Intenté, por todos los medios, conocer a
Agesilao. Nos citamos en la cafetería del Circulo de las Bellas Artes. En la
mesa de enfrente, un hombre de barbas valleinclanescas… debía ser él, el
misterioso viajero a Cefalú, pero ¿a qué esperaba para darse a conocer? Yo,
tenía muchas cosas que decirle. Que el chofer Tomasso se había salvado del
accidente de automóvil que le costó la vida a Bufalino, y que aparecía en el
título de otra novela de Bufalino, Tomasso
y el fotógrafo ciego. Que Bufalino sufría mucho de la vista y apenas veía,
y que era un guiño metaliterario el haberlo bautizado en esos delirantes y
mentirosos correos bautizado como Tiresias, el adivino ciego de Tebas que se aparece, realmente en
su sombra espectral, ante Ulises en el Hades.
El propio Agesilao me mentía con su nombre:
Agesilao Degli Incerti es un personaje de Las
Mentiras de la Noche. Tiresias era un heterónimo de Bufalino, además, por
el que se hacía llamar en algunos libros suyos… y tantas cosas… que era un
mentiroso y un plagiario, que en algunas partes de sus correos –lo de la
catedral, lo del viejo y los bombardeos, incluso algo remozado lo del
restaurante…– había utilizado trocitos de una novelita del ignoto autor Juan
Carlos Rodríguez Bretón, esa que ya no se puede encontrar casi en ninguna parte
y que se titula “Los escaques de Satán”…
El camarero se me acercó para decirme que
estaba invitado a mi Tanqueray. Di por supuesto que esa era la señal del
barbudo para que me acercara a él. ¡No, no, no ha sido ese hombre, es aquel de
allí!, me dijo el camarero señalando una mesa, ahora vacía. ¡Agesilao estuvo
observándome todo ese rato! Y ya no
contestó más a mis correos. Había desaparecido.
Y yo necesitaba contarle algo: el motivo de
que el fantasma de Bufalino se refiriera a la isla como Carne vs. Hierro. Ese
era el nombre que los soldados dieron a la llamada Operación Husky de invasión
aliada de la isla durante la
Segunda Guerra Mundial...
La carne de los italianos contra el hierro de los blindados… por eso,
también necesitaba confesarle mi angustia por Cefalú: en un reciente viaje que
realicé a Costa Rica para asistir a un Congreso latinoamericano sobre Kafka,
una noche, unos entendidos en esos asuntos me hicieron una regresión y
descubrieron que yo, en otra vida, había sido un paracaidista aliado que había
muerto en una refriega en Cefalú, por un disparo en la columna vertebral…
Más Carne contra Hierro… no sé, he comenzado
a investigar eso, quizás me sirva para escribir, un día, una novela…
Sí, necesitaba decirle todo eso como se lo acababa
de narrar a Beatriz Viterbo entre terciopelos de coñac y lomos acartonados de
libros usados: que entendía que en una Catedral cupieran todas las iglesias del
mundo porque entendía muy bien que el fantasma de un escritor bebiese un
reserva de 2005 y tomase Tiramisú a
los postres, porque entendía, ahora ya sí, a que tipo de Carne vs. Hierro se
refería Bufalino: a su carne, a la de su cuerpo, atrapado entre los retorcidos
hierros de su automóvil, tirado en una cuneta de una carretera de Sicilia
mientras sobre un charco de aceite goteaban las palabras de su literatura…
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