Sostuvo Pereira, sí, sostuvo, antes del tránsito apoplejético, que su
protegido Monteiro Rossi había dejado entre los últimos papeles garrapateados
poco antes de ser asesinado por la policía del régimen, sostiene Pereira –bueno,
sostuvo, que ya cría malvas de un paralís- que en efecto, entre esos nefandos
papeles póstumos de Monteiro Rossi se encontraba la necrológica del celebérrimo
autor Montero Roso y esto, así, puede sonar bien extraño, porque en esa época
el autor que nos compete, Montero Roso, ni tan siquiera había nacido, aunque
bien es cierto que después, sí que nació, y es cosa de acierto de Monteiro Rossi
que sabía ser preclaro y de juicio en el horizonte, pues bien, nacido Montero
Roso, no sólo Monteiro Rossi acertó con que sería escritor, sino que celebró su
necrológica setenta años antes con los más exactos motivos de su muerte, aplastado
por el elefante que lo hizo tan famoso, famoso, sí señor, porque Montero Roso
se hizo célebre, en su Antofagasta natal, después en el mundo entero, por ser
el autor del cuento, o del relato, o como deseen llamarlo, más laaaargo del
mundo, su cuento, de un gúgolplex de palabras, sobre ese elefante que despertó
de una siesta –bueno de un sueño que bien pudo ser una siesta de eras, no sé,
¿quién sabe?-, pues ese elefante que se durmió en la época de los grandes
helechos y se despertó en la era de los grandes viajes interplanetarios de
Solaris y Lem, los de Arthur C. Clark, en donde los millones de años luz se
servían para desayunar, ese elefante se despertó en ese futuro en el cuento más
largo de la historia de la literatura (un cuento de un gúgolplex de palabras,
recuerden) y cuando ese elefante se despertó, después de un gúgolplex de palabras,
pásmense, señores, pásmense, cuando el elefante despertó tras un gúgolplex de
palabras… TODAVÍA ESTABA ALLÍ, ¿no es asombroso?, en efecto, TODAVÍA ESTABA
ALLÍ cuando el elefante, tras un gúgolplex de palabras para componer el cuento
o relato más laaaaargo de la historia de la literatura, no una novela, no, un
cuento, un cuentecillo de un gúgolplex de palabras, pues eso, después de eso:
TODAVÍA ESTABA ALLÍ, y entonces, Monteiro Rossi, encargado de necrológicas de
escritores en esa Lisboa desteñida de dictadura, fue y acertó la muerte de
Montero Roso: apachurrado por el elefante del zoo de Antofagasta que lo había
inspirado y ante el que acudía todas las tardes para darle de merendar manzanas
y cerezas.
Bueno, eso sostiene Pereira que hizo Montero Rossi necrologizando
sobre Montero Rosi: bueno, eso sostuvo, que a Pereira le dio un tantarantán
cerebral, se quedó como medio tonto de medio cuerpo y pronto se murió, así que
eso lo sostuvo, según me cuentan ahora, Pereira, acerca de la necrológica que
escribió Monteiro Rossi sobre la futura muerte de Montero Roso el autor del
cuento de un gúgolplex de palabras sobre el elefante que se despertó y que fue encontrada
entre sus escritos dejados para la postumoridad tras paliza de la secreta.
Eso sostuvo Pereira –o eso me dicen-.
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