“Bloom predica una religión laica letal: las
personas capaces de llevar una vida sublimada, leyendo sus autores favoritos,
están justificadas por su buen gusto, por poseer la sesibilidad apropiada. Esta
irresponsabilidad social sólo es concebible en un crítico que ha pasado su vida
en la Universidad de Yale, alejado del mundanal ruido (…) en ese rincón
privilegiado del mundo es posible vivir, o aprender a vivir, ensimismado, y si
se protesta la coreografía resulta demasiado falsa”.
Germán Gullón.
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya,
Madrid, 2004, pp. 163.
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