
Dice Eloy Tizón: los escritores son bonzos que se queman.
Déjame arder por ti, déjame quemarme, hasta las cenizas, debes permitírmelo, porque, como escribió Quevedo, tras arder por ti: haré de mis cenizas polvo, mas polvo enamorado.
Reflexiones de una mente enferma sobre el mal de la escritura
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