martes, 22 de febrero de 2011

Pináculos


Me he asomado a todos y cada uno de tus pináculos. Desde ellos, desde tu catedral, desde tus vidrieras, he tomado constancia de lo fácil que sería empotrarse contra tu enlosado, hacerme papilla sobre tus escaques, añadido un nuevo color a blancos y negros bajo el crucero mayor. En la cripta de lo prohibido se amontona el osario congelado en las horas de tinieblas de mi ira caliente. Sí, me he asomado en lo alto de todos tus pináculos para ser, así, consciente, de lo enorme que eres, de lo pequeño que soy: de lo mezquino de nuestros pensamientos/de lo mezquino de nuestros sentimientos separados, alargados, agrandados, por el estúpido e insensible hilo telefónico.

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