(lugar: puerta del
edificio d de la facultad de filología de la ucm. ellos: son pareja y hoy
cumplen un mes juntos y para celebrarlo se hacen regalos. se mueven: bajo la
ligera lluvia como dos pececillos aturdidos: realmente como dos besugos de
agallas sangrientas que propinaran grandes bocanadas fuera del agua):
él –con tono arropiero-: toma, mi amor, el libro de
carpentier, el reino de este mundo.
ella –con deje sorpresivo-: ¿y éste magnífico libro?
él –con soniquete sabihondo-: porque en el prólogo
del libro se habla de ti, mi cielo…
ella –interrumpe excitadísima-: ¿de mí?, ¿en dónde?,
¿qué dice?
él –con enorme satisfacción por lo bien que le está
saliendo el asunto-: … cuando carpentier habla de lo real maravilloso, que eres
tú…
(se besan, etc.)
ella –con malicia amorosa-: pues este libro es para
ti, mi vida (y le extiende rayuela, de
cortázar).
él –falsamente sorprendido-: ¿rayuela?:
ella -con inocencia perversa-: es que hay un
capitulo que es como tú…
él –sonriendo con malicia-: ¡como yo!, ¿cuál?
ella –satisfecha, repleta por lo bien que le está
saliendo el asunto-: …el capítulo número 68, el del glíglico, es fascinante y
cautivador, misterioso e intenso, como tú…
(¡¡¡¡¡¡¡MEEEEEEEEEEEEEC!!!!!!:
¡¡¡¡¡ERROR!!!!!)
él –con enfado tenue-: pero también es un capítulo
incomprensible, enrevesado y hasta ligeramente ridículo…
ella –asustada-: bueno, sí, en cierto modo, a veces,
eres también así…
él –rápido-: ¿ridículo?
ella –azorada-: ¡no, bobo! eres… algo complejo, si
incomprensible, como ese capítulo…
él -ya cabreado-: ¡pues tú eres como los pilares de
la tierra!-
ella –incrédula y molesta aunque todavía sin saber
muy bien el motivo-: ¿cómo los pilares?...
él –interrumpiendo y con una sonrisilla de malicia-:
descerebrada, gorda y estúpida
ella –rompiendo a llorar-: ¡pues tú eres el código
davinci!
él –indignadísimo-: ¡ah no, eso sí que no!
ella –vengativa-: sí, eres como las novelas de dan
brown, mentirosas, insensatas, asquerosas, pesadas, repulsivas…
(se miran fijamente
y en silencio bajo la lluvia. boquean costosamente, como dos besugos, y
bizquean, con grandes ojos inexpresivos, por el esfuerzo de la discusión; se
arrojan los libros a la cabeza, los esquivan, se marchan cada uno en una
dirección y allí se quedan los volúmenes, como dos platijas doradas por los
reflejos de la luna de ceniza que se asoma –muy de vez en cuando- entre las
nubes de tormenta).
final alternativo:
se arrojan los
libros y, entonces, aparece un platillo volante que aterriza en el campus. de
la nave desciende un viejo provecto embutido en una túnica que recuerda al
vejestorio de la caverna de esa novelita de novalis, enrique de ofterdingen –sí,
hombre, la de la coña de la flor azul y todo eso-; el viejo se acerca de forma
reverencial a los libros, los recoge de los charcos, los rescata de la lluvia,
menea la cabeza en señal de desagrado, fulmina con una mirada de reprobación a
la pareja de besugos filólogos y se vuelve a su nave, que se eleva ante los dos
muchachos atónitos; el platillo remonta el vuelo sobre el edificio de
filología, alcanza los cielos de rayos y truenos, y se pierde en la inmensidad
del espacio. los besugos amagan con hablarse, tal vez para pedirse perdón, pero
entonces, va, y se acaba el mundo.
me gustan los dos finales, la trágica y/o cómica historia de los besugos y la imaginación del autor para semejante texto.
ResponderEliminarme gusta que te guste y gracias por lo de la imaginación!
ResponderEliminar:)
Lo he leído poniendo la cara de besuga que me corresponde.
ResponderEliminarMoraleja: nunca te líes con un/a filólogo/a.
Jajaja: gracias por tu comentario, Ele, ya sabes... ¡todos somos filólogos!
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