“Incluso un número elevado de compradores de
libros entra en la librería, le pregunta al empleado por el libro de fulanito,
y el dependiente le indica el montón. Si le pides un libro de una editorial de
medio reconocimiento y de un autor desmarcado te responde que no lo tiene. “Déjeme
que mire en el ordenador”; pero resulta que tampoco aparece, o si aparece
tratarán de tenerlo allí en quince días”.
Germán Gullón.
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya,
Madrid, 2004, pp. 162.
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