Poco, muy poco sabemos de Agesilao
Degli Incerti. Por una referencia casi críptica, oculta en su Cuestión del
Agua y de la Tierra, de Dante,
creemos que, en algún momento, fue coetáneo del poeta cuando este todavía se
encontraba en Florencia, o bien en los instantes previos a que tuviera que
exiliarse. Y no es una cuestión baladí: en su Cuerda de presos, Agesilao
Degli Incerti se inspira en las brutales represalias y linchamientos que
sucedieron en la enconada rivalidad entre güelfos y gibelinos florentinos, esas
mismas rivalidades que empujaron a Dante al exilio de su Florencia para
siempre.
Cuerda de presos es un
tratadito de apenas cincuenta páginas, en su deliciosa y cuidada edición de In
Edad Media Res (Ratisbona, 2010), y que pretende mostrar las maneras más
oportunas, los mejores materiales y los peores, los procedimientos de dar
sogas a cuellos y ahogo a los cuerpos (p.3). Una primera parte del
tratadillo se ocupa de los cadalsos, construcción y formas, desde un simple
poste, un árbol, hasta las construcciones más complejas; en la segunda parte
atiende a las sogas, el cáñamo, el esparto, las que son buenas para soportar el
peso y las que no, las que podrían romperse, las más indicadas para dejar
durante días y como forma de castigo ejemplar el cadáver al oreo (p.36),
y los nudos y la correcta realización de los corredizos. Por último, se
compendian los ahorcamientos, clasificados según la utilización de trampillas,
desde un caballo e, incluso, subiéndose a horcajadas en los hombros del
condenado (p.41). En conclusión, un resumen de una de las maneras de
ejecutar más tradicionales desde que el mundo es mundo y desde que el hombre
es hombre (p.2). Todo un arte que debe realizarse a la perfección, pues
Agesilao nos relata, de forma muy ilustrativa, el caso de un veneciano, un tal
Pablo Palacio, que fue mal ahorcado e incluso tuvo tiempo de dictar toda una
contrición (p.44) durante los días en que permanecía colgado de la soga, y
cuyo texto se nos cita como la Vida del ahorcado, que, o bien se
extravió, o no llegó a existir nunca, y lo que Agesilao Degli Incerti pretende
al relatarnos esta anécdota, es mostrarnos la evidente utilidad de su tratado.
Y si poco es lo que sabemos de su
autor, aún conocemos un dato último: Agesilao Degli Incerti fue acusado de ser untari,
es decir, que por medios de ungüentos propagaba la peste negra y por ello fue
ahorcado, qué paradoja esta, en la Piazza del Duomo en el año de 1348,
junto a otros tres anónimos condenados que no tuvieron tanta suerte de pasar a
la historia. Agesilao Degli Incerti fue condenado, posiblemente, bajo una
acusación mentirosa, víctima de esa inquina entre güelfos y gibelinos, de la
que fue una víctima más, tal y como consta en el libro capitular de la Catedral
de Florencia y en un estadillo en el libro del ayuntamiento de Florencia, tomo
CXII, infolio LXV.
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