una playa de septiembre (publicados por La isla de Siltolá), en donde hace un interesante repaso a las relaciones humanas, repletas de impostura y centradas en las apariencias, en esta sociedad digital nuestra que nos está incomunicando cada vez con más ahínco. Si os interesa profundizar un poco más en este libro, os dejo enlace a mi crítica:


Y qué puedo decir de mi ración habitual de libros de Chuck Palahniuk, ciertamente algo irregular en sus formas de cerrar las historias, pero siempre provocador y ameno, con una manera de narrar que te engancha. Esta vez me leí Monstruos invisibles y Nana (tal vez de lo mejor que haya escrito), ambos en Literatura Random House.

He llevado a cabo algunas relecturas que siempre resultan como la visita a la casa de un viejo amigo: Matadero Cinco (Anagrama) de Kurt Vonnegut, El extranjero (Alianza) de Camus, El miedo del portero al penalti (Alianza) de Peter Handke y Ampliación del campo de batalla (Anagrama) de Houellebecq, por destacar algunas de entre tantas amistades que siempre me reciben con los brazo abiertos y me deparan el mismo asombro que la primera vez que las leí.

He querido dejar para la última columna de El Odradek de 2017, que será el próximo viernes día 29, el que para mí ha sido, finalmente, el libro del año, en reñida lucha con El nadador en el mar secreto de Kotzwinkle.

El libro al que me refiero me ha ganado el corazón —alguno de los dos textos, este o el de Kotzwinkle, ambos excepcionales, tenía que hacerlo—, pero sobre todo porque se trata de un trabajo escrito por alguien que no es escritor y que elabora una especie de biografía novelada con ribetes de autoficción y libro de historia. Además, lo cuenta desde unos recursos literarios sobrios y sencillos, incluso repetitivos, que hacen que se la emoción se dispare por la carga de sinceridad, e incluso de inocencia, que alberga en sus 600 páginas.

Obviamente, me estoy refiriendo a… Tendréis que aguardar a nuestro último Odradek del año para descubrirlo. Os prometo que me meteré en este libro a fondo, con entusiasmo, placer y admiración.

Hasta entonces, os deseo una feliz Nochebuena y una formidable Navidad.

jueves, 28 de diciembre de 2017

The Sleeping Philosophers: El sueño de la música produce belleza




*Esta reseña apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/the-sleeping-philosophers-zenda-sueno-la-musica-produce-belleza/


El disco Zenda es el cuarto trabajo del proyecto musical The Sleeping Philosophers, tras el que se esconde un guitarrista original y luminoso, Álvaro Espinosa. Es un recorrido por un carrusel de ritmos balcánicos, psicodélicos, magrebís, romanís, armenios, con un toque cabaretero en algunas ocasiones, que hacen del disco toda una joya extraña y resplandeciente dentro del panorama musical patrio, tan huérfano de talento, sinceridad, y de gente que apueste por el riesgo de defender sus propias ideas.

Antes de Zenda, el camino por el que echaron a andar The Sleeping Philosophers fue con un disco debut en el año 2014, entregado en dos partes independientes y tituladas The Time Of The Sleeping Philosophers y Baghdag. En ellas, Álvaro Espinosa ya demostraba que sus capacidades musicales alcanzaban más allá de la guitarra y de la voz. Se atrevía, además, con el melotrón, el piano, el ukelele, el bajo, el sitar…, sin olvidarnos de que compone la música y las letras.

Aquí os dejo el clip del tema que da nombre al disco, Baghdag:


Todo este torrente creativo, renacentista podía decirse, cristalizó en esos dos sólidos discos de presentación, que pronto vieron su prolongación en un tercero, Kayanga, de 2015, y preñado de aires orientales y especiados, cierto barroquismo delicioso y un buen hacer que en ningún caso podía detenerse ahí.

Por eso, dada la capacidad y las características de Álvaro Espinosa, The Sleeping Philosophers han sacado los provechosos réditos de los trabajos anteriores para firmar el que hasta la fecha es su último disco y mejor trabajo: Zenda, recientemente aparecido.

En cuanto tuve la ocasión de escucharlo ya me decidí a recomendarlo como el disco del mes para el sitio Mi Nueva Edad. Podéis acceder a mi reseña en el siguiente enlace:

Sin embargo, por las características de publicación en esa web, las crónicas no permiten que uno se explaye tanto como aquí, en Achtung! —al fin y al cabo este es un sitio mucho más musical, al menos de momento—por lo que ahora saldo mi deuda de una aproximación algo más profunda a las canciones que componen este magnífico Zenda.

