domingo, 3 de noviembre de 2013

Superman-esque



Vale, okay, supongamos que Superman en vez de caer sobre Kansas cae sobre la Unión Soviética con ese simpático tipo del bigote de cepillo y la pipa de maíz en la boca y que manda tanto, sí, en la URSS de Stalin. Supongamos por un instante eso. Que Jor-El y sus esfuerzos por enviar a su hijo a la Tierra le salen como el culo, y en vez de arribar a la Tierra de las Oportunidades se golpea de bruces con el país de los lagers y los gulags. Imaginemos por un momento a ese Superman criado a los pechos del Komsomol, entre parafernalia del Primero de Mayo y los cultos a la personalidad… porque es un puro azar, porque igual que aterrizó en Kansas podía haberse empotrado en Tunguska o, aún peor, en la China de Mao o en la Camboya de Pol Pot…

Volvamos a la Rusia de Stalin: Superman ha caído allí, a su padre celestial la ha salido la maniobra como una cagada de campeonato, y con nueve años Superman es un Superpionero, con quince ya realiza sus primeras superdenuncias de campesinos que esconden cosechas contra la colectivización o de trabajadores que engañan a la norma individual y no cumplen con las cuotas del plan quinquenal. A los diecinueve entra en el KGB, a los veinte, con sus superpectorales, su superfuerza y toda su super mala leche, reparte hostias como panes entre el mundo occidental y estaliniza a Europa e, imparable, a los Estados Unidos –qué quizá le opongan un famélico Batman que aguante unos segundos de combate, o quizás ni eso, ni Transformers, ni la Cosa, ni la Masa, ni Optimus Prime, nadie puede detenerlo-, y luego somete al mundo con una hoz y un martillo colorados sobre sus pechos, o dibujado el rostro de bigote de cepillo firmador de sentencias de muerte y todos tan contentos mientras marca paquete bajo las mallas.

Supongamos, es un suponer, que Superman cae sobre la Unión Sobreviética de Stalin. Ahora, yo no estaría diciendo esto, o lo haría en cirílico para, acto seguido, ser denunciado, juzgado y ejecutado. Menos mal que Superman es un personaje de cómic y que nos da bastante igual en dónde caiga, todo se limitará a cerrar el tebeo por la página que nos desagrade. Así que, puestos a imaginar, imaginemos que Stalin nunca ha existido y eso tal vez, solo tal vez, pueda hacer sonreír a sus víctimas, desde donde estén, y se digan, Stalin ya no existe, hemos muerto de un desastre natural, un terremoto o un Tsunami, y no por capricho de ese grandísimo hijo de puta.

Puestos a imaginar… eso es lo mejor que podemos imaginar…

-¡Oiga, oiga! Puestos a imaginar podemos imaginar que Superman cae en medio de la plaza de toros de las Ventas a las cinco de la tarde, justo antes de la corrida de la Beneficencia, y que se cría a los pechos de una tonadillera y un torero de la prensa del colorín, y luego no hay corrida en la que Superman no corte el rabo y las dos orejas, porque es tan Supertorero que no necesita ni picadores, que se pica el mismo a los toros con su supervelocidad, y que con sus rayos láser en los ojos les administra las banderillas…

-¿Pero es que usted tiene que joderlo todo?

-Perdone… sólo quería ayudar en la historia…

-¡Ande, cállese! ¡Mozo, dos blanquillos!

-¡Y otra de pajaricos!

-Vale… ¡otra de pajaritos fritos!

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