jueves, 21 de julio de 2011

Hundí un bolígrafo Bic contra mi pecho


Hundí un bolígrafo Bic contra mi pecho y se perdió dentro del corazón. Entonces: empecé a bombear tinta, a escribir con mis venas y a inventar situaciones, párrafos y personajes: y te inventé a ti. Inventé tus labios: sin una boca detrás para poder besar. Inventé tus ojos: veían pero no podían ver. Inventé tu pecho: sin un corazón para sentir. Te inventé a ti: sin poder inventarte. Te imaginé en las tramas de mis novelas, recorriendo las hojas, saltando de página en página, de capítulo en capítulo, sin poder imaginarte.

Desde que hundí aquel bolígrafo en mi pecho, mi corazón es, ahora, tintero, que cada vez que trata de dibujarte, de imaginarte, de escribirte, salpica con más y más borrones, hasta que tus perfiles, las líneas de tu cuerpo (ese que inventé con carne y piel pero sin huesos que pudieran sostenerte) se vayan difuminando hasta el exterminio en las mentes de mi escritura.

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