jueves, 28 de octubre de 2010

Chico de la pipa (de maíz)


Ayer me enteré, chico de la pipa,de que ya no estás. A menudo te solía ver fumar en la puerta del Edificio E,al caer la tarde, mientras aguardabas a una de tus clases de literatura, los sueños de Shakespeare y Cervantes escritos en el humo de tu pipa. Tranquilo, sin meterte con nadie,la pipa entre los dientes con esa calma -la entiendo ahora- de los vencidos, de quienes no tienen ya nada que perder porque lo han extraviado todo...
Solía verte, chico de la pipa, allí sentado sobre el cemento, fuma que te fuma, con algún café también, hundido en tu pozo de penuria, en tu fondo de negros posos, en la turba de tu desgracia.
Encendías, a ratos, la pipa, pero esa llama, la llama del mechero, apenas sí podía alumbrar tu corazón apagado, apagado y sin rescoldo porque, chico de la pipa, tú sabías que nadie era capaz de quererte, pero eso no te eximía de tu derecho a enamorarte.
Chico de la pipa, ayer me enteré de que te dejaste ir por el sumidero de la sangre, las cuchillas y los recuerdos tan duros, en un apartamento sucio y desolado te abandonaste a la muerte como una forma de resistir a la vida.
Chico de la pipa de maíz, la gente pasaba a tu lado y te miraban de reojo. No sabían que hoy ya no estarías allí, fuma que te fuma. Sufre que te sufre.

domingo, 24 de octubre de 2010

En la estación de las horas


RODEADO DE TANTOS ESTÚPIDOS
en la estación de las horas,espero a que parta un tren, entre tanta y tanta gente que no tiene nada que hacer, ni nada que decir, solo en medio de esta multitud, cuando los sentimientos arrecian fuerte y el aguacero de trenes azota el panel informativo, cuando los sentimientos arrecian tan fuerte, vivo en peligro, vuelve a ser lo mismo, lo de siempre, no veo el final al final, el tiempo pasa, el horario del tren se acerca, en el mar de dudas y gente me pregunto como afrontaré esta nueva etapa, ¿a donde voy?, ese momento maldito, esa ocasión de rehacerme entre la inmundicia, ave Fénix de basurero, esta oportunidad, tal vez ya perdida de antemano, esta nueva sensación tan desagradable como otras veces, tan devastadora como siempre, tan animal, el momento de sustituir en mi corazón un recuerdo por otro recuerdo congelado, el momento de quemar toda la desesperación amontonada y gritar -tan solo- en esta abarrotada estación de las horas, los recuerdos se acumulan con odio, la megafonía brama y el panel da vueltas, el odio se amontona tras de mí, con ganas de herir, los ríos de gente y las mareas desesperadas, los mares del dolor, de la ignorancia, del desprecio, todo continúa igual que siempre: los sentimientos se carcomen, aquí, en la estación de las horas, los raíles nunca se juntan, la espera en una estación, la soledad del viajero, la incomprensión, la gota que colmó el vaso, cuando se extinga la eternidad... soy un espíritu del odio, un ángel caído, una condena, hasta ese punto me he destruido, anegadas, siempre, una y otra vez -una y otra vez, así hasta el infinito-, todas mis esperanzas de sobrevivir, de mejorarme, de prosperar, de avanzar, es duro, es difícil vivir mientras desespero en esta estación donde espero y espero que mi tren aleje mi obsesión, me debato en una lucha perdida, pero seguiré en el intento, por mucho que cueste, seguiré aquí, en la estación de las horas, donde ahora intento olvidar, en la estación de las horas intento olvidar, olvidar, lo intento, intento olvidar... pensar y recordar, así se mata bien la espera en una estación, y lamentarme, esto no hace transcurrir veloces ni los segundos, todo se hace eterno y a la par inútil, a la par extremadamente difícil y doloroso, sobre todo doloroso, eso por encima de todo, ya perdí mi cercanías, lo perdí, tomé el largo recorrido del dolor, sé que estoy solo, eso ya es mucho saber, demasiado, un saber enciclopédico, quiero que vengas conmigo en cada viaje que voy a realizar en solitario, colgada del tope de mi memoria, aunque tan sólo dure, transcurra, un interminable segundo de travesía, un segundo es eterno, miro, busco a mi lado, es lo mismo de siempre, como siempre, igual, igual, en la estación de las horas, solo, igual que siempre, igual que siempre.

sábado, 16 de octubre de 2010

Mientras montas en bicicleta


Mientras tu montas en bicicleta, las calles mojadas y los adoquines en donde chirría la goma de las ruedas son ajenas a mis sentimientos. No, nunca tendré esa casa en Amsterdam con sus cristaleras que dan a la calle, tras la cortina de agua comparto la calidez del salón con ella, descalza y en mallas. No, nunca tendré ese apartamento sin persianas en Copenhague, al fondo de la nevada se nos ve juntos, mientras en el televisor retransmiten el concierto de Año Nuevo. No, nunca se me verá compartir la casa baja, con su escalinata a la entrada, en Londres, cuando ella me envuelve en aromas. No, nunca. Nunca en una coqueta casita en Gdansk, ni en Cracovia, con un cuadro de Matejko al fondo mientras me sujetas la mano... nunca.
¿Para qué irme tan lejos? Nunca, en Madrid, me verás en un piso, juntos, mientras blindamos con la felicidad la aridez de nuestras vidas.

domingo, 10 de octubre de 2010

Geografía (del desengaño)


Le he pedido pocas cosas a la vida... pero ni eso, tan escaso, me ha concedido. Lo único que me ha regalado, a manos llenas, es mi incapacidad, mi imposibilidad, una gran mordaza con la que taparme la boca y enmudecerme, impedirme confesar lo que me avergüenza. Una mordaza que me impide gritar lo que siento por encima de los parques y los jardines, más allá de las fuentes y de las ciudades, sobre todo el mapa de Europa que disfruta con las llagas de mis heridas.
Es una cuestión de geografía, de negar la geografía, la geografía del desengaño. Es una cuestión de apoderarse de ciudades, de apropiarse de mapas y planos de metro, de recorridos urbanos, de autopistas de circunvalación que terminan, desembocando, una y otra vez, en bancos de parques solitarios, en extraños reflejos en las cristaleras de los edificios, en sentimientos arrastrados por la brisa, en distancias que refulgen con el dolor del plomo y en monumentos de un mármol que duele a la vista y al corazón.
Se trata de eso, sólo de eso, de una estúpida geografía del desengaño.

domingo, 3 de octubre de 2010

Lost in the Supermarket


"I got so lost in the supermarket", la maravillosa y demoledora canción de los Clash suena en mi cabeza y resuena en mi corazón: pero es así. Estoy perdido y solo en este supermercado, realizando una maldita compra. Nunca pensé que acercarme al lineal de los congelados me pudiera producir tanta tristeza, que una bandeja de hamburguesas me diera ganas de llorar, que esas botellas de Jack Daniel´s que elijo (y que me beberé sin ti) sean como certeros disparos al centro de mi angustia.
Estoy solo y perdido en el supermercado. Las cajeras aguardan mi salida derrotado, los yogures que compraré serán, en algún momento, yogures caducados. Alimentos envasados al vacío preservados de mi tristeza. Muevo el carro entre lágrimas, disimulo mi dolor al lado de los quesos, la gran superficie es tan gran superficie, tan enorme, pero incapaz de albergar todo mi sufrimiento.
Sería el momento de morirse ya: de que me colocaran en un expositor en el centro del supermercado con el letrero "Oferta: despojos".