La Novela creó, tras años de
trabajo, su primer autor. Le salió un tipejo mas bien abyecto y revenido, con
perilla y gafillas de pasta, con media melenita grasienta, chancletas,
apestando a sudor y la boca repleta de soflamas posmodernas. La Novela, sobra decirlo,
no cosechó éxito alguno con su autor, así que, superado el primer fracaso, la
Novela se esforzó en construir su segundo autor: un ser pagado de sí mismo,
pedante y petulante hasta la náusea y adornado con grandes patillones, y el
agrio descalificativo amarrado de los dientes. No fue un éxito, pero la Novela
consiguió colocar a su autor en algunos programas televisivos e, incluso, firmó
en la Feria del Libro.
A la tercera intentona, la Novela
dio en el clavo con su autor peor trabajado, pergeñado deprisa y con apenas
cuatro o cinco trazos diluidos, pero que, en manos del marketing y del
departamento de publicidad, terminó como rotundo autor de éxito: era el
autorretrato de un tipo amargado y vengativo, experto en todo y sabedor de
nada, que pronto fue alzado a gloria nacional y, una vez fallecido tras un
cáncer caníbal, y también un cáncer muy comercial, fue enterrado con honores.
En su mausoleo, una estatua de mármol lo presentaba en actitud pensativa (a él,
que su actitud fue la de cagarse en el mundo), un libro en una mano y la pluma
estilográfica (que nunca utilizó: escribía siempre en word 97) en la otra. Y la
cabeza elevada al cielo o al infinito (como Leopardi, igualito que Leopardi,
sí), aguardando, así, la llegada de las musas (que jamás se hicieron carne en
su vida: la única carne que cató fue la de dos o tres putillas que lo
soportaban de vez en vez, porque era borracho y de mano enladrillada).
La Novela, tras los fastos en el
cementerio por su autor más consagrado, pudo ocupar, ahora ya sí, tranquila y
satisfecha, los polvorientos anaqueles de una librería de usado, en espera de
que su autor fuera convertido en texto obligatorio en escuelas y enseñanzas
medias, en preguntas de selectividad y tesis doctorales y, entonces, ya no
dejarían, a la Novela, descansar entre moho y ratoncillos, removida de aquellos
plúteos, entre los que ansiaba retirarse tras su paso a la posteridad, por
sobones lectores a la búsqueda del ofertón literario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario