“Lo malo es cuando pretenden que la
literatura sea solamente los textos sublimadores de la existencia humana, que
hablan de lo que no existe, del ideal, porque detrás de cada realidad late en
esbozo un trasfondo impalpable, ésta es la sombra que una estrecha concepción
romántica de la literatura proyecta sobre las obras, que olvida la cara viva,
todo lo que hay ahí, visible con el mero mirar por la ventana, y contemplar el
sol, las nubes, la gente que pasa, vestida con modas variadas, cada uno con su
preocupación y con sus esperanzas. Demasiados prefieren que la literatura
exalte lo impalpable, apartada de la realidad social. Y han encontrado unos
evangelios, El canon occidental, y a Harold Bloom, de la Universidad de Yale”.
Germán Gullón.
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya,
Madrid, 2004, pp. 162-163.
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