*Este artículo ha sido publicado en el site Achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/escritores-nadie-lee-la-amenaza-fantasma/
La
verdadera literatura se encuentra en
aquellos escritores que nadie lee,
es una máxima que cada vez tengo más clara. Recientemente se ha fallado el
prestigioso premio Man Booker Prize
International, que ha ido a parar a manos del escritor hebreo David Grossman. Lo que me ha
sorprendido de esta edición es que, de nuevo, un libro del albanés Ismaíl Kadaré se encontraba entre los
candidatos. Kadaré obtuvo la primera edición de este importante galardón, allá
por el año 2005, y después, también obtendría el Príncipe de Asturias de las Letras en 2009. Pues bien, un escritor
como Kadaré, poseedor de una
literatura deslumbrante, ampliamente reconocido, es un fantasma literario en
España. Y no es el único a quien nadie lee.
La
lista de escritores que, por uno u otro motivo, no son capaces de llegar al
gran público, es interminable. Las esquinas, los rincones oscuros de la
literatura rebosan talento, pero en
las librerías siempre ocupan los sitios de ventas en las mesas los mismos
descerebrados previsibles y aburridos, sin
una gota de genio. ¿Acaso el lector obtiene lo que realmente se merece,
aquello que demanda, lee y consume? Yo creo que no… Aunque es muy cierto que en
España se ha tendido, siempre, a encumbrar a autores patrios de necio talento porque el público siempre se ha
dejado manejar, con una facilidad pavorosa, por el aparato publicitario de las
editoriales.
Pero
no quiero tratar este asunto ahora. De lo que se trata es de recordar a algunos
de esos autores que, sepultados por el peso del best seller y de la
novedad editorial fácil, no tienen la posibilidad de alargar uno de sus dedos
literarios y tocar al lector para, así, hacerlo feliz. Ismaíl Kadaré, albanés, es uno de los casos más terribles. Y no
porque la descomunal magia de su prosa se pierda por el sumidero del anonimato
en España, sino porque en el resto
del mundo, y en concreto en Francia
y Reino Unido, es un autor de gran
reconocimiento, y muy leído. El ostracismo hispánico del albanés adquiere
tintes de broma pesada si, además, pensamos que ha recibido uno de los más
importantes premios literarios en España, ese Príncipe de Asturias otorgado en una borrachera de lucidez del
jurado, que de nada ha servido para promocionar su obra. Incluso parece que ha
obrado en su contra.
De
Kadaré, como estudioso que soy de
él, podría decir mucho, pero me voy a limitar a que sea el autor quien hable
con su obra. Recomiendo la lectura de El palacio de los sueños (Catedra),
de El
accidente (Alfaguara) o Abril quebrado (Alfaguara). El
universo que se contiene en estos tres libros es más que suficiente para que el
lector que se aproxime a la obra del albanés no lo abandone ya jamás.
Se
acaba de presentar una biografía sobre Arthur
Koestler, otro autor tan mayúsculo como desconocido por el público. El
libro, Arthur Koestler, nuestro hombre en España (editorial Alrevés), de Jorge Freire, es un ensayo biográfico; resulta curioso que se
publiquen ensayos y biografías, y Koestler
no es el único autor, de escritores que apenas se leen en España. A la memoria
me vienen los casos de Leopardi y Walser, entre otros muchos. Sus
excelentes biografías han visto la luz en España, pero, ¿realmente alguien lee
a esos autores, fuera de un círculo especializado? Resulta bien curioso este
fenómeno biográfico editorial español.
La
literatura polaca, y la húngara, son pródigas en extraordinarios autores
completamente desconocidos en nuestro país, a pesar de ser ampliamente
publicados. Del mismo modo, la literatura checa y la rumana, o la serbia y la
búlgara, andan sobradas de talento. Un caso extraño es el de la literatura
japonesa, que gracias a una maniobra de mercado con un autor convertido en un
fenómeno editorial, se ha hecho muy accesible para el lector de la calle. Pero
esto no es lo normal. Aunque buenos esfuerzos editoriales reivindican genios
como Joseph Roth o Leo Perutz, lo cierto es que parecen
resultar infructuosos.
En
un país en el que los datos de lectura son demoledores, un 49% asegura que jamás lee un libro, y un gran porcentaje tan sólo
compra un ejemplar al año —y suele
ser el Premio Planeta—, el que un
nuevo lector se aproxime a una mesa de novedades es un ejercicio de ruleta
rusa. Abducido por la compra del éxito editorial de turno, pronto se ratificará
en su asco por la lectura, y no volverá a leer un libro en su vida. Cerca de
esas pilas de novelas de éxito de los cacareados y sempiternos autores patrios,
durante años con el piloto automático de la mediocridad puesto, trabajando el
hastío y la falta de calidad y de vergüenza, pero encumbrados por las extrañas
leyes del marketing, muy cerca de ellos y como una amenaza fantasma, se
encuentran los libros de estos escritores que nadie lee.
Sólo
hay que mirar más allá y descubrirlos en sus anaqueles, esperando su momento.
Debemos permitir que copen nuestras lecturas para que así, la amenaza que
representan contra el tedio, lo manido y el mal gusto que tratan de imponernos,
se convierta en una realidad al abrir una de sus páginas y vernos atravesados por
la felicidad de la buena literatura.
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