jueves, 28 de diciembre de 2017

The Sleeping Philosophers: El sueño de la música produce belleza




*Esta reseña apareció en achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/the-sleeping-philosophers-zenda-sueno-la-musica-produce-belleza/


El disco Zenda es el cuarto trabajo del proyecto musical The Sleeping Philosophers, tras el que se esconde un guitarrista original y luminoso, Álvaro Espinosa. Es un recorrido por un carrusel de ritmos balcánicos, psicodélicos, magrebís, romanís, armenios, con un toque cabaretero en algunas ocasiones, que hacen del disco toda una joya extraña y resplandeciente dentro del panorama musical patrio, tan huérfano de talento, sinceridad, y de gente que apueste por el riesgo de defender sus propias ideas.

Antes de Zenda, el camino por el que echaron a andar The Sleeping Philosophers fue con un disco debut en el año 2014, entregado en dos partes independientes y tituladas The Time Of The Sleeping Philosophers y Baghdag. En ellas, Álvaro Espinosa ya demostraba que sus capacidades musicales alcanzaban más allá de la guitarra y de la voz. Se atrevía, además, con el melotrón, el piano, el ukelele, el bajo, el sitar…, sin olvidarnos de que compone la música y las letras.

Aquí os dejo el clip del tema que da nombre al disco, Baghdag:


Todo este torrente creativo, renacentista podía decirse, cristalizó en esos dos sólidos discos de presentación, que pronto vieron su prolongación en un tercero, Kayanga, de 2015, y preñado de aires orientales y especiados, cierto barroquismo delicioso y un buen hacer que en ningún caso podía detenerse ahí.

Por eso, dada la capacidad y las características de Álvaro Espinosa, The Sleeping Philosophers han sacado los provechosos réditos de los trabajos anteriores para firmar el que hasta la fecha es su último disco y mejor trabajo: Zenda, recientemente aparecido.

En cuanto tuve la ocasión de escucharlo ya me decidí a recomendarlo como el disco del mes para el sitio Mi Nueva Edad. Podéis acceder a mi reseña en el siguiente enlace:

Sin embargo, por las características de publicación en esa web, las crónicas no permiten que uno se explaye tanto como aquí, en Achtung! —al fin y al cabo este es un sitio mucho más musical, al menos de momento—por lo que ahora saldo mi deuda de una aproximación algo más profunda a las canciones que componen este magnífico Zenda.

Ya he anunciado la gran cantidad de ritmos que aparecen en este trabajo de hibridismo cultural o fusión musical. Es algo que le proporciona un relieve especial, porque encontrarse con tanta riqueza en un disco no es corriente, y si añadimos su producción notable, el resultado es una rareza dentro del exangüe panorama patrio de epígonos, artistas consagrados con el piloto automático encendido —y la luz de la reserva también— desde hace décadas, radio fórmulas y otras basurillas televisivas.

En una era del consumo rápido, un disco que necesite de diferentes y atentas escuchas para que podemos apreciar todos sus matices, parece condenado al olvido. Por eso estoy hablando de él aquí, para rescatarlo de un ostracismo tan injusto como cerril. Pero todo eso, aplastado bajo el tremendo peso de la calidad de las canciones que componen Zenda, nos da igual. Hablemos de música.

Nietzsche ha sido denominado frecuentemente como el filósofo del martillo a causa de sus ideas críticas con los pilares culturales y religiosos de nuestra sociedad, por su radicalidad, y como no, por su libro El ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos (Austral). De igual manera, la primera canción de Zenda, la titulada A Story, ejerce de composición nietzscheana, cuyo cometido es romper con todo lo que pueda esperar el oyente, y que arranca con la voz de Álvaro Espinosa acompañada tan solo por unos acordes de guitarra de ciertos retrogustos medievales, ejerciendo esa función de martillear casi sin base musical hasta que arranca la música.

