Bukowski tenía un enorme defecto: consideraba como uno de sus maestros,
admiraba profundamente, a Ernest Hemingway… bueno, siempre está bien tener un
contrapunto narrativo, un espejo en el cual mirarse con el objeto de no caer en
la mediocridad más perruna y literaria.
Creo que Franzen, Auster y otros trabajadores del vómito no poseen
espejos que les devuelvan su reflejo jibarizado… o si los tenían, los rompieron
hace mucho tiempo porque, y no hay que engañarse con esto, es el camino más
fácil para llegar a ser un mierda.
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