jueves, 8 de septiembre de 2011

Barniz amargo




Gasto una parte de mi dinero: en los mejores licores: en los mejores cafés: en tabaco de pipa y en pipas.

Pero debajo del Black Label, de la ginebra Hendricks con pepino, del café de Costa Rica, de los Cohiba robustos, del Pedro Ximenez, de mi orgullosa colección de pipas Peterson, Stanwell y W.O. Larsen, del tabaco de pipa del pajarito (y que hoy he perdido un paquete, olvidado en un taxi como un castigo más de ese Dios cruel que se ríe y cachondea de mí y que no hace sino burlarse a mi costa penalizándome a lo largo del día con mil y una microcalamidades que, al parecer, a Él lo divierten), debajo de todo ello:

Hay una enorme carencia: es la soledad: incluso puede que estés tú.

Sí: tú también. Te proyectas por encima de la música de Van Morrison. Pero así he aprendido a ser consciente de que, quizás, te importe más bien poco.

Y es como un barniz que trasuda y, poco a poco, como un rostro de Bélmez, por encima de tabaco, licores y cafés, se va filtrando el verdadero rostro del dolor:

Hasta arruinar el barniz y ya todo (vino, whisky, ginebra, café, tabaco) aparece con su verdadero sabor:

AMARGO.

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