“El “modernista”, revolucionario,
contemplador del pasado, se vuelve de hecho continuamente hacia él. Destaquemos
sin embargo que no lo restituye a la manera de los historiadores (…) Conocer la
historia, cabe objetar, siempre significa crearla (…) Evocar el pasado, por
oposición a un presente movedizo y a un porvenir incierto, no significa
aferrarse a algo fijo e inmutable –puesto que la idea que del pasado se hace de
Claus puede cambiar de un momento a otro-, pero de todos modos definible, menos
escurridizo y pérfido que el enigma que estamos vivendo o que viviremos en el
futuro (…) La historia ofrece un punto de apoyo y de comparación que, por muy
inestable y precario que sea, permite comprender mejor el presente, verlo en
perspectiva (…) La historia se repite, dicen. Tras la línea recta que conduce
del nacimiento a la muerte, más allá de la cronología que, al desgranar los
años, los días y las horas, nos va aproximando inexorablemente a la nada, se
vislumbra entonces el círculo del eterno retorno”.
Jean Weisberger.
Nota final a la
novela de Hugo Claus El asombro.
Anagrama,
Barcelona, 1995,
Traducción de
Malou Van Wijk
pp. 289-296.
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