Ya he anunciado la gran cantidad de ritmos que aparecen en este trabajo de hibridismo cultural o fusión musical. Es algo que le proporciona un relieve especial, porque encontrarse con tanta riqueza en un disco no es corriente, y si añadimos su producción notable, el resultado es una rareza dentro del exangüe panorama patrio de epígonos, artistas consagrados con el piloto automático encendido —y la luz de la reserva también— desde hace décadas, radio fórmulas y otras basurillas televisivas.

En una era del consumo rápido, un disco que necesite de diferentes y atentas escuchas para que podemos apreciar todos sus matices, parece condenado al olvido. Por eso estoy hablando de él aquí, para rescatarlo de un ostracismo tan injusto como cerril. Pero todo eso, aplastado bajo el tremendo peso de la calidad de las canciones que componen Zenda, nos da igual. Hablemos de música.

Nietzsche ha sido denominado frecuentemente como el filósofo del martillo a causa de sus ideas críticas con los pilares culturales y religiosos de nuestra sociedad, por su radicalidad, y como no, por su libro El ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos (Austral). De igual manera, la primera canción de Zenda, la titulada A Story, ejerce de composición nietzscheana, cuyo cometido es romper con todo lo que pueda esperar el oyente, y que arranca con la voz de Álvaro Espinosa acompañada tan solo por unos acordes de guitarra de ciertos retrogustos medievales, ejerciendo esa función de martillear casi sin base musical hasta que arranca la música.

Diríase que este principio es como el de un elefante en una cacharrería, algo que también tiene mucho que ver con la forma de pensar de Nietzsche. Álvaro Espinosa quiebra con su voz arriesgada algunos de los estándares musicales, barriendo de los anaqueles la mediocridad, el aburrimiento y la falta de originalidad. Con todo ese bagaje que atocina al rock español reducido a escombros, ahora sí, puede comenzar el festival de Zenda.

La música de A Story se une a la voz para entregar el primer tema del disco, con el recuerdo de bailes y violines zíngaros, y presentar un inicio ante el que ya debemos colocarnos las gafas de sol, y elevar, sorprendidos, el volumen de nuestros auriculares. Menuda forma de empezar.

Sin duda, Zenda es un batido musical de tantos sabores como países hay en el mundo. En estas melodías se amalgaman todo tipo de influencias, y por ello no resulta sorprendente encontrar ya en el segundo corte una joya como Carousel, cantada en italiano, como homenaje a uno de los ídolos de Álvaro Espinosa, Adriano Celentano. Pero la canción, con su ribete rococó, y de big band de arrabal siciliano, hace las veces de un Marsilio Ficino, filósofo florentino del siglo XV que desencadenó la corriente del neoplatonismo renacentista.

Uno de los grandes temas de Celentano, Il ragazzo della via gluck:


Ficino mezclaba en sus ideas componentes de astrología, magia, astronomía y la metafísica de Plotino. Así que, en cierto modo, era una especie de alquimista, como lo es Álvaro Espinosa en este disco, y también un humanista: en The Sleeping Philosophers hay una necesidad de ritmos por encima de fronteras, de canciones sin banderas, de entender la música como una emanación cultural que se expande sobre países y territorios, cocinando en una gran olla de sonidos todas las tradiciones e influencias.

Insomnia, tercer corte del disco, nos trae una composición contenida, que bebe de las fuentes del rock progresivo, con unos coros que recuerdan a Queen, y también con unos aires armenios tomados de la banda californiana System of A Down, pero algo más dulcificados. Este Insomnia es un tema que muy bien podría haber rubricado alguna de las bandas progresivas más influyentes y de calidad, como Marillion, o la formación actualmente en hiato Porcupine Tree, de Steven Wilson.

Viene a ser algo así como el contundente discurso de Santo Tomás de Aquino y sus cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Si albergábamos alguna estúpida duda de este Zenda, tras Insomnia podemos afirmar: ¡Creemos en The Sleeping Philosophers!

Quizás sea por esta deriva del disco hacia el art rock, pero con guitarras ácidas, que el siguiente tema sea una versión de Pink Floyd. Para cualquier músico resulta algo notable el poder versionar a la gran banda británica del sinfónico-progresivo, pero no para Álvaro Espinosa, en su calidad de líder de uno de los grupos más importantes del panorama musical, y tal vez el mejor en esta faceta, Pink Tones, que interpretan exclusivamente canciones de Pink Floyd. Si os interesa una crónica de su último concierto en Madrid, que publicamos aquí en Achtung!, os dejo el link:


En cualquier caso, el tema de Pink Floyd elegido para la ocasión, Biding My Time, guarda mucha coherencia con el espíritu de Zenda. Es una canción extraña, con unos profundos toques de jazz, en una fusión que entabla una profunda conversación con el resto del trabajo de The Sleeping Philosophers. Un tema poco conocido que pertenece a un disco de rarezas, Relics, publicado en el año 1971. Os dejo la versión original de esta canción tan curiosa, para que podáis compararlo con la versión de Zenda.


Versionar a Pink Floyd e incluirlo en el disco es como una vuelta a las fuentes de la filosofía clásica, una canción que hace las veces de Aristóteles, o de Platón, el origen de la sabiduría.

Question, con unos teclados efervescentes y profundos, que recuerdan en ocasiones a The Moody Blues, presenta un sólido trabajo de bajo y batería, que marcan un ritmo pesado que se contrapone a unas voces con recuerdos a los Beatles, y que terminan por apoderarse de la composición, junto al punteo de una guitarra cargada de personalidad. Es un discurso brillante pero racional, al estilo de El discurso del método (Alianza Editorial) de Descartes, cuyo pensamiento racional y sistemático sentó las bases de la filosofía moderna.

Tras Wonderteeth, una canción donde las voces frasean con el teclado, y consigue unos momentos chispeantes, al estilo del Voltaire autor del Cándido (Cátedra), repleta de armonía y calidez.

Después de Wonderteeth llega la segunda versión del álbum. Se trata de Mind Riot, canción de Soundgarden, perteneciente al disco Badmotorfinger de 1991 y que en su piel de The Sleeping Philosophers se encarna en una versión suave con una guitarra y una voz femenina de apoyo que logran un ambiente inquietante pero que se desmelena un poco al final con la entrada de la guitarra vehemente.

Si el anterior tributo a Pink Floyd era un reconocimiento a las fuentes clásicas de la filosofía, ahora, el recuerdo a Soundgarden es una forma de hermanarse con esos pensadores modernos, que han llevado al rock, y a la filosofía —que es casi decir lo mismo—, por nuevos derroteros.

Estamos ante una canción que hace las funciones de un Ludwing Wittgenstein que, con su complejísimo Tractacus lógico-philosophicus llevó la interpretación de la lógica y del lenguaje a otros niveles. Y Soundgarden, en su calidad e grupo independiente y de referencia, no cabe duda que ha sabido abrir nuevos caminos experimentales.

Esta es la versión original de Soundgarden:


(Am I) y Zenda son los dos últimos cortes del disco. En el primero pueden encontrarse ciertos e inevitables recuerdos a Roger Waters, pero es que en este tipo de composiciones en donde Álvaro Espinosa se encuentra a solas con su voz, es cuando mejor parece encontrarse, y eso, evidentemente, es una herencia de las composiciones introspectivas de Waters. Estamos ante un discurso intimista y cuidadoso, casi enigmático, como el de Georg Hammann en su Aesthetica in nuce, el filósofo que fue llamado el Mago del Norte.

El tema que da nombre al disco, y que lo cierra, parece concluir una especie de círculo compositivo, conectando de alguna manera con el principio de A Story. Zenda, el tema, propone un compendio de todo lo que ha sido Zenda, el disco: Ese matrimonio entre voz y guitarra, tan afortunado, unos teclados potentes pero en su sitio, los cambios de ritmos que hacen de este disco un trabajo sorprendente, a mitad de camino entre el art rock, la psicodelia, el progresivo, plagado de fusiones… Toda una veta en la que hay que cavar, investigar en sucesivas audiciones, para pasmarse con la riqueza de lo que nos propone y de lo que nos ofrece, al estilo de aquel Giordano Bruno preclaro y avanzado a su tiempo, el siglo XVI, y que pagó su originalidad e inteligencia con la hoguera.

Se culmina, así, un disco que sin duda alguna merece un lugar destacado entre lo grabado en este 2017 de músicas infames en donde hemos vivido, los que hemos podido, de ver tocar a nuestros grupos veteranos, que tan sólo nos pueden ofrecer la gloria de sus antiguos éxitos, para protegernos de una música repetitiva y repetida, de danzantes edulcorados y de productos tan fugaces como irritantes.

El disco, a la espera de ser comercializado en algún canal de ventas, puede escucharse en Spotify o en Soundcloud, con tan sólo llevar a cabo una búsqueda sencilla. En Spotify, además, se encuentran disponibles los anteriores trabajos de The Sleeping Philosophers. ¿A qué estás esperando para desintoxicarte del panorama actual con su escucha?


Zenda, de The Sleeping Philosophers, es el sueño de Álvaro Espinosa, un idealista del rock. Y ahora ya sabemos, por fin, con que sueñan los filósofos cuando duermen. Aristóteles, Platón, Plotino, Ficino, Giordano Bruno, Wittgenstein, Hammann, Voltaire, Descartes, Nietzsche, cada vez que descabezan un sueñecito a la sombra del árbol del conocimiento, sueñan con música. Con buena música.