“La mejor forma de lograr una entrada en el
éxito es ganar un premio literario, por la publicidad que conlleva (…) Nadie
sensato niega que el único valor de los premios es servir de escaparate, de
marco que ofrece visibilidad a un escritor. La calidad de un libro premiado ha
pasado a ser una cuestión secundaria. Lo que sí es seguro es que el ganador de
un premio, venda o no venda lo suficiente, será expuesto a la publicidad”.
Germán Gullón.
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya, Madrid, 2004, pp. 79.
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