Después de tantas noches despierto, de tantas noches de insomnio, he aprendido a reconocer el tacto de las horas, que realmente existen las tres y las cuatro de la madrugada, que su piel es áspera y rugosa como la de un cocodrilo que se desliza por los agujeros del reloj, encaramado al minutero.
Después de tantas noches despierto, de tantas noches de insomnio, conozco de memoria el tacto de las horas y sé, que entre las cuatro y las cinco de la madrugada, se abre una grieta, un abismo, que sólo puedo rellenar pensando en ti.
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