Diríase que este principio es como el de un elefante en una cacharrería, algo que también tiene mucho que ver con la forma de pensar de Nietzsche. Álvaro Espinosa quiebra con su voz arriesgada algunos de los estándares musicales, barriendo de los anaqueles la mediocridad, el aburrimiento y la falta de originalidad. Con todo ese bagaje que atocina al rock español reducido a escombros, ahora sí, puede comenzar el festival de Zenda.

La música de A Story se une a la voz para entregar el primer tema del disco, con el recuerdo de bailes y violines zíngaros, y presentar un inicio ante el que ya debemos colocarnos las gafas de sol, y elevar, sorprendidos, el volumen de nuestros auriculares. Menuda forma de empezar.

Sin duda, Zenda es un batido musical de tantos sabores como países hay en el mundo. En estas melodías se amalgaman todo tipo de influencias, y por ello no resulta sorprendente encontrar ya en el segundo corte una joya como Carousel, cantada en italiano, como homenaje a uno de los ídolos de Álvaro Espinosa, Adriano Celentano. Pero la canción, con su ribete rococó, y de big band de arrabal siciliano, hace las veces de un Marsilio Ficino, filósofo florentino del siglo XV que desencadenó la corriente del neoplatonismo renacentista.

Uno de los grandes temas de Celentano, Il ragazzo della via gluck:


Ficino mezclaba en sus ideas componentes de astrología, magia, astronomía y la metafísica de Plotino. Así que, en cierto modo, era una especie de alquimista, como lo es Álvaro Espinosa en este disco, y también un humanista: en The Sleeping Philosophers hay una necesidad de ritmos por encima de fronteras, de canciones sin banderas, de entender la música como una emanación cultural que se expande sobre países y territorios, cocinando en una gran olla de sonidos todas las tradiciones e influencias.

Insomnia, tercer corte del disco, nos trae una composición contenida, que bebe de las fuentes del rock progresivo, con unos coros que recuerdan a Queen, y también con unos aires armenios tomados de la banda californiana System of A Down, pero algo más dulcificados. Este Insomnia es un tema que muy bien podría haber rubricado alguna de las bandas progresivas más influyentes y de calidad, como Marillion, o la formación actualmente en hiato Porcupine Tree, de Steven Wilson.

Viene a ser algo así como el contundente discurso de Santo Tomás de Aquino y sus cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Si albergábamos alguna estúpida duda de este Zenda, tras Insomnia podemos afirmar: ¡Creemos en The Sleeping Philosophers!

Quizás sea por esta deriva del disco hacia el art rock, pero con guitarras ácidas, que el siguiente tema sea una versión de Pink Floyd. Para cualquier músico resulta algo notable el poder versionar a la gran banda británica del sinfónico-progresivo, pero no para Álvaro Espinosa, en su calidad de líder de uno de los grupos más importantes del panorama musical, y tal vez el mejor en esta faceta, Pink Tones, que interpretan exclusivamente canciones de Pink Floyd. Si os interesa una crónica de su último concierto en Madrid, que publicamos aquí en Achtung!, os dejo el link:


En cualquier caso, el tema de Pink Floyd elegido para la ocasión, Biding My Time, guarda mucha coherencia con el espíritu de Zenda. Es una canción extraña, con unos profundos toques de jazz, en una fusión que entabla una profunda conversación con el resto del trabajo de The Sleeping Philosophers. Un tema poco conocido que pertenece a un disco de rarezas, Relics, publicado en el año 1971. Os dejo la versión original de esta canción tan curiosa, para que podáis compararlo con la versión de Zenda.


Versionar a Pink Floyd e incluirlo en el disco es como una vuelta a las fuentes de la filosofía clásica, una canción que hace las veces de Aristóteles, o de Platón, el origen de la sabiduría.

Question, con unos teclados efervescentes y profundos, que recuerdan en ocasiones a The Moody Blues, presenta un sólido trabajo de bajo y batería, que marcan un ritmo pesado que se contrapone a unas voces con recuerdos a los Beatles, y que terminan por apoderarse de la composición, junto al punteo de una guitarra cargada de personalidad. Es un discurso brillante pero racional, al estilo de El discurso del método (Alianza Editorial) de Descartes, cuyo pensamiento racional y sistemático sentó las bases de la filosofía moderna.

