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domingo, 22 de julio de 2012

astronauta


giotto
fuimos giotto
juntos construimos
un campanile

alumbramos una catedral románica
con los primerizos sillares
de nuestros sentimientos

fue gótica
fortificada con las gárgolas
de nuestro deseo
labrado en piedras burlonas

barroca de heridas
repujadas en plata
y enganchadas a la punta
de tus pináculos

labramos en rococó de
gritos e insultos de madrugada
las estatuas de nuestras desgracias

giotto
fuimos giotto
juntos construimos
un campanile

también
elevamos un pórtico de gloria
para cobijarnos de las lluvias
en tus noches
y reírnos de ken follet

todo era
arquitectura perfecta
hasta que apareció aquel
astronauta
que tú cincelaste enredado
junto a las arquivoltas
de un portón

aquel astronauta
y todo se vino
irremediablemente
abajo

cancerado por el mal
de tu piedra

sábado, 21 de julio de 2012

Todas tus catedrales


he rezado en todas tus catedrales
en todas
me arrodillé sobre las losas
de tus muslos
y se filtró la luz
desde las vidrieras de tu nuca
para alumbrarme el pecho

he rezado en todas tus catedrales
en todas
encendí en el nártex de tu vientre
velas para ti
que gotearon ceras y aromas
en mi espalda

he rezado en todas tus catedrales
en todas
he leído en tus misales
en todos tus misales
oraciones y súplicas
y también me arrodillé
trémulo
con tus pináculos sobre
nuestras cabezas

tú catedral
tú ciprés
tú cementerio
y entre las lápidas de tu cementerio
la tumba de mi agonía
que pintó caspar david friedich

túmulo
ahíto de mohos
desnudo de estatuas
con inscripciones en lodo
y anegado
en esa naturaleza
dramática
tan tuya

(pintura de Rodolfo Barral)

martes, 22 de febrero de 2011

Pináculos


Me he asomado a todos y cada uno de tus pináculos. Desde ellos, desde tu catedral, desde tus vidrieras, he tomado constancia de lo fácil que sería empotrarse contra tu enlosado, hacerme papilla sobre tus escaques, añadido un nuevo color a blancos y negros bajo el crucero mayor. En la cripta de lo prohibido se amontona el osario congelado en las horas de tinieblas de mi ira caliente. Sí, me he asomado en lo alto de todos tus pináculos para ser, así, consciente, de lo enorme que eres, de lo pequeño que soy: de lo mezquino de nuestros pensamientos/de lo mezquino de nuestros sentimientos separados, alargados, agrandados, por el estúpido e insensible hilo telefónico.

lunes, 26 de julio de 2010

Anexo a de como construir una catedral gótica (en el aire)


NOTA:
Es muy importante, repito, muy importante a la hora de construir una catedral gótica en el aire, creer en un conjunto de gilipolleces que han nacido sin ningún tipo de asidero o justificación aparente, y que se esfumaran, como una humareda de estiercol, con tan sólo chasquear los dedos.

De como construir una catedral gótica (en el aire)


Para construir una catedral gótica en el aire se necesitan toneladas de ilusión y varias pizcas de inocencia. También carretillas de incoherencia, capachos de ingenuidad y una fuerza sobrehumana al desaliento, al tropezar de nuevo, al equivocarse, al errar por enésima vez como si fuera, apenas, la primera.
Para construir una catedral gótica en el aire se deben levantar, primero, las paredes, conformadas de sueños y ambiciones, y colocarlas levitando al menos a un palmo del suelo. Sobre las paredes se insertaran la vidrieras de la esperanza y arriba, las arquivoltas, las bóvedas del orgullo y la confianza. En el techo, la seguridad. Y toda la construcción flotará en el aire emitiendo un pequeño susurro como el de las hojas azotadas en el otoño de su caída.
Para construir una catedral gótica en el aire hay que asegurarse muy bien de colocar en todo lo alto sus pináculos pinchudos, precedidos de las gárgolas, porque es importante saber que caras se deben componer cuando la catedral se venga abajo. La nave puede asemejarse así a la de San Vito de Praga, por ejemplo, a la de San Esteban en Viena, y puede que tras su derrumbe recuerde a las ladrillosas ruinas de las demolidas cámaras de gas de Birkenau. Por qué no.
Porque una catedral gótica en el aire es de fácil asedio y derrumbe: tan sólo basta una llamada de teléfono, o que no se produzca, una espera demasiado dolorosa, unas excusas mal dadas, su gotita de egoísmo, para que las paredes se conviertan en barro, los ventanales en cera goteante, los pináculos en goterones de arena mojada y, sin estruendo, quede en el suelo un charco, el barrizal de la decepción donde sobrevive la gárgola de rostro burlón con su lengua de cemento y sus colmillos de piedra.
Pero la catedral gótica construida en el aire posee una cualidad que la asemeja al ave fénix: y es que tan pronto se ha venido abajo, su constructor ya planea erectarla de nuevo, renacida de sus cenizas, aferrada a nuevas y tan estúpidas creencias y excusas como las que la llevaron a elevarse por vez primera.
Y su nuevo derrumbe es tan sólo una cuestión, no ya de arquitectura, no de leyes y fluidos, es una cuestión de tiempo y traición.
Una cuestión tuya.

jueves, 22 de julio de 2010

Catedral de San José (II)


-¡Elija la vida, rechace la muerte!
-¡Silencio! ¡No hable en alto, este es un lugar de oración!
La mujer, de rostro asediado por la vejez y la piel de rones por el trabajo en el campo, no dejaba de gritarle al vigilante:
-¡Elija la vida, rechace la muerte!
El vigilante, con una placa de identificación en la que podía leerse "búho" y el pelo cortado a cepillo, reaccionó con brutalidad: un empujón desplazó a la mujer, que patinó por los escaques de la Catedral en un grotesco curling caribeño. Quedó frente a una imagen de San José y, a gritos, se dirigió a ella:
-Soy María Fernanda Valbuena, madre de tres hijas y natural de Cartago, y te pido que tengas compasión...
El vigilante la sujetó del brazo para despacharla de la Catedral. La gente miraba con asombro, indignación y compasión. Incluso un proyectucho de escritorzuelo tomaba notas mentales para reproducir miméticamente en su blog el suceso.
-¡Le he dicho que se calle!
La mujer, al sentir la presa metálica en su piel, se revolvió y le chilló al guardia:
-¡Elija la vida, no la muerte!
Pero él no tuvo necesidad de elegir. Un golpetazo en la cara sumió a María Fernanda, natural de Cartago, en la espiral de la vergüenza. Y fue, tal vez, como si todo el azúcar de las cúpulas se desmoronara sobre ella.
Y yo, pobre estúpido, tan sólo pude refugiarme del dolor punzante de aquella escena arrastrando mis pensamientos por las frescas losetas de la Catedral y pensando, una vez más, en ti, enmarañada en las redes de Internet.

domingo, 18 de julio de 2010

Catedral de San José (I)


Una puñalada de nieve en el pecho que te abrasa al respirar. Un inmenso terrón de azúcar que empalaga sobre tu cabeza. La duda del silencio en los oídos y la certeza de las pisadas aferradas en el eco... en la catedral mientras busco, busco tras los cirios resinosos, busco en los perfiles de cada sombra, busco entre el mutismo maldito de las estatuas.
Busco, no sé que quizás te encuentres, esperándome ahora, entrelazada en las líneas de Internet.