lunes, 6 de enero de 2014

Talento



“La alusión a Dante, a Homero, abole la alienación: en el arte moderno, eminentemente subjetivo y oscuro, la referencia tiende un frágil puente entre el autor aislado en su mundo y el público. Lo que el lector reconoce le impulsa en cierto modo a avalar todo lo demás (…) El escritor, no lo olvidemos, persigue el asombro, no la claridad, ni la belleza clásica. (…) Pretende hacernos participar en la elaboración de una obra que ya no se presenta, acabada y perfecta, ante un lector pasivo, sino que exige de él que la prolongue. La comprensión ya no se designa la recepción de algo acabado; es ante todo el esfuerzo que consiste en colaborar en su génesis (…) Nos invita a dar, a expresarnos, a ejercer nuestro talento creador, tanto y más que a soportar el de otro”.

Jean Weisberger.      
Nota final a la novela de Hugo Claus El asombro.
Anagrama, Barcelona, 1995,
Traducción de Malou Van Wijk
pp. 289-296.

combustión espontánea



pues sí, soy escritor, y me maté en el accidente de avión de los rodeos, puede que muchos de ustedes lo recuerden, ese aeropuerto de mierda y las dos aeronaves como dos bolas de fuego incandescente y las humaredas negras y el olor a queroseno, el caso es que a mí como que no me apetecía viajar, o yo que sé, que me daba pereza, o mal pálpito, nunca me agradó lo de volar, y bueno, venía desde amsterdam a ese congresillo de escritoruchos que se celebraba en canarias y que ni siquiera puedo aún comprender lo que se me había perdido allí, tal vez la coba que me dio en una larga conversación telefónica uno de sus organizadores, que si mi presencia resultaría crucial y que dedicarían toda una jornada al estudio de mi obra, que si conferencias y otras zarandajas, pero lo que me engolosó fue lo de que llevara conmigo mi nueva novela, es decir, el manuscrito bajo el brazo, para que una poderosa editorial española me la publicara, y yo, cobijado en holanda, recluido en mi casita de campo, me empaché de ego y gloria futura y me puse en camino hacia mi propia juanadearcada, y ni siquiera íbamos a ese aeropuerto de mierda, pero una bombita de un ridículo grupo independentista obligó a desviar el vuelo a tenerife, mire usted por dónde, y así me vi con mi manuscrito y todos sus personajes, y todos los proyectos de mis novelas, con sus tramas en mi cabeza, allí sentado en el butacón y de repente un ruido atronador y las llamaradas que subieron desde los tobillos por las ingles y como esos casos de combustiones espontáneas de gentes que se quedan incinerados en el sillón de su casa mientras ven la televisión, así, mis novelas, mis personajes y mis argumentos y el manuscrito de mi nueva obra, todo ello, calcinado, devastado en un suspiro de toberas y rotores y sí, soy escritor, y me maté en los rodeos, puede que muchos de ustedes lo recuerden, aunque mis libros ahora sean ignorados y nadie articule una palabra sobre mí, me queda ese consuelo, que me recuerden como parte de las llamaradas, de las humaredas y de la lluvia de chapas ardientes y piezas de motor sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto, mi ego a la parrilla, y formando parte de los tacos y maldiciones de los controladores de la torre como una manera de alcanzar la inmortalidad con una combustión espontánea, como el tipo ese de iowa que se chamuscó frente al televisor e inspiró un capítulo de la serie csi y esa gorda en des moines que se flambeó mientras leía un libro y fue protagonista de un episodio de expediente equis y sí, una inmortalidad no lograda con mis tramas y mis obras, ni con mis personajes y mis lectores, pero una cierta inmortalidad a la brasa, inmortalidad de grissom, de mulder y de scully, y en efecto, soy escritor, y me maté en el accidente aéreo de los rodeos y puede que a muchos de ustedes les suene, o incluso lo recuerden cuando un avión embistió  a otro que