Tras Wonderteeth, una canción donde las voces frasean con el teclado, y consigue unos momentos chispeantes, al estilo del Voltaire autor del Cándido (Cátedra), repleta de armonía y calidez.

Después de Wonderteeth llega la segunda versión del álbum. Se trata de Mind Riot, canción de Soundgarden, perteneciente al disco Badmotorfinger de 1991 y que en su piel de The Sleeping Philosophers se encarna en una versión suave con una guitarra y una voz femenina de apoyo que logran un ambiente inquietante pero que se desmelena un poco al final con la entrada de la guitarra vehemente.

Si el anterior tributo a Pink Floyd era un reconocimiento a las fuentes clásicas de la filosofía, ahora, el recuerdo a Soundgarden es una forma de hermanarse con esos pensadores modernos, que han llevado al rock, y a la filosofía —que es casi decir lo mismo—, por nuevos derroteros.

Estamos ante una canción que hace las funciones de un Ludwing Wittgenstein que, con su complejísimo Tractacus lógico-philosophicus llevó la interpretación de la lógica y del lenguaje a otros niveles. Y Soundgarden, en su calidad e grupo independiente y de referencia, no cabe duda que ha sabido abrir nuevos caminos experimentales.

Esta es la versión original de Soundgarden:


(Am I) y Zenda son los dos últimos cortes del disco. En el primero pueden encontrarse ciertos e inevitables recuerdos a Roger Waters, pero es que en este tipo de composiciones en donde Álvaro Espinosa se encuentra a solas con su voz, es cuando mejor parece encontrarse, y eso, evidentemente, es una herencia de las composiciones introspectivas de Waters. Estamos ante un discurso intimista y cuidadoso, casi enigmático, como el de Georg Hammann en su Aesthetica in nuce, el filósofo que fue llamado el Mago del Norte.

El tema que da nombre al disco, y que lo cierra, parece concluir una especie de círculo compositivo, conectando de alguna manera con el principio de A Story. Zenda, el tema, propone un compendio de todo lo que ha sido Zenda, el disco: Ese matrimonio entre voz y guitarra, tan afortunado, unos teclados potentes pero en su sitio, los cambios de ritmos que hacen de este disco un trabajo sorprendente, a mitad de camino entre el art rock, la psicodelia, el progresivo, plagado de fusiones… Toda una veta en la que hay que cavar, investigar en sucesivas audiciones, para pasmarse con la riqueza de lo que nos propone y de lo que nos ofrece, al estilo de aquel Giordano Bruno preclaro y avanzado a su tiempo, el siglo XVI, y que pagó su originalidad e inteligencia con la hoguera.

Se culmina, así, un disco que sin duda alguna merece un lugar destacado entre lo grabado en este 2017 de músicas infames en donde hemos vivido, los que hemos podido, de ver tocar a nuestros grupos veteranos, que tan sólo nos pueden ofrecer la gloria de sus antiguos éxitos, para protegernos de una música repetitiva y repetida, de danzantes edulcorados y de productos tan fugaces como irritantes.

El disco, a la espera de ser comercializado en algún canal de ventas, puede escucharse en Spotify o en Soundcloud, con tan sólo llevar a cabo una búsqueda sencilla. En Spotify, además, se encuentran disponibles los anteriores trabajos de The Sleeping Philosophers. ¿A qué estás esperando para desintoxicarte del panorama actual con su escucha?


Zenda, de The Sleeping Philosophers, es el sueño de Álvaro Espinosa, un idealista del rock. Y ahora ya sabemos, por fin, con que sueñan los filósofos cuando duermen. Aristóteles, Platón, Plotino, Ficino, Giordano Bruno, Wittgenstein, Hammann, Voltaire, Descartes, Nietzsche, cada vez que descabezan un sueñecito a la sombra del árbol del conocimiento, sueñan con música. Con buena música.

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