miércoles, 29 de diciembre de 2010

Nochebuena en las galerías


De la Nochebuena en las galerías emana un vaho de tristeza y derrota, como un negro barro, un lodo amargo que se agarra a la garganta y te asfixia el corazón.
De la Nochebuena en las galerías asciende una humedad como de orines de perro, emana la peste de la venganza, el aburrimiento del odio desencadenado a esas horas de la madrugada.
De la Nochebuena en las galerías asciende el pánico del subsuelo, los reflejos de la propia vida en los charcos de grasa y combustible. Una carretilla desvencijada, sin ruedas, varada en el limo de la oscuridad, mordisqueada por las ratas. Y una maldición de no te querré nunca.
De la Nochebuena en las galerías, horas, y el móvil sin sonar. Horas, horas, horas y desesperación.
De la Nochebuena en las galerías tan sólo resta lamentarse, lamerse las heridas con la llegada del alba y desear no haber estado, nunca, allí.
Nochemala en las galerías. Sí, es cierto.

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