sábado, 16 de marzo de 2013

López de Verga inaugura un sex-shop


Allí estaba, engabanado en su largo gabán, negro y polvoroso, López de Verga –evidentemente, todos pensábamos que ese no era su verdadero nombre sino una mera maniobra comercial-, pululaba embutido en su orgullo por el espacio de su recién abierto sex-shop. López de Verga se detenía un momento frente a un estante, colocaba mejor una cajita de preservativos, allí retocaba unas películas sobre animalismo, en otro anaquel recomponía –meticuloso y altanero- el muestrario de consoladores fosforescentes, de colorines plasticosos y líquidos como una colección de Burmar Flax.
López de Verga había abandonado su pasión por las obras de teatro, emperrado en escribir en los albores del siglo XXI montañas de autos sacramentales trasnochados y oscurecidos, en octavas reales rimbombantes y ripiosas. Ahora, en un ataque de mercadotecnia y visión comercial, de reclamo publicitario, había derivado sus talentos a la confección de un sex-shop. Dónde va a parar el asunto, desde luego.
El catálogo que ofrecía López de Verga era un buen catálogo, elaborado con gran industria y dando muestras de ser un personaje discretísimo, o al menos, nosotros, así lo creíamos: lubricantes para tener sexo con animales marca Fuenteovejuna, equipaciones sado-masoquistas marca La Dama Boba, artículos de fetichismo y humillación El Perro del Hortelano, e incluso ofrecía un manual de iniciación escrito de su propia mano bajo el sugerente título de Arte Nuevo hacer Pornografía en este tiempo.
Así que, visto que nosotros también teníamos derecho a prosperar en un mundo tan competitivo, decimos abandonar nuestra afición a la novela pastoril y de caballerías (ciertamente un género crepuscular a inicios de este siglo XXI) y abrimos el sex-shop enfrente del de Lope para iniciarnos, así, en la competencia. ¿El resultado?
            Un éxito: a los productos de López de Verga opusimos marcas de gran calidad y precio, como los geles lubricantes y de sabores Dulcinea, la gama de disciplina y sometimiento victoriana La española inglesa, las colecciones de pornografía en DVD tituladas Las dos doncellas, y el tratado de placer sexual redactado de nuestra mano e intitulado El Gallardo Español, todo un bombazo editorial.
            A día de hoy, y sin ninguna alegría porque nada es personal y todo son negocios y el cielo bien puede dar cuenta de que nada más alejado de nuestra intención está que el alegrarnos con los males ajenos, podemos asegurar que el negocio de López de Verga vira en números rojos al borde de la quiebra. Y nosotros, así, anunciamos una segunda tienda que abriremos en breve, si el tiempo y la salud así lo permitiera, aquel que será el mayor sex shop que han visto los siglos...
                                                                                                                                   

                                                                                                                                       VALE

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