el día en que fui
poeta
también
me convertí en
hombre lobo
mudé
la camisa de fuerza
de mi piel
y me vestí
con tus harapos
con mi escritura
hociqueé
en la inmundicia
y babeé
en los recuerdos
y por ti
me hice
amigo
de tantos fantoches
drácula de emociones
momia de olvidos
y frankestein entre ginebras
deseé morir
con cada luna
en blanco
pero descubrí
que soy inmortal
al abrir la moleskine
por eso
sé
que en el tambor
de cada poema
que te escribo
brilla cargada
una bala
de
plata
Buen poema. Lo de la bala de plata me suena, pero no sé de qué...
ResponderEliminarGloria: con las balas de plata es la única manera de matar a los hombres lobo... además, fue el autor de Manuscrito encontrado en Zaragoza, el polaco Jan Potocki, quien estuvo meses y meses preparando, fundiendo, puliendo, y arreglando, la bala de plata con la que, finalmente, se suicidó.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios.
Me alegra que te pareza un buen poema.
No fuiste tan comprensivo cuando en un poema mío apareció una...jeje.
ResponderEliminarErrar es humano Gloria... además eran situaciones diferentes,desesperaciones diferentes... yo era otro yo, no era todavía poeta, ahora sería mucho más comprensivo... seguro. Y no me había dado ni cuenta de que te referías a tu poema, vamos, que ni se me había pasado por la cabeza,pensé, de verdad, que te podía sonar de haber contado yo en el taller literario la anécdota de Potocki. Pido humillantes disculpas una y otra vez, perdón, perdón...
ResponderEliminarya sabes de mi daño mental, lo que espero te haga conmigo más benévola.
Ruego disculpas de nuevo.