miércoles, 7 de septiembre de 2011

La mala hora (poema al estilo de Bukowski)


aunque el peor momento es siempre,
lo peor está por llegar
y
la esperanza es lo último que se pierde,
pero también se pierde,
hay un instante muy muy malo, tremendamente malo:
y es ese:
cuando llega tu relevo con una cara de gilipollas que no puede con ella,
el rostro hinchado y descompuesto
que dan ganas de decirle que eres tú el que lleva horas allí metido
y eres el que se ha pasado la noche sin dormir
y quién debería estar con el rostro demacrado y ojerizo,
no él, que supuestamente aparece despejado y fresco tras un sueño reparador
y luego está lo del cargo de conciencia porque llega con tan mala hostia
que te dan ganas de pedirle perdón, excusas,
un lo siento chico que hayas tenido que venir a relevarme,
lamento mucho no ser un ciborg
para poder aguantar encadenando turnos eternamente y que tú te quedaras en casa
e incluso
te llevaran la nómina con entrega en mano hasta el borde de la cama:
y aún así, seguro que te quejarías de algo…
siento que tengas que venir a trabajar,
no poder quedarme yo 48 o 56 horas seguidas hasta reventar, a lo mejor deseas eso,
pero si te joroba tanto: haber estudiado una ingeniería,
que yo mi turno ya me lo he comido y no estás viniendo para hacerme ningún favor,
aunque tus malos modales y tu rostro de mala leche haga o pueda hacer pensar lo contrario y, después, está lo de explicarle algo de lo que ha sucedido en el turno o una incidencia,
detalles que debe saber para que su turno sea algo más llevadero
o simplemente para hacérselo más fácil
y te mira con los ojos idos, el ademán chulesco,
sin enterarse de lo que le dices y molestándole realmente lo que le dices,
para añadir un a mí que me importa.

es lo que hay.

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