Hoy estuvisteis las dos en el concierto de From the Jam… Estuviste tú, desde luego, presente en cada acorde, en cada rasgueo de guitarra. Presente en cada canción, en That´s Entertainment. Y en Strange Town. Y en la que decías que era nuestra canción: Thick as Thieves. Sí, unidos como ladrones; desde luego, así estuvimos. Y cuando sonó When You´re Young. Entonces, sobre todo.
Pero ella también estuvo. Ella: que ni sabe quienes eran los Jam, que incluso puede que los considere un molesto ruido. Ella, tan alejada del sudor, del calor y de los saltos, tan ajena a Smithers-Jones o a Down at the Tube Station at Midnight. Quizás navegando por su Facebook. Y pese a todo estaba allí.
De ti, cuando sonaban las canciones y el bajo de Foxton removía mi memoria, recordaba tus besos. Sí, de ti aún tengo tus besos, que ya es mucho más de lo que conservo de ella. Mientras el sonido se derramaba desde el escenario podía sentir cómo me estaba arrancando la piel, dejándola a un lado, mutando, y renaciendo con una piel nueva. Renovándome a base de dolorosos recuerdos. Eras tú, en efecto, la que con todo su dolor se abalanzaba en cada nota, en cada puente, en cada armónico, para abrasarme con el soplo caliente de tus labios que parecían haber descendido desde el techo de la sala para hacerme llorar al compás de A Town Called Malice. Tú: seguro.
Lo extraño es que allí, también, estaba ella, presente. Me transmuté, arrojé mi piel a un lado y con ella mi pasado que me daba puñetazos en el hígado: y sin embargo un nuevo dolor renovado me punzaba a cada canción. Going Underground!
Sí, estabas allí: no cabe duda. Como ya noté que estabas, aunque ni hubieses nacido todavía, cuando hace unos días vi un DVD de los Jam, del año 80. Igual que entonces: te elevabas sobre la marea de gente y te agarrabas de mis brazos levantados como para decirme, o recordarme, que ya nunca habré amado a nadie como a ti y que ya nunca jamás lo haré: y que cualquier intento de tenerte es imposible.
Y contigo y con ella, y con los tiempos de Periodismo o de Teoría de la Literatura, con el sabor dulce y amargo del alcohol en los labios, puedo saber ya, después del concierto de hoy: que tan sólo me resta, para acabar de arreglar todo este imposible, morirme.
Morirme: y antes de cerrar los ojos poder asegurar que tú, sí tú, y no ella, que ahora quizás acueste a sus hijos, tú: has sido la píldora más amarga que he tenido que tragar y el definitivo
TOQUE A RENDICIÓN.
C´mon boy, c´mon girl, succumb to the Beat Surrender!!!
Y que las trompetas suenen, el metal estalle en mi cabeza (y en mi corazón) y la miseria de mi vida y mi mundo sigan girando…
Pero ella también estuvo. Ella: que ni sabe quienes eran los Jam, que incluso puede que los considere un molesto ruido. Ella, tan alejada del sudor, del calor y de los saltos, tan ajena a Smithers-Jones o a Down at the Tube Station at Midnight. Quizás navegando por su Facebook. Y pese a todo estaba allí.
De ti, cuando sonaban las canciones y el bajo de Foxton removía mi memoria, recordaba tus besos. Sí, de ti aún tengo tus besos, que ya es mucho más de lo que conservo de ella. Mientras el sonido se derramaba desde el escenario podía sentir cómo me estaba arrancando la piel, dejándola a un lado, mutando, y renaciendo con una piel nueva. Renovándome a base de dolorosos recuerdos. Eras tú, en efecto, la que con todo su dolor se abalanzaba en cada nota, en cada puente, en cada armónico, para abrasarme con el soplo caliente de tus labios que parecían haber descendido desde el techo de la sala para hacerme llorar al compás de A Town Called Malice. Tú: seguro.
Lo extraño es que allí, también, estaba ella, presente. Me transmuté, arrojé mi piel a un lado y con ella mi pasado que me daba puñetazos en el hígado: y sin embargo un nuevo dolor renovado me punzaba a cada canción. Going Underground!
Sí, estabas allí: no cabe duda. Como ya noté que estabas, aunque ni hubieses nacido todavía, cuando hace unos días vi un DVD de los Jam, del año 80. Igual que entonces: te elevabas sobre la marea de gente y te agarrabas de mis brazos levantados como para decirme, o recordarme, que ya nunca habré amado a nadie como a ti y que ya nunca jamás lo haré: y que cualquier intento de tenerte es imposible.
Y contigo y con ella, y con los tiempos de Periodismo o de Teoría de la Literatura, con el sabor dulce y amargo del alcohol en los labios, puedo saber ya, después del concierto de hoy: que tan sólo me resta, para acabar de arreglar todo este imposible, morirme.
Morirme: y antes de cerrar los ojos poder asegurar que tú, sí tú, y no ella, que ahora quizás acueste a sus hijos, tú: has sido la píldora más amarga que he tenido que tragar y el definitivo
TOQUE A RENDICIÓN.
C´mon boy, c´mon girl, succumb to the Beat Surrender!!!
Y que las trompetas suenen, el metal estalle en mi cabeza (y en mi corazón) y la miseria de mi vida y mi mundo sigan girando…
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