martes, 13 de diciembre de 2011

Combustión espontánea


Me quiere tanto que dice que un día se romperá, o desaparecerá… ¿Eso dice? Sí, eso dice, y dice, también, que está tan enamorado de mí que hasta sus cosas, los bolígrafos con los que escribe, los cuadernos que utiliza para las anotaciones de sus novelas, todo: ellos están enamorados también de mí… tanto que, a veces, el boli mancha de tinta inesperadamente porque pensaba en mí en lugar de centrarse en dibujar una bonita letra redondilla… o que el cuaderno se le cierra en las narices, súbitamente avergonzado al pensar en mis pies, en mis tobillos, e imaginarlos… Entonces, ¿todo lo que lleva?, ¿todo lo que viste está enamorado de ti, también? ¿Su ropa? ¿Sus zapatos? Bueno, es curioso que me lo preguntes: sus zapatillas no… es decir, una deportiva, en particular, que ignoro lo que le hice, parece que me odia. Él, por la noches, desde la cama, escucha como ese zapato arenga al resto de la ropa en mi contra, pero ni los chalecos, ni los tirantes, ni los calcetines, le hacen el menor caso: es un batalla perdida para la zapatilla, los tengo a todos, absolutamente, rendidos. Sólo se me resiste esa zapatilla… y tiene gracia, pero he pensado que si, como dice, que me quiere tanto que un día se romperá o desaparecerá, como abrasado por una combustión espontánea, pues esa zapatilla, entonces, se quedará allí, sola, como una boba, absurda: esa zapatilla que me odia y que no disfrutará de incinerarse en el fuego del amor… esa zapatilla, eternamente, ya: desparejada.

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