El grupo charlaba animado en mitad del aborto de café: el Posmoderno llevaba un buen rato explicando las novísimas técnicas literarias que utilizaba para la construcción de sus novelas fragmentarias y posmodernas, Literator abogaba por una trabazón estructural que tenía mucho que ver con andamios y muros de carga, y la Escritora Tropical amamantaba sus páginas hasta que, fortalecidas de mentiras, echaban a corretear por el parque, se enfangaban en los charcos que se formaban bajo los columpios y jugueteaban con los excrementos de los perros. Entonces, entró El Fracasado en el local y los ojos de gafapasta, los ojillos estrábicos y oceánicos, y los senos punzantes, apuntaron en su dirección. Literator, para humillarlo, lo instó a que se sentara con ellos y le escupió la pregunta:
-Hablábamos de nuestras técnicas narrativas, todas ella novísimas y asaz revolucionarias. ¿Usted cual utiliza? –en su mirada: bancos de jureles se movían al unísono como perseguidos por un tiburoncillo de panzuda piel de glande.
El Fracasado quedó plantado frente a ellos por un instante. Sumergió su mano en el bolsillo y extrajo una hoja. La extendió y les vomitó:
-Creo que encontraran de su agrado esta tirada de versos, este poema se ha escrito con una novísima técnica literaria –y se lo pasó al trío que lo sobeteaba con indiscreción e incomprensión.
-No acierto a ver lo novedoso –aseguró el Posmoderno, torciendo la boca con un ademán chulesco, como cuando anoche, tras el sexo con la Escritora Tropical, se encendía un cigarrillo con un despreciable movimiento de su zippo, el pene ahíto y ya flácido sobre el muslo y el olor a esperma en la habitación.
-La verdad es que no… -intentó argumentar algún principio fundamental Literator, pero fue interrumpido por El Fracasado, que reveló su misteriosa técnica:
-¡Señores! Señores… esos versos… ¡están escritos con Salfuman!
Mientras El Fracasado se retiraba a su alejada mesita, con sus coplillas bajo el brazo, la Escritora Tropical se interrogaba acerca de si aquel hombre era propietario de una droguería y el Posmoderno albergaba la seria convicción de que esos productos químicos, todos esos productos químicos corrosivos, los generaba algún órgano de El Fracasado, tal vez el corazón, como en otros, la vesícula no dejaba de producir la hiel.
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