jueves, 30 de diciembre de 2010

Tiananmen (sobre los adoquines)


En Tiananmen, sobre los adoquines, un hombre se arrodilla delante de un tanque y abre los brazos en cruz a la lluvia y a la historia. Al cielo.
En Tiananmen un tanque se detiene frente a un hombre arrodillado sobre los encharcados adoquines, con los brazos en cruz, recortado bajo el cielo de pesadillas. Un soldado desciende del blindado con la tranquilidad de la rutina burocrática, da unos pasos, apunta a la cabeza y le descerraja un disparo en la boca.
En Tiananmen un hombre, con los brazos en cruz y arrodillado, se desploma vomitando sangre sobre los adoquines manchados del veneno de la ira. El cielo, ahora, es su techo.
En Madrid, un hombre se arrodilla en un parque embarrado mientras diluvia todo diciembre. Abre los brazos hasta situarlos en cruz y pronuncia una plegaria: tú eres mi Tiananmen, dame la libertad. Le exige a Dios que lo destruya, pero Dios no atiende hoy a tan buenas razones.
En Madrid, un hombre se arrastra por el barro, extiende los brazos en cruz sobre los charcos, exige su destrucción y descubre que el infierno, ahora, es su techo.

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