El padre Gago –que acababa de terminar la oración y ordenaba un papelucho- a veces se ponía muy pesado explicando cómo tomó ésta o aquella diapositiva: los problemas técnicos a los que entonces se enfrentó y cómo los resolvió. Un día: estudiaban el arte egipcio y proyectó unas fotos del museo de El Cairo; en una de ellas apareció un vaso canope situado detrás de una vitrina y el fogonazo del flash que se reflejaba en la parte superior de la placa. Alejandro, entonces, se quedó con las ganas de saber qué era eso del vaso canope pero, a cambio, aprendió toda una lección de cómo podían evitarse los reflejos en fotos como aquellas. El vaso canope se intuía tenuemente tras la cristalera, pero el padre Gago no dijo ni una palabra sobre él para, a continuación, abalanzarse sobre una serie de instantáneas diáfanas que presentaban momias de cocodrilos y de gatos, sin atisbo de sombras ni de molestos brillos, de las que estaba, evidentemente, orgulloso, bien satisfecho su prurito personal de fotógrafo que se sabía algo más que un mero aficionado.
En otra ocasión, el padre Gago explicó unas diapositivas de la Virgen María y proyectó cuadros de Leonardo da Vinci y de pintores españoles, realizando un estudio donde la escuela de la Madonna italiana salía muy mal parada en contraposición con las tradicionales vírgenes retratadas por los hispanos. De repente, calló unos instantes: se imaginaba algo raro y, rápidamente, encendió las luces como a traición: sorprendió a varios alumnos enfrascados en una guerra de canutillos mientras, otros, comían a escondidas el bocadillo y alguno incluso dormitaba: desenmascaró a todos los que se amparaban en la oscuridad y aprovechaban para hacer cualquier otra cosa menos atender a sus explicativas filminas...
Pero, pese a todo, y así lo creía Alejandro, el método educativo del padre Gago era bueno, y disfrutó mucho con las diapositivas de elaboración casera que les ofrecía aquella especie de Juan de Mairena: salvando mucho las distancias con el genio creado por Machado.
En otra ocasión, el padre Gago explicó unas diapositivas de la Virgen María y proyectó cuadros de Leonardo da Vinci y de pintores españoles, realizando un estudio donde la escuela de la Madonna italiana salía muy mal parada en contraposición con las tradicionales vírgenes retratadas por los hispanos. De repente, calló unos instantes: se imaginaba algo raro y, rápidamente, encendió las luces como a traición: sorprendió a varios alumnos enfrascados en una guerra de canutillos mientras, otros, comían a escondidas el bocadillo y alguno incluso dormitaba: desenmascaró a todos los que se amparaban en la oscuridad y aprovechaban para hacer cualquier otra cosa menos atender a sus explicativas filminas...
Pero, pese a todo, y así lo creía Alejandro, el método educativo del padre Gago era bueno, y disfrutó mucho con las diapositivas de elaboración casera que les ofrecía aquella especie de Juan de Mairena: salvando mucho las distancias con el genio creado por Machado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario