Bernhard, en Trastorno:
“En cada cabeza humana se encuentra la catástrofe humana que corresponde a esa cabeza. No hacía falta abrir las cabezas para saber que en ellas no había más que una catástrofe. Sin su catástrofe humana el hombre ni siquiera existe. El hombre amaba su desgracia y, si estaba un segundo sin ella, hacía lo que fuera para recuperarla. Siempre que miramos a los hombres, los vemos sumidos en su desgracia o buscando su desgracia. No hay hombre sin desgracia humana”.
“En cada cabeza humana se encuentra la catástrofe humana que corresponde a esa cabeza. No hacía falta abrir las cabezas para saber que en ellas no había más que una catástrofe. Sin su catástrofe humana el hombre ni siquiera existe. El hombre amaba su desgracia y, si estaba un segundo sin ella, hacía lo que fuera para recuperarla. Siempre que miramos a los hombres, los vemos sumidos en su desgracia o buscando su desgracia. No hay hombre sin desgracia humana”.
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