Una vieja idea me ronda por la cabeza… ¿Y qué idea es esa, si puede saberse? Pues la idea del suicidio. Y si tanto le apetece… ¿por qué no acaba ya de una vez por todas, por qué no se abalanza usted escaleras abajo, caballero, se rompe el cráneo y deja de incordiarnos con eso? Podría contestarle con cualquier subterfugio, pero le diré la verdad: mientras esté aquí, todavía sabré que molesto a alguien, después, es decir, al otro lado, ya no resultaré ni siquiera levemente incómodo.
jueves, 28 de julio de 2011
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