EL
SIMÉTRICO AMANECER
sobre el miserable, encharcado y lodoso parque y
sobre mi miserable, encharcada y lodosa vida de fracasado. Un aterrador parque:
a veces, mi propio reflejo sobre el cristal del ventanal superpone mi figura de
aniquilado por encima de todo el universo abotargado que contemplo al amanecer.
Al amanecer: con ojos crepusculares. Al amanecer: cuando en invierno la noche
se prolonga más allá de lo que un alma desesperada podría aguantar. Al
amanecer: cuando la gente se arroja a la calle para desentumecer el temor que
produce afrontar, día tras día, el mismo desencanto. Y así: día tras día. Una vez más: un día más: se
repite la misma pesadilla de siempre: se repite: ya no estás y no estás y no
estás. Todos los días desciendo las escaleras: húmedas y desafiantes: hasta el
portal. Siento el azote del frío en la cara: algún rostro demacrado cruza la
calle con el regusto de la desesperanza en los labios en su camino hasta la
parada del autobús que es sangriento éxodo y trágica y terrible diáspora. Estoy
instalado en el rictus de la monotonía de tu ausencia: esa monotonía de tus
huecos que ahorro a manos llenas: un abismo es la senda que se abre al borde de la acera:
adoquines y baldosines rotos: perennes en su destrozo: quebrados al filo del
aburrimiento: antes, al menos, aún permanecías a mi lado.
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