jueves, 13 de mayo de 2010

Berlín tuvo mar


Un día, por unos instantes, Berlín tuvo mar. El mar de tus ojos que desde la ventana se proyectaba sobre el Spree, el mar de tu pelo que caía en cascadas sobre la almohada, el mar de tu nombre sobre el que nadé para extinguirme en sus orillas.
Berlín -unos segundos- tuvo mar, inundó con las ondas de tus labios la Puerta de Branderburgo, anegó con las olas de tu cuerpo las escalinatas del Reichstag. Las mareas de tu corazón, el sístole y diástole que marcaban bajamares y pleamares, bajamares y pleamares en los que dulcemente me dejaba mecer, en los que plácidamente me dejaba ahogar...
Sí, por unos momentos Berlín tuvo mar, pero en un suspiro -tu suspiro arrastrado por el viento- dejó de tenerlo. Y todo fue lodo y barro, se retiraron las aguas y, tras ellas, sólo dejaron muerte y destrucción.

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