-¡53!, ¡tengo 53 blogs! –exclamaba, orgulloso, el escritor Posmoderno-: ¡Y mas de cien mil seguidores! –y con las manos elevadas al aire trataba de componer volátilmente esas cifras, pero le resultaba imposible acercarse a figuras que pudieran plasmar su ego, por lo que, con los brazos muy extendidos, recordaba al arenero de las Ventas, ese que enarbola un cartel con el peso y el próximo toro de la lidia; y esas axilas abiertas, en la camiseta sin mangas, desperdigaban el sudor, punzada penetrante que estremecía a la Escritora Tropical, y del aliento posmoderno y vegetariano emanaba cierto agrio requesón, y el Mac bajo el brazo y en las chancletas unas uñas lunares.
En el colmo de su borrachera cibernética decidió acercarse hasta la mesa de El Fracasado, que saboreaba su vinagre, y hoy ordenaba sus notas de rechazo editorial por las derivadas de pí. Allí delante, abierto de piernas como si fuera a montar a caballo, marcando un paquete posmoderno, con el Mac bien sujeto y la sobaquina que le chorreaba sudor, tras sus gafas de pasta, le espetó:
-¿Y usted, amigo, tiene un blog?
El Fracasado meneó la cabeza resignado.
-Lo tengo… bueno lo tuve, es decir, lo tenía… -con un movimiento rápido colocó una cajita de cartón sobre la mesa, entre el vinagre y las notas de rechazo-: Mire aquí dentro –le ordenó al Posmoderno.
El Fracasado abrió con cuidado la cajita, como si un bichillo peludo y esponjoso pudiera habitar allí dentro y fuera a escapar de un salto y a corretear por todo el café, por entre las mesas, bajo las patas de las sillas, alimentándose de las pelarzas de las ideas cansadas y descascarilladas, abandonadas y dejadas marchitar por los grupos de ahítos tertulianos y por las poetisas de presunta genialidad.
En el fondo: una cosa retorcida y negra, como una cagarruta: peor que una cagarruta.
-Eso es lo que me queda del blog… es su cadáver –suspiró El Fracasado-. Esta mañana lo llevé al médico para una intervención, debían extirparle la vesícula, porque supuraba bilis por todos los lados: en los párrafos, en las entradas, en los posts, en las palabras, en cada línea, en cada tag… no ha superado la intervención… ahora utilizo un bloc en lugar de un blog, pero mire, también chorrea ácido, es un problema…
Y, en efecto, El Fracasado enarboló una libreta de cuyas páginas sangraba un líquido que dejaba sobre la mesa un cerco amarillento.
El Fracasado miró aquellos restos carboníferos y retorcidos con ojillos acuosos y se colocó, mecánicamente, un brazalete negro en uno de sus brazos. Después, mezcló el contenido de la caja –aquel cadavérico blog ennegrecido- con su vasito de vinagre y lo bebió reverencialmente.
El Posmoderno retornó a su lugar, entre la Escritora Tropical y Literator, que le preguntó acerca del blog de El Fracasado
-¡Que va! –meneó la cabeza, satisfecho, el Posmoderno –ese tipo jamás sabrá lo que es ser trending topic…
-¡Ya lo creo! –se reafirmó Literator, que entendía tan poco de aquello, le sonaba tan ajeno, se sentía tan incómodo haciendo parecer como que sabía: al estilo de cuando se veía obligado a perorar sobre La Divina Comedia, El Quijote o La Regenta, libros, todos ellos, que jamás había leído y que jamás leería porque era incapaz de alcanzar la segunda página sin desplomarse en la abulia, rematado de sueño, con los ojillos de salmónido entrecerrados y en camino a las profundidades abisales en donde le aguardaban esos peces deformes de bocas dentudas enormes, con antenas como periscopios y una lucecita en el extremo para alumbrar su propia y personal impostura.
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