UNA
VEZ MÁS, OTRA VEZ MÁS:
me sorprendo mirando por la
ventana bajo la llovizna de madrugada. Una vez más, otra vez más: me contemplo
frente a un derrotado parque. Una vez más, otra vez más: me sorprendo reflejado
en los cristales de mi penuria. Ha sido entonces cuando he tomado la auténtica
conciencia de que aquella pálida figura derrumbada ante mí era yo. Yo. Una vez
más, otra vez más: yo. Una vez más, otra vez más: frente al ventanal. Una vez
más, otra vez más: contemplo las miserables calles. La capa de suciedad sobre
la contaminada fuentecilla central. Abandonada a su realidad de aceras y
adoquines, de cemento y asfaltos. Abandonada a la suma de realidades. Mi suma
de realidades es cruel: hoy hace frío + hoy he madrugado para ir a trabajar +
hoy no estás tú aquí conmigo + hoy te echo tantísimo de menos + hoy… Hoy me
sorprendo mirando por la misma ventana: y veo la misma escena: el mismo reflejo
agotado del rechazo vencido. Una vez más, otra vez más: sólo en la inmensidad
de mi cuarto que parecía tan pequeño cuando en él, retumbaban tus latidos, y el
flujo de tu sangre, y tu boca, esa boca, articulando todas aquellas
maravillosas palabras que ya no encuentro ni debajo de la cama, ni aunque le dé
la vuelta a las almohadas.
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