para Gema, en el día de su cumpleaños: felicidad
cuando lo vi allí plantado, en mitad de la sala de
espera del aeropuerto, con toda esa barba blanquecina, y me acerqué hasta él, y
ese aroma a pipa como de cerezas y el olor tan característico de su colonia,
nervioso y temblando, supe que me había rendido, me había rendido al futuro,
porque yo era su futuro que aparecía en la sala de espera, y el sería mi
futuro, tan diferente a nuestros pasados envueltos en volutas oscuras y aromas
de breas
todo el viaje con la firme propuesta de no besarlo
así, y zas, nada más verlo, nada más vernos, pero esa barba y ese aroma de pipa
que eliminaba mi recuerdo olfativo de brea y sus recuerdos olorosos de
amoniaco, porque luego supe que para él las cosas le dolían como el amoniaco
igual que a mí los malos tragos me traen un sabor de brea a la garganta y un
fuerte olor que se me desliza garganta abajo
lo supe si que lo supe que mi vida sería la suya
como la suya la mía y entonces pensé que si mi vida fuera como una helena de
troya o una dido o una deyanira luego de estar con él si la cosa no funcionaba
siempre podría escribirle una carta como aquellas heroidas hicieron con sus
amores al estilo del libro de ovidio
como penélope a ulises
como hipsipíla a jasón
después, descubrí que te astillabas la salud en ese
maldito trabajo de alcantarillado viendo a las ratas corretear, pensé que en
troya habrías sido un héctor o un eneas que podría haber controlado los
pasadizos y el subsuelo, evitando así la entrada de los griegos y, con ello, el
desastre estrellado, encendido y centelleante
o tal vez un leandro, esta vez prudente, que sabría
nadar y atravesar el canal sin ahogarse, empleando algún pasaje soterrado que
vadeara la muralla de agua
como ariadna a teseo
como helena a paris
en ese lugar, la sala de espera del aeropuerto,
parece mentira que un lugar de paso tan gélido pueda resultar un sitio tan
cálido, allí empezamos a digerir nuestros pasados, el tuyo como un largo trago
de amoniaco deslizado tráquea abajo por un embudo y el mío como un caldero
espeso y burbujeante de pellas de brea, un caldero de brea hirviente como en el
que sumergieron a un hereje los inquisidores en la plaza san marcos de venecia
y tras el dolor todo fue dulzura y nubes de malvaviscos y palomitas y ositos
haribo
en el avión pusieron una canción, la de leona lewis
, la de i got you, y en un instante me imaginé como una de las heroínas de las
cartas de ovidio desgranado los sentidos de la micro maquinaria de mi corazón,
y poder decirte como filis a demofonte algo así como
que las olas me lleven y me arrojen a tus playas y
aparezca yo ante tus ojos
ya sé que luego esta historia se torna en trágica y
cruel, pero me gusta quedarme con los pasajes bonitos para ilustrar
sentimientos de amor, de este amor desencadenado en una sala de espera de
aeropuerto a la llegada de un vuelo de lisboa, seguro que george clooney o tom
hanks harían alguna película buena con esto, acaso no la hayan hecho ya
durante mi vida he llorado en numerosas ocasiones,
la mayoría de las veces porque el dolor enmudecía las palabras, pero ahora es
otro tiempo, tiempo de lágrimas, también, pero de lágrimas de felicidad, y
puedo decir como briseida a aquiles que
también las lágrimas tienen el valor de la palabra
mientras en este caso tú, que eres una serpiente de
palabras, mi serpiente de palabras, y te alimentas de ellas para poetizar mi
nombre, cada vez que lo pronuncias consigues aquello que le dijo dido a eneas y
es que
en mi cuerpo se esconde encerrada una parte de ti
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