Allí estaba, engabanado en su largo gabán, negro y
polvoroso, López de Verga –evidentemente, todos pensábamos que ese no era su
verdadero nombre sino una mera maniobra comercial-, pululaba embutido en su
orgullo por el espacio de su recién abierto sex-shop. López de Verga se detenía
un momento frente a un estante, colocaba mejor una cajita de preservativos,
allí retocaba unas películas sobre animalismo, en otro anaquel recomponía
–meticuloso y altanero- el muestrario de consoladores fosforescentes, de colorines
plasticosos y líquidos como una colección de Burmar Flax.
López de Verga había abandonado su pasión por las
obras de teatro, emperrado en escribir en los albores del siglo XXI montañas de
autos sacramentales trasnochados y oscurecidos, en octavas reales rimbombantes
y ripiosas. Ahora, en un ataque de mercadotecnia y visión comercial, de reclamo
publicitario, había derivado sus talentos a la confección de un sex-shop. Dónde
va a parar el asunto, desde luego.
El catálogo que ofrecía López de Verga era un buen
catálogo, elaborado con gran industria y dando muestras de ser un personaje
discretísimo, o al menos, nosotros, así lo creíamos: lubricantes para tener
sexo con animales marca Fuenteovejuna,
equipaciones sado-masoquistas marca La
Dama Boba, artículos de fetichismo y humillación El Perro del Hortelano, e incluso ofrecía un manual de iniciación
escrito de su propia mano bajo el sugerente título de Arte Nuevo hacer Pornografía en este tiempo.
Así que, visto que nosotros también teníamos derecho
a prosperar en un mundo tan competitivo, decimos abandonar nuestra afición a la
novela pastoril y de caballerías (ciertamente un género crepuscular a inicios
de este siglo XXI) y abrimos el sex-shop enfrente del de Lope para iniciarnos,
así, en la competencia. ¿El resultado?
Un éxito: a los
productos de López de Verga opusimos marcas de gran calidad y precio, como los
geles lubricantes y de sabores Dulcinea,
la gama de disciplina y sometimiento victoriana La española inglesa, las colecciones de pornografía en DVD
tituladas Las dos doncellas, y el
tratado de placer sexual redactado de nuestra mano e intitulado El Gallardo Español, todo un bombazo
editorial.
A día de hoy, y sin
ninguna alegría porque nada es personal y todo son negocios y el cielo bien
puede dar cuenta de que nada más alejado de nuestra intención está que el
alegrarnos con los males ajenos, podemos asegurar que el negocio de López de
Verga vira en números rojos al borde de la quiebra. Y nosotros, así, anunciamos
una segunda tienda que abriremos en breve, si el tiempo y la salud así lo
permitiera, aquel que será el mayor sex shop que han visto los siglos...
VALE
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