Al
Fracasado le gustaría que gentuza como el Posmoderno no se aprovecharan de las
legítimas esperanzas del Fracasado y de otros autores para poder escribir y
publicar, ¿o es que sólo esa pandilla de hijos de puta puede y los demás se tienen que jorobar? El Fracasado está contento con la
verdadera dimensión de su fracaso, tan enorme, que eclipsa el mínimo éxito de
barrio del Posmoderno. En eso, y en malditismo, El Fracasado gana.
Pero
al Fracasado le gustaría, también, y mucho, que sus libros estuvieran en las
librerías y que la gente los leyera en el metro, en los parques, los tomaran
prestados de las bibliotecas y se hablara de ellos, alguna vez, en los
suplementos culturales que chorrean mierda pero a veces reseñan vómitos, y
hasta en un programita de radio ulcerante... tal y como le ocurre al
Posmoderno... desear eso no es desear ser El Posmoderno, es desear ser tratado
y sentirse, por 5 minutos, escritor, siéndolo; y no como le sucede al
Posmoderno, que se le trata como a un escritor sin serlo y, entonces, ya se
siente como una estrellita del rock, se le rellena la boca, repleta de memeces
y corre a presentar sus libros como si fuera el advenimiento, tan deseado, del
nuevo Faulkner, del redentor Joyce, del próximo Cervantes travestido de
Murakami o de Auster, fastuosos escritores de pilas de mierda que,
curiosamente, no desaparecen de la boca, y del rastro de los libros, de El
Posmoderno.
Sí:
El Fracasado tan sólo pide eso, media hora en una librería con su novelita
editada. Sabe, lo sabe, es imposible: porque esos hijos de puta no están
dispuestos a permitírselo.
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