sábado, 18 de diciembre de 2010

Liverpool


Estoy muy preocupada por ti, me dijo. Desde luego, es para estarlo, respondí sin la seguridad de lo que significaban aquellas palabras que brotaban desde mis labios a la turbia cerveza. Pegué un trago y en mi hígado se formó una piscina de desencantos, con olores a tabaco rancio y antiguas lágrimas, con espumas de tristeza y natas de odio. Sentí una punzada en el costado y llevé la mano con rapidez a la zona, mientras se me emborronaba la cara con un puñetazo de dolor. ¿Te pasa algo? Me preguntó, nerviosa. No es nada... dije, descargando la importancia de la situación como un estibador estajanovista. Es la vida, que sale al encuentro, y acompañé mi sentencia con otro vigoroso trago de espuma mortal.
No era la vida, era ese enorme desamor que se estaba dando un baño en la piscina de mi hígado, aprovechando el buen tiempo porque sabía que muy pronto, por el horizonte, arribarían las brumas y los primeros fríos solitarios.

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