“Preguntar qué convierte al autor y las obras en canónicos. La
respuesta, en casi todos los casos, ha resultado ser la extrañeza, una forma de
originalidad que o bien no puede ser asimilada o bien nos asimila de tal modo
que dejamos de verla (…) Cuando se lee una obra canónica por primera vez se
experimenta un extraño y misterioso asombro, y casi nunca es lo que esperamos (…)
Un signo de originalidad capaz de otorgar el estatus canónico a una obra
literaria es esa extrañeza que nunca acabamos de asimilar, o que se convierte
en algo tan asumido que permanecemos ciegos a sus características (…) La
extrañeza canónica puede existir sin la conmoción de tal audacia, pero el aroma
de la originalidad debe flotar sobre cualquier obra que de modo inapelable gane
el agón con la tradición y entre a formar parte del canon (…) A los escritores
contemporáneos no les gusta que les digan que deben competir con Shakespeare y
Dante, y aún así esa lucha fue lo que llevó a Joyce hasta la grandeza, hasta
una eminencia compartida sólo por Beckett, Proust y Kafka entre los autores
occidentales”
Harold Bloom
El canon occidental
Anagrama, Barcelona 2009
Traducción de Damián Alou.
5ª Edición, pp. 14-18.
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