viernes, 9 de febrero de 2018

Literatura de influencers e instagramers: Vamos a peor. A muchísimo peor.


*Esta columna apareció en achtungmag.com:




Siempre he opinado que la mejor crítica negativa es no hablar de aquello que me parece malo. No hablar de alguien, o de su libro, no prestarle atención, no promocionarlo gastando un tiempo y un espacio precioso, que se puede emplear en un autor que merezca la pena. Mi amigo Maximiano, poeta de relumbrón, una de las mejores voces que actualmente hacen versos en España y que no será reconocido nada más que por una pequeña minoría, siempre argumenta eso para evitar que le hierva la sangre ante lo depauperado del panorama literario español. Creo que esta actitud tan sabia es lo que beneficia a esa constelación de advenedizos, famosillos, diletantes y caraduras, que un buen día deciden escribir (o que les escriban) un libro. Pues ahora ha llegado el momento de fijarme en ellos, dedicarles una columna y que se les termine el chollo, al menos durante el breve tiempo de lectura de estas líneas.

Nunca me habría decidido a escribir sobre esto con la contundencia con la que voy a hacerlo hoy si no hubiera sido por un suceso que me ha ocurrido con una instagramer que se hace llamar @bei_uri. Yo, la verdad, sin saber muy bien el motivo, porque estas cosas surgen así, empecé a seguir a esta muchacha porque se interesó por mi cuenta de @literatura_instantanea, en donde hablo de libros, autores y recursos narrativos, durante los 59 segundos que permite un vídeo de Instagram.
Así que las historias que subía @bei_uri no me desagradaban. No era la típica instagramer que se cree una influencer a pesar de tener 52,7k de seguidores, y sus consejos, comentarios y recomendaciones se encontraban, y se deben encontrar todavía (ya no puedo saberlo porque me ha bloqueado), dentro de lo decente, lógico y hasta simpático. Pero por la boca muere el pez, y un buen día se desencadenó el desastre…
El fatídico momento llegó cuando subió una foto en la que comentaba que acababa de salir de la editorial Anaya después de firmar el contrato de su libro. Incluso hasta aquí, todavía me resultaba soportable. Al fin y al cabo, muchas de estas “personalidades” cibernéticas publican libros que giran en derredor de contenidos que dominan o publicitan: moda, dietética, mindfulness, yoga, entrenamiento personal… Sin embargo, @bei_uri hizo un comentario intolerable.
Tras recibir los ataques de un grupo de seguidores después de haber cometido una terrible falta de ortografía en un post, la mujer tuvo la desfachatez de afirmar que ella no era escritora, y que no iba a cambiar su ortografía ni su gramática por el hecho de ir a escribir un libro.
Yo ni siquiera me había molestado por las evidentes faltas de ortografía y su notoria dificultad de expresión, impropia de alguien que pretende escribir un libro. Pero claro, me indigné cuando aseguró que ella no era escritora y que para corregir esas cosas ya estaba la editorial. Y que escribir era muy difícil, pero que en la editorial la estaban entendiendo muy bien…, que la idea era suya y que lo demás…, pues ya se lo arreglaría alguien.
¿Qué cantidad de libros de famosillos hay publicados así? Este es uno de los motivos por los cuales durante años no pude entrar en una librería, porque me ponía enfermo; ahora que lo estaba superando, igual voy y recaigo. Por eso, no pienso acudir nunca más a una Feria del Libro, una vergonzosa pantomima en donde se refocilan los personajillos creyéndose autores, hocicando en las casetas en donde firman como si se revolcaran en la cochiquera. Estos “autores” son cocineros, peluqueros, famosos televisivos, deportistas, instagramersyoutubers, presentadores de televisión, cantantes, periodistillas, tertulianos… ¿Dónde están los escritores durante la Feria del Libro? Pues en sus casas. Rabiando.
De manera que a @bei_uri le parece que escribir un libro es tan solo cuestión de que luego te corrijan las barbaridades en la editorial, que para eso está. Ante tamaño disparate me decidí por hacer algo que no he hecho jamás, enviarle un mensaje privado. Fui respetuoso, le comenté que había apreciado que en su perfil era muy tolerante con todos los colectivos, y le rogué que de igual forma intentara respetar a mi profesión: la de escritor. Que, por favor, se abstuviera de hacer semejantes comentarios, que ultrajaban y denigraban nuestro durísimo y sacrificado trabajo. Y que cualquier escritor que se precie de serlo jamás se atrevería (porque se moriría de vergüenza) a firmar con su nombre un libro repleto de errores que le hubiera enmendado de esa forma la editorial.
La respuesta de @bei_uri fue el bloqueo automático. Me consta que otros instagramers que conforman ese Instagram literario al que me he referido en muchas ocasiones en estas columnas de El Odradek, también se horrorizaron ante la ligereza de esos comentarios, y la ofensa que representan para los escritores, los lectores y los libros. Se dirigieron a ella, y respondió que era ingeniera, tenía un master y no era una inculta. En efecto, no lo eres @bei_uri, eres una mujer bien inteligente, pero te ocurre como a casi todos los influencers que se dejan seducir por las editoriales: no entienden lo que es el capitalismo literario, de qué miserable juego va a formar parte ese libro, y lo que buscan con publicarlo.
La mayor parte de los instagramers que reclaman las editoriales son mujeres que escriben novelas o textos facilones destinados, principalmente, a ser consumidos por otras mujeres. Este es el juego patético en el que se desenvuelven las editoriales: ¿Acaso os toman por tontas? ¿Ese es el nivel intelectual que las editoriales creen que poseen las mujeres de este país? ¿Que os contentáis con cualquier despojo por el mero hecho de estar escrito por otra mujer? Venga ya. A mí me consta, por mi Instagram y por mis blogs, que no es así. Un elevado número de mis seguidores son mujeres con muy buen gusto y criterio literario. Y leen a Woolf o a Joyce, por ejemplo. Y se irritan cuando aparecen este tipo de libros. Se irritan mucho.
Es evidente que tener una determinada titulación, o unos estudios, no te capacitan para escribir un libro. Si argumentas eso, vas listo. El escritor, lamento desvelar esto y arruinar unas cuantas carreras ahora mismo, nace, no se hace. Es vocacional, y o vales o no vales.  Si vales, después te formas estudiando,leyendo, y volviendo a leer. Es la única forma de poder escribir sin faltas de ortografía, coordinando sujeto, verbo y predicado, escapando de los lugares comunes. Es muy habitual, en este tipo de ignorantes, creerse que han pergeñado historias maravillosas y encontrado notables hallazgos poéticos, que luego están más vistos y sobados que un tebeo.
Partiendo de este síntoma, es muy difícil hacerles comprender que esto se trata de un asunto de vocación, que es una tarea sacrosanta a la que nos hemos dedicado en cuerpo y alma durante toda la vida, que hemos sacrificado algunas de las cosas más importantes por poder escribir, y que antes de dar un manuscrito a la editorial hemos corregido, leído y releído el texto cientos de veces. Es más, nos joroba que la editorial nos corrija algo, y si lo hace luchamos desesperados porque eso no ocurra. En algunos casos, hemos tardado hasta ocho años en terminar una novela.
¿Qué podemos decir, entonces, ante personajes públicos como @bei_uri, que no tienen el menor conocimiento sobre literatura, que dan por hecho que las correcciones son un asunto de la editorial y que escribir es muy difícil porque le costará unos mesecillos llevar a término esa historia que luego le arreglaran los expertos? Además, afirmando con seguridad, que en ningún caso ella es una escritora, circunstancia que la libera de las exigencias que se derivan de serlo: saber escribir, ser responsable con tu texto y honrado con tus lectores, intentar mostrar una verdad literaria en tu libro. @bei_uri, ¿cómo podrías comprender esto?
La vergüenza que recorre el panorama editorial español es como aquél fantasma que recorría Europa… Los influencers y los presentadores de televisión se han apoderado de las publicaciones. Ahora, editan gracias a la fama adquirida por medios que nada tienen que ver con la literatura. Sus argumentos se basan en el número de seguidores o en ser hijos, maridos o esposas de alguien notable, o por aparecer en televisión. Vamos a dar un recorrido por las publicaciones de estos diletantes.

En la corte de lo zafio: el filólogo, el gran censor y el presentador
En primer lugar, debo atender a Jorge Javier Vázquez, licenciado en filología, que igual actúa en una obra de teatro que se escribe una novela. Respecto a lo del teatro, es un asunto que dejo para los actores, a quienes presupongo indignados, o al menos tan irritados como estamos los escritores con este ejemplo de famoso que de todo hace y que todo se cree que lo hace bien. Yo, lo demás no lo sé, pero de novelas, que de eso sí puedo hablar, ya te digo que no las haces bien. Y tiene dos, a cuál peor. De los libros que publican los colaboradores de sus programas, tipo Belén Esteban, ya ni entro. No merece la pena.
Me explico: lo malo de los libros de este filólogo, o de los del gran censor —Risto Mejide—, o de las novelas del presentador Máxim Huerta, por mucho premio literario que haya conseguido, es la intención de hacérnoslas pasar por buenas, por verdaderas obras literarias. Lo de Belen Esteban y otros libros parecidos, no pasa de ser una bazofia que incluso sus autores reconocen no haber escrito, que airean sus vidas y alimentan el morbo, sin mayor pretensión. El verdadero crimen se encuentra en las aspiraciones de este trío, igual que en su momento también lo hizo Boris Izaguirre, cuando intentan hacernos pasar sus libros zafios, pedantes, absurdos, manidos, repetitivos, y que no albergan ni un gramo de literatura en sus páginas, por textos serios. Por arte.
Se trata de monumentales insultos al lector, enormes mentiras de una gran indecencia literaria, y que ofician la vergüenza de la escritura devaluada queriéndonosla hacer pasar por algo excelente. Escuchadme: No sois escritores, lo siento. Aunque os pongáis boca abajo o de lado. No lo sois. Y eso es lo que tiene la crítica literaria, que critica y analiza los libros publicados. Si no os gusta que os critiquen, desde el mero aspecto de la literatura porque en todo lo demás yo no entro, no haberos metido a escritores. Era tan sencillo como continuar con vuestras productivas tareas.
De instagramers e influencers que escriben y publican prosa poética a ratitos…, y alguna presentadora de tv
Este es el tema más sangrante. Por los libros, sobre todo de poesía, que muchos influencers han publicado con sus reflexiones presuntamente geniales y que no son más que memeces repetidas hasta el hartazgo. Los miles de seguidores de estas personas son un altavoz para las ventas de cualquier volumen de escasas páginas, con poemillas de cuatro o cinco versos, ridículos, a precios astronómicos.
Un caso interesante es el de la instagramer @isasaweis y sus libros de poemas y prosa poética, que harían que el bueno de Platero se pusiera a rebuznar y a cocear a diestro y siniestro, presa del espanto. Que esto se cobije bajo el paraguas de la poesía da pavor. Rimas internas que destrozan el poema, ripios ridículos y lugares comunes. He leído palabras con mayor carga de lirismo en la guía telefónica.
Hay un gran número de booktubers adolescentes que también están publicando novelas juveniles bajo unos criterios de calidad, cuanto menos, discutibles. Una autora joven es la presentadora de Ja Ja ShowRebeca Stones, que con 17 años lleva dos libros enfermos de adolescencia, narraciones planas, frases hechas y perogrulladas.
Por su parte, tenemos a Carme Chaparro y a Mónica Carrillo, empeñadas en hacer de lo obvio y de lo aburrido todo un arte. Las presentadoras trasvasan su tirón mediático a un conglomerado de páginas que nos hacen llorar recordando a los árboles que han fallecido para hacerlas posibles.
Hay una casta curiosa en este mundillo nauseabundo del que estoy hablando: el presentador de telediario con novela. Tal vez, uno de los orígenes de semejante dislate podría situarse en la carrera literaria de Ángeles Caso, que luego dio alas a Fernando García Delgado o a David Cantero, entre otros. Todos ellos con novelas que dan grima narrativa y vergüenza ajena.
La verdad, es que podría seguir enumerando y llagándome la boca con el nombre de toda esta gente y de sus obras, incluso con aquellas amenazas que se ciernen en lontananza, como por ejemplo el futuro libro de Laura Escanes, pero ya basta. De verdad. No puedo continuar. Es un ejercicio de arcadas contenidas y tufo a heces. De hecho, esta columna no lleva ni una foto ni un enlace, y apenas colocaré dos o trestags, porque no deseo dar más publicidad a todos estos diletantes. Si tuviera que haberlo ilustrado con una fotografía debería haber puesto a alguien vomitando, quizás yo mismo, y eso no es ni elegante ni atractivo. Pero sería una gran verdad. Ahora, mientras escribo, tengo el cubo aquí al lado, por si acaso, como en esa película de Monty Pyton. La del gordo comilón. Ya saben cuál es.
vamos a peor, a muchísimo peor, y si no alzamos la voz, pero ya, no habrá forma de cambiar esto. Tal vez ya no haya forma, pero al menos no dejemos que nos tomen por imbéciles. ¿O es que tenemos que aguardar a que el nombre de alguno de estos diletantes se incorpore a los libros de texto de secundaria junto a los de Cela o Delibes? ¿Que los manden como lectura obligatoria a nuestros hijos? Llamemos a las cosas por su nombre y a sus libros merchandising. Aunque yo prefiero un abrebotellas de Tío Pepe, incluso de Mirinda. ¡Dónde va a parar!
Estos autores eméticos están ocupando un lugar en las librerías que muy bien podrían utilizar los escritores de verdad, los de profesión y pasión (no quiero afirmar que incluso un libro nuestro, de quienes deambulamos por el purgatorio del manuscrito rechazado y la grosería editorial, porque estos espacios en las librerías se pagan y, amigos, nunca nadie pagará por nosotros). Pero es cierto, se apoderan de los recursos que deberían destinarse a la literatura y colocan sus desmanes en las mesas de novedades a codazos, no dejando ninguna oportunidad para nosotros porque, seamos realistas, no nos adornan las virtudes que les adornan a ellos: la simpleza de una vida apoyada por miles de seguidores y el empeño en airear hasta la más nimia idiotez convertida en negocio.
Y claro, justamente de eso, no va la literatura